Una lectura de Daredevil Noir desde Blindness as a metaphor de Naomi Schor.
Por Hugo Hinojosa
1. Ceguera como metáfora
“Las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han gastado y han quedado sin fuerza, monedas que han perdido su troquel.”
Friedrich Nietszche
¿Cómo entender a la ceguera como una metáfora? Naomi Schor, rescatando los planteamientos de Susan Sontag en su ensayo Enfermedad como metáfora, nos plantea que la enfermedad ha terminado constituyendo un tipo especial de metáfora en la que opera una lógica particular. Dicha perspectiva termina transformando el sentido de la enfermedad, ampliando su significado y cargando al portador de una imagen negativa 1. Este proceso de la metáfora que Sontag denomina “forzada” o “muerta” es la que también ha afectado a la ceguera. El movimiento catacrético impone una lectura figural de la ceguera que la subvierte y la lleva más allá de lo puramente fisiológico. La ceguera puede ser referida como una privación sensorial total de la visión, pero a través de las épocas ha adquirido una dimensión figurativa metafórica que la lleva a implicar nuevos sentidos desde un punto de vista conceptual. Es así que, particularmente, esta obsesión con la visión (y su pérdida) se liga a una noción cartesiana de la realidad (y ya prefigurada por la filosofía platónica desde el mito de la caverna), por la cual accedemos al conocimiento de modo empírico a través de nuestros sentidos, y en donde la mirada ocupa un rol privilegiado. En la instauración de una perspectiva oculocentrista la ceguera es símbolo de oscuridad y, frente a la luz del conocimiento, estar ciego es estar en la ignorancia, un estado de incertidumbre constante que no nos permite razonar adecuadamente. La misma Real Academia de la lengua española integra esta acepción figurativa, definiendo a la ceguera como “3. f. Alucinación, afecto que ofusca la razón.”
Esta condición particular de la ceguera se ancla en la constitución catacrética del lenguaje, y que la termina convirtiendo, desde la perspectiva de Paul de Man, en una metáfora que para él será dominante. En efecto, tal como afirma “La lectura crítica que hace Derrida de la lectura crítica de Rousseau, muestra a la ceguera como el necesario correlato de la naturaleza retórica del lenguaje literario” (traducción personal) (Schor 90). Pero para Schor, la metáfora se ha asumido sólo desde un punto de vista, el de la privación, y no desde otras perspectivas que también son válidas de considerar. Bajo ese camino la luz también nos enceguece. Mirar directamente al sol produce un breve estado de ceguera que no nos permite ver con nitidez el entorno y difumina los objetos. Es así que muchas veces en la oscuridad es cuando logramos ver mejor las cosas, en ese espacio de introspección necesario para meditar los asuntos de manera más “clara”. “-Si se trata de algo que requiere reflexión -observó Dupin, absteniéndose de dar fuego a la mecha- será mejor examinarlo en la oscuridad.” afirmará el detective Auguste Dupin en La Carta robada de Allan Poe ante la proximidad de un nuevo caso. Apretamos los ojos en la oscuridad para cuando los abramos podamos distinguir ciertos elementos en medio de las sombras. Por su parte, el ciego, quien está a diario en ese mundo de tinieblas, aprovecha la pérdida de un sentido para desarrollar poderosamente otro, y de esa forma reconfigurar la realidad en nuevo código de aprehensión. Por lo tanto, quién está ciego también “ve”, comprende la realidad bajo una nueva nomenclatura sensorial.
De este modo, para Naomi Schor, a través de la ceguera comprendida como metáfora, podemos concentrar una nueva mirada hacia nuestra propia corporalidad, pero también a las formas en que somos capaces de acercarnos al entorno. El ensayo, concebido desde una experiencia personal cercana a la ceguera por parte de la autora (y que será un proceso similar al desarrollado por Jacques Derrida en Memoires of the blind), apuesta por una teoría que a partir de esta metáfora se acerque hacia una comprensión del cuerpo, como ente integral, y que a su vez considera todos los otros sentidos en sus despliegues. Schor nos invita no sólo a una relectura de la ceguera, sino del propio cuerpo, y comprender que la mutilación, la privación sólo abre la puerta a nuevas formas de entender nuestra corporalidad. Se establece así un “new body language” (nuevo lenguaje corporal) en dónde no se intenta desnudar al lenguaje de su figuralidad, sino por el contrario, asumir su condición metafórica, pero rearticulada y superando el tradicional discurso de la anormalidad, dado que no se puede hacer inteligible el cuerpo fuera del lenguaje. Desde dicha perspectiva, intentaré, a partir del análisis de la novela gráfica Daredevil Noir, abordar algunas de las ideas planteadas por Schor, aprovechando una obra en donde el tema de la ceguera es central en su comprensión y desarrollo.
2. Daredevil Noir y la ceguera como fuente de engaño
Publicada en febrero del año 2009, Daredevil Noir es parte de una apuesta de la afamada editorial norteamericana Marvel Comics, la cual se basa en llevar algunos de sus personajes más icónicos, tales como Spiderman, Punisher, los mutantes de X-Men o el mismo Daredevil, a la estética de la llamada “novela negra” y las historias clásicas del pulp americano. De esta manera, se sitúa al héroe en un entorno y época que no le corresponde, pero que sirve para ensalzar ciertas virtudes propias del personaje. Este elemento es central, porque dichas virtudes (o defectos) están cruzados por una carga ideológica que inspira a este, y que a su vez se construyen desde su propia corporalidad. Daredevil, héroe ciego, se asume como un personaje que hace el bien, asimilable a la idea de que la justicia es ciega y, por lo tanto, imparcial. No es de extrañar que el protagonista, fuera de su traje superheroico, se dedique a la abogacía como un nuevo frente en donde poder buscar la equidad.
Pero en esta oportunidad las condiciones son diferentes para el personaje. Ambientada en plenos años 30, en la Nueva York de la crisis social y económica producto de la caída de Wall Street, así como de la Ley Seca y la aparición de un crimen organizado en expansión, esta obra explota al máximo las características reconocidas de Daredevil. La serie originalmente sigue las aventuras (y muchas desventuras) de Matt Murdock, un abogado del barrio popular neoyorkino de Hell’s Kitchen, hijo de un boxeador asesinado por la mafia, y quién producto de un grave accidente en su niñez pierde por completo la vista. Formado por maestros expertos en las artes marciales, y que le ayudan a potenciar sus otros sentidos, decide dedicar su vida nocturna a la tarea de barrer con el crimen en las calles de la ciudad, mientras de día defiende desde la legalidad a los más desposeídos, siempre en su afán total por la justicia. Para este fin, será acompañado por su amigo Foggy Nelson, con quien forman un pequeño estudio de asesoría legal. Pero las noches y las calles son el lugar del héroe, y es así que se ve movido a historias vinculadas con el mundo delictual de las mafias, el asesinato, el tráfico, entre otros crímenes, quedando siempre en medio de disputas de poder, traiciones y venganzas. Este espacio nocturno que prefiere el héroe no es arbitrario, ya que su condición de ceguera le otorga una ventaja en la oscuridad frente a los que si ven, y que al no tener visión se sienten desconcertados. En este sentido, la obra se sitúa en el paradigma del nuevo lenguaje corporal que establece Schor, en donde la metáfora de la ceguera puede ser resignificada.
Por otra parte, en esta versión particular de la historia, se mantiene el origen de su ceguera en el accidente, así como la trágica muerte de su padre en manos de la mafia, pero se realizan ciertas modificaciones para acercarlo más al mundo de la novela negra. En este sentido, Foggy ya no será un abogado, sino un investigador privado, quien está aliado con Murdock, el que funcionará como asistente en sus investigaciones aprovechando sus capacidades sensoriales mejoradas y, al ser ciego, aparentemente no causará mayor sospecha. Por otro lado, entrenado ahora en el mundo circense, el personaje mantiene ese sentido de justicia absoluto, pero a su vez, se verá atribulado por la venganza y el propio entorno hostil, que lo llevarán a configurar un Daredevil mucho más violento de lo habitual. Por lo tanto, el personaje se vuelve más ambiguo en sus motivaciones de justicia, lo que probablemente lo puede conducir al límite de la ceguera moral.
Como señalé previamente, Murdock es ciego por accidente, pero un entrenamiento constante ha llevado a que el personaje mejore otros sentidos a niveles poco habituales para cualquier ser humano. Un olfato aguzado, y un oído híperdesarrollado, permiten que el héroe se movilice por la ciudad y pueda luchar como si tuviera una visión de sonar, del tipo que tienen los murciélagos, pero a su vez le facultan para identificar ciertas conductas, emociones, miedos, en el otro. Una leve alteración en el pulso cardíaco mientras interroga a un sospechoso, le lleva a reconocer si es que esta persona está siendo honesta o miente, con una infalibilidad casi total. Y es en este punto donde la historia basa su premisa; Matt confía plenamente en su manera de “ver” el mundo, tal como nosotros creemos en lo que vemos, a pesar de que nuestra vista pueda ser engañada por algún tipo de ilusión óptica, o de manera más compleja, nuestras propias emociones hagan que modifiquemos nuestras percepciones de la realidad.
Desde la perspectiva planteada por Schor, esto se podría ejemplificar en la historia clásica de La Bella y la Bestia (que también operará dentro de la novela, aunque en una forma diferente). La propia visión de la monstruosidad de la bestia no permite que Bella pueda, en un inicio, reconocerlo como objeto amoroso, por lo tanto, la única posibilidad para concebir un amor desde dicha posición es a través de la ceguera. Esta anula al cuerpo como única posibilidad de acceso al amor, y amplía el proceso a un plano más sensorial.
De este modo, es claro para la autora que cuando nos enamoramos dejamos de ver las imperfecciones del amado/a y nos enceguecemos, construimos una noción de la realidad a partir de lo que nuestros sentimientos nos dictan. Curiosamente, es aquí cuando aparecen ciertas frases cliché como “ver con los ojos del alma” o “estoy ciego de amor”. En esencia, el amor puede ser entendido como una ceguera, es decir, no ver lo físico bajo la supremacía de la vista fisiológica, es lo que nos permite amar al otro, y verlo realmente como es (o como creemos verlo). En este juego paradójico de la ceguera amorosa, opuesta a la visión de los ojos, se conforma un problema frente a la noción de verdad. ¿En dónde radica la belleza? ¿En la mirada o nuestros sentimientos? Y si efectivamente la otra persona no fuera, desde cierto punto de vista estético, bello/a ¿Cuánto de verdad hay en ello? (si es que mis emociones me indican que no es así y me llama al amor de ese ser). Efectivamente, Schor señala “Pero hay otra manera de entender la ceguera en el amor, y eso es entender que la ceguera nos libera, que la ceguera a la apariencia física del otro y el lenguaje gestual es precisamente cuando permite al amante ver” (Schor 84), es decir, la ceguera como una forma que permite ver al otro, pero esta novela gráfica nos sitúa en un plano más problemático.
La llegada de un nuevo caso a la oficina de Foggy Nelson, nos introduce la figura de Eliza, una mujer (con todas las características tradicionales de la femme fatale en el relato negro) que busca los servicios de estos investigadores porque teme a un ex novio suyo, Orville Halloran, quien es un reconocido mafioso del cual ella tiene información que lo puede delatar, por lo cual requiere inmediata protección de estos hombres. Curiosamente, al verla, Foggy tiene sospechas sobre su honestidad, pero Murdock se siente extrañamente atraído a la mujer, y aunque cree que dice la verdad, una duda comienza a abrumarlo: no la puede “leer” como al resto, es decir, se está sintiendo ciego frente a ella.
Es interesante este aspecto, porque mientras Foggy al verla sospecha, Matt, el experto, duda sobre ella y como no puede “verla” como al resto, genera una nueva tensión frente al concepto de la ceguera.
Mientras comienza a investigarse el caso, una serie de asesinatos empieza a producirse en la ciudad, y todo apunta a la llegada del terrible asesino Bull’s Eye (villano icónico de Daredevil en el cómic original). Su aparición en la obra añade un tono de peligro a la propia investigación que se va desarrollando, pero un elemento clave más debe ser integrado a la trama. Bull’s Eye es un asesino a sueldo y, por lo tanto, siempre hay alguien tras sus acciones. La primera sospecha recaerá en Halloran, quien al parecer quiere hacerse con el control total de la ciudad, pero para ello antes debe sacar del camino a alguien. Es así que entra en escena Wilson Fisk alias Kingpin, amo y señor de la ciudad, y quien es el antagonista más clásico del personaje, ya que siempre está detrás de planes muy elaborados para mantener su dominio en Nueva York y sacar a todos sus rivales de encima, sobre todo Daredevil. Murdock sospecha fuertemente que pueda tener contratado a Bull’s Eye y que con la aparición en escena de Halloran, pueda provocar una verdadera guerra de pandillas en las calles.
3. La bella y el diablo
Murdock se siente absolutamente intrigado por esta mujer de nombre Eliza, quien comienza a obsesionarlo producto de su misterio. En la imagen previa, podemos ver como en uno de los pocos encuentros que tienen, se comienza a activar una tensión amorosa y erótica entre ellos. Matt, como lo haría cualquier ciego que depende de su tacto, le pide poder tocar su rostro y así poder reconocerla mejor, ante lo que ella accede. Es esta escena la que termina por hacer que el héroe caiga ante la imagen que construya de Eliza para sí mismo. Cómo Schor señala, estaríamos aquí ante la doble forma de la visión que adquiere el llamado “amor platónico”. Una primera visión vinculada al deseo, y que es aquella de la juventud. Esta visión aguda se ha desarrollado al contacto de los dedos de Matt con el rostro de Eliza y que hacen que pueda “verla”, pero también sentirla como nunca antes había sentido a nadie, es decir, por primera vez ve realmente a alguien (o cree hacerlo). Pero, por su parte, se comienza a configurar una cierta idealización de ella, que es la visión de la madurez, en donde creemos podemos ver quien es realmente el amado/a, despojado de imágenes puramente físicas.
En este punto, se desarrolla una trama clásica, que es la de la doble ceguera. Matt es ciego fisiológicamente, pero aquí el hombre ha sido seducido, y con ello el héroe ahora se encuentra también ciego a las consideraciones y sospechas que debería tener de ella. Es paradójico el fenómeno que plantea el texto, porque Daredevil está incapacitado visualmente, aunque otros sentidos le permiten “ver” al otro, pero ¿Qué ocurre cuando el amor se cruza en medio? ¿Cuándo se ve “enceguecido” por esta mujer?
Las verdades se revelan en el clímax de la obra, en donde descubrimos (tras una maquinación de Fisk para alterar a Matt) que Halloran fue quien mató al padre de Murdock en su infancia, por lo tanto, la emoción nuevamente enceguece al héroe y le impide discernir con claridad lo que ocurre. Dada la estructura in extrema res, sabemos que el caso ha sido resuelto, pero debemos conocer de qué forma Wilson Fisk, el Kingpin, está involucrado. En el desenlace del relato, Matt como Daredevil decide enfrentar definitivamente a Halloran y averiguar detrás de quién está la figura de Bull’s Eye, y es en ese momento que sabremos que es la propia Eliza quien se ocultaba bajo esta identidad (en el comic original Bull’s Eye es hombre, otro cambio relevante del texto, y que potencia esta lectura desde “La bella y la Bestia” y el amor platónico). De este modo se nos hace más claro la frialdad con que ella opera, y que es lo que impidió que Matt pudiera “leerla” de manera más clara. Eliza no solamente engaña a Murdock, sino también a Halloran y lo asesina en frente de Daredevil. Paradójico es el hecho de que para matarlo le lancé un cuchillo al ojo, y que, ante la sorpresa de Matt, añada irónica “Dicen que el amor es ciego ¿no Matt?”.
En este sentido, es curiosa la forma en que Eliza logra “enceguerse” para el resto, que nadie sea capaz de poder verla realmente. Y es en este personaje donde opera más fuertemente la lógica anti-oculocentrista, en la medida en que estamos incapacitados para acceder a la verdadera esencia de una persona desde nuestros sentidos, principalmente la vista. Todos pueden observar el comportamiento de Eliza, notar sus movimientos y gestos, pero ninguno es capaz de verla realmente como ella es, de reconocer que, tras la fachada hermosa, está la verdadera bestia. (y que invierte el modelo clásico propuesto).
En este caso, Eliza es absolutamente consciente de la real debilidad del héroe, la cual no radica en su ceguera física como impedimento o enfermedad. Sabe que esta condición carencial no lo ha limitado, por el contrario, reconoce que en aquello está su principal fortaleza, pero también comprende de mejor forma que la ceguera no sólo puede ser física, sino metafórica, que nuestras emociones son las que no nos dejan ver, nos engañan. Eliza, como elemento anti-oculocentrista, asume esta posición de conocimiento y la aprovecha para sus fines, utiliza la ceguera en su aspecto catacrético más tradicional: la ceguera como la incapacidad de acceder al conocimiento. El dispositivo que ella usa para este fin es muy simple, es la venda del amor, que Schor ha identificado muy bien como un motor de ceguera metafórica. El propio Daredevil, en el enfrentamiento final con Eliza-Bull’s Eye, señala “debería haberlo sabido. Pero fui demasiado orgulloso”. Matt quiso confiar, sufrió del llamado “amor ciego”, en donde sólo idealizó aquella imagen que no podía realmente aprehender desde el plano fisiológico. Por su parte, Eliza, a sabiendas de que luchar con Daredevil en la oscuridad la llevaría a la derrota fácilmente, le señala con familiaridad, y cierto dejo de ironía “Vamos Matty, no quiero llevarte a un lugar donde no pueda verte”, pero luego agrega una frase que refuerza la idea de la ceguera como visión o comprensión, frente a la verdadera falta de vista que es el ver: “pues ver es creer”. De este modo, esta novela gráfica opera bajo la lógica de Víctor Hugo, pero presentada a través de un esquema invertido. Aquí no hay bella ni bestia, hay un diablo (Daredevil), que enceguecido físicamente accede realmente a la visión del amor, queriendo creer y enamorándose rápidamente de esta mujer, al confiar (valga la redundancia) “ciegamente” en sus otros sentidos. Por su parte, la “Bella” Eliza, es más bien la Bestia, pero en un sentido que también podría ser figurado. Bajo su apariencia hermosa y atractiva, esconde una personalidad sociópata y que ve en el amor (y su ceguera) el arma más letal para derrotar al héroe.
El epílogo nos mostrará el encuentro definitivo entre los dos grandes antagonistas: Daredevil y Kingpin. En este diálogo final, podemos establecer la relación de complementariedad tradicional entre ellos, en la cual el héroe no se podría definir sin su villano, pero que también implica que la razón de ser de Matt es ser Daredevil, sin lo cual, se convertiría en la figura monolítica del ciego como el débil (y asumiendo una lectura oculocentrista de la ceguera). Finalmente, Fisk plantea la idea que será el centro de esta obra, y que es la verdad como un elemento que se construye desde la duda. Irónicamente Fisk le señala a Matt que le ha hecho un obsequio, le ha permitido ver la verdad, le ha devuelto la duda, porque superada su ceguera en otros sentidos, él ha confiado totalmente en ellos, y ha construido una verdad que es fija, pero que lo ha engañado. Desde la perspectiva antioculocentrista, el estar ciego es otra forma de ver. Ponemos nuestra confianza total en la visión y erramos, por lo tanto, para el Kingpin, el regalo de la desconfianza en nuestros sentidos nos permite buscar otras formas de mirar, de concebir el cuerpo, de desarrollar un nuevo lenguaje corporal. En ese sentido, dudar también es estar ciego, pero no fisiológicamente, sino que dudar es desconfiar de lo que vemos y sentimos, para desde ahí construir la esperanza en otras posibilidades de percepción. La ceguera planteada como un nuevo camino hacia una verdad.
- [1]Interesante es la ejemplificación con el cáncer, enfermedad que se ha visto metaforizada cargándola de negatividad. Frente a un mal que se expande es habitual encontrar expresiones que remiten o se derivan del cáncer, tales como “el cáncer de la delincuencia”, “Hay que extirpar el tumor de esta sociedad”, etc. Para Sontag, dicha asimilación de la metáfora es altamente nociva, porque asume en el lenguaje una capacidad para conformar la realidad, y en ese sentido, en sus palabras “Las metáforas y los mitos, estoy convencida, matan.” (Schor 77)