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¿Qué pasa con los X-Men? ¿Por qué el grupo que supo ser la estrella de Marvel durante décadas hoy son los mendigos del universo? Si hace 15 años me decías que los Avengers iban a ser la franquicia número uno de Marvel no te lo creía y me reía en tu cara. Recuerden, si es posible, aquellos días felices de finales de los 90s, en los cuales los mutantes dominaban los puestos de venta hacía ya más de dos décadas. A pesar de unos 90s completamente olvidables en manos de gente como Scott Lobdell (igual desde estas líneas quebramos una lanza por el amigo Lobdell: tuvo la fea tarea de continuar a Chris Claremont luego de 17 años, agarró la franquicia más popular en tiempos gráficamente horribles post-estallido Image y la mantuvo funcionando, produciendo, incluso, de vez en cuando, alguna serie, concepto o personaje notables, como Generación X), Fabian Nicieza y Howard Mackie, los X-Men seguían funcionando en base a la aceitada formula Claremont: romance, subplots que se desarrollan a lo largo de años hasta que estallan, una ligera pátina de absurdo, y la sensación de que eran la base comercial del universo Marvel a la vez que este poderío económico permitía que sus aventuras transcurran sin tener que prestarle atención al resto del universo, sin funcionar, necesariamente, como su columna vertebral. Un reino independiente y rico, insular.
Al menos hasta Onslaught. Ese infame crossover que impulsó el temprano retorno de Jim Lee y Rob Liefeld a Marvel para trabajar en los personajes “olvidados” durante la larga noche de los mutantes también sembró las semillas para la eventual re-ascensión de los Avengers como la franquicia número uno de Marvel. A partir de allí, cuando descubriesen que contratar a Rob Liefeld para los Avengers no era una buena idea, Marvel relanzó sus títulos con un bienvenido retorno al clasicismo que los hizo grandes. De todas las series la más exitosa en términos de ejecución e historias fue los Avengers de Busiek y Perez, quienes retornaron al formato “algunos grandes héroes + personajes secundarios capaces de sostener sus propias historias” que había tenido tanto éxito en el pasado.
Mientras tanto, los X-Men caían en las manos de Grant Morrison (2001-2004), quizás el último guionista que buscó el futuro en la serie. Es un lugar común decir que Morrison explota las premisas de los títulos que toma de tal modo que luego de él se vuelve difícil continuar la serie, pero en el caso de los X-Men la larga decadencia de esta pasada década parece producto de decisiones editoriales conscientes que buscan sepultar todas sus innovaciones antes que de una parálisis de los autores. Morrison explotó la metáfora de la minoría implícita en los X-Men para volverlos, finalmente, una subcultura, con barrios mutantes, moda mutante, mutantes feos y poco eficientes con sus poderes, rebelión mutante y drogas mutantes.
A la vez, todo estaba envuelto en una crítica a las principales figuras alrededor de las cuales giraba el conflicto “ideológico” de la serie: Xavier y Magneto, quienes eran presentados como líderes arcaicos que debían ser reemplazados. El foco de Morrison se movía de los mutantes como minoría política a los mutantes como forma de vida, como alegoría de ese momento post-adolescente en el cual querés remodelar tu imagen y tu personalidad hasta que sea irreconocible, y a la vez incrementa sus números para que, al fin, sean tratados como un elemento social tan grande que no pueda ser ignorado.
A partir del momento en que deja la serie estas son algunas de las decisiones creativas a las que Marvel ha sometido a los mutantes:
- Lanzar House of M, el primero de un montón de malísimos crossovers guionizados por Brian Bendis (vamos, que no hay un crossover de Bendis que valga la pena), el cual a la vez servía como continuación de Avengers Dissasembled la saga que destruía a los Vengadores de Kurt Busiek para dar a luz a un nuevo equipo basado en la lógica de “cuanto más taquilleros son los personajes que pertenecen al mismo mejor”. Allí la Bruja Escarlata pronunciaba la famosa frase “No More Mutants”, dejando solo 198 mutantes en todo el mundo, un retroceso absurdo y voluntario de las posibilidades abiertas por Morrison.
- Desperdiciar a Ed Brubaker en una saga del espacio que sirve como “conmemoración” del 30 aniversario de Giant Size X-Men #1 (el número en que se inventaron los X-Men modernos) pero termina siendo una excusa para resolver un argumento de los 90s (¿qué paso con el Tercer Hermano Summers?) e introduce otro retcon, la existencia de un grupo de mutantes previo a aquellos presentes en el relanzamiento de Len Wein y Dave Cockrum, que abona la teoría de que Charles Xavier es cuando menos peligroso y cuando máximo un perverso que gusta de ver morir adolescentes.
- Poner a Matt Fraction a hacer algunos de los peores comics de su carrera con unos X-Men sin rumbo que viven en San Francisco porque “es una ciudad progre en donde va a estar todo bien con ellos”, escribiendo unos diálogos espantosos en donde los personajes intentan más ser cool de lo que son efectivamente. La única idea interesante de este período: Utopia, la ciudad flotante construida sobre las bases del Asteroide M de Magneto (otro vestigio de los 90s) y la incorporación de Namor como personaje buscapleitos y bocón disruptivo.
- Crear a Hope Summers, el pivote alrededor del cual giran las historias de los años 2008-2012. Hope Summers retorna a una idea clásica de los X-Men: el personaje mesiánico capaz tanto de salvar a la humanidad o destruirla, unido a los futuros alternativos oscuros. Además, profundiza la dinastía Summers al hacer que sea criada por Cable, dándole un nieto a Scott y un hijo al mutante biotecnológico. La larga saga de persecuciones y disputas para atrapar al macguffin con forma humana que quizás rescate a los mutantes del cul de sac impuesto editorialmente se extiende a lo largo de varios años, hasta que finalmente Hope cumple con su objetivo y despierta a una serie de nuevos mutantes, los primeros desde que Marvel se disparó en el pie intentando cancelar su futuro.
- Todo esto con el trasfondo del ascenso de los Avengers como franquicia número uno, que lleva finalmente al enfrentamiento entre ambos equipos, instigado por la llegada de la Fuerza Phoenix a la Tierra en búsqueda de Hope, con los Vengadores temerosos de que destruya a todo el planeta. Enmascarado como otra diferencia entre héroes acerca de los límites éticos de la violencia y las acciones preventivas, terminaría con Hope dispersando la energía del Phoenix y, finalmente, luego de años de estancamiento, reiniciando el crecimiento de la raza mutante. Cumplido, entonces, su rol narrativo, Hope queda olvidada, luego de ser convenientemente utilizada para mantener las ruedas de la raza en movimiento por una temporada.
- El enfrentamiento entre Cyclops y Wolverine instigado por un mutante híper poderoso (Quentin Quire) haciendo cosas malas de forma pública, lo cual despierta la discusión acerca de si los X-Men preparan a sus jóvenes para ser soldados o agentes de paz, y si está bien utilizar a adolescentes como armas. Schism, como fue llamado el evento, fue otro eslabón en la única idea que parece tener Marvel desde 2007 para acá: enfrentemos a los héroes. De allí salía un Cyclops aún más militante y un Wolverine en plan “patriarca venerable”, con su propia escuela de inadaptados que remitía bastante a la etapa de Morrison y fue uno de los puntos más felices de estos diez años.
- Llamar a Bendis para que revitalice los títulos después de su (larguísimo, insoportable, inmundo) pasaje por los Vengadores, cosa que intentó dividiendo al grupo entre la facción de Cíclope, totalmente extremista e incluso terrorista, y la escuela de Wolverine, donde aparecen los cinco X-Men originales transplantados en el tiempo por un experimento de la Bestia. Nobleza obliga: los números de los X-Men adolescentes intentando encontrar su lugar en un universo mucho más oscuro y complejo son de las mejores cosas de Bendis de los últimos años. Pero la serie de Cíclope y su pandilla de inadaptados incurre en los peores vicios del escritor y finalmente no conduce a ningún lado, dando la sensación de que el pelado no tenía mucha idea de hacía donde llevar a los X-Men como entidad.
- Pero como Marvel es un conejo dopado con anfetaminas incapaz de mantenerse quieto, los últimos dos años vieron un nuevo relanzamiento de los X-Men, ya esta vez a manos de autores bastante secundarios. Además, el incidente que marcaba la nueva etapa consistía en un nuevo acorralamiento del concepto X-Men: los Inhumanos liberan la Niebla Terrigen en el mundo como una manera de alcanzar su potencial y esta demuestra ser tóxica para los X-Men, quienes comienzan a caer como moscas. Porque no se pueden tener dos minorías con poderes en un mismo universo, la gente se confunde.
- Lo cual nos lleva al momento en que estamos ahora: Inhumanos Vs. X-Men, el nuevo evento que lleva a algo llamado ResurreXion en el cual no solo se relanzan a los X-Men sino también a las creaciones de Jack Kirby.
Pueden ver el problema: una serie de movimientos que van arrinconando a los X-Men, descentrándolos de su lugar de privilegio en el universo Marvel, restringiéndolos simplemente a la metáfora de la minoría perseguida que se militariza progresivamente, aislándose del universo que la contiene. En ese sentido, la consecuencia narrativa que implica la caída en desgracia y éxodo de los mutantes de los primeros puestos de venta puede ser leída como una consecuencia del endurecimiento de sus posiciones políticas. Si se traslada el foco de la integración y la normalización a la defensa y preservación es natural que te separes de la sociedad más amplia.
Por otro lado, esta discriminación tiene un motivo más prosaico: la influencia del mercado cinematográfico y el hecho de que Marvel no cuenta con los derechos fílmicos de los X-Men, motivo que llevó, según cuenta la leyenda, a que Ike Perlmutter (CEO de la división editorial, hombre hecho a sí mismo, aliado de Trump, fóbico de las fotos y las apariciones públicas), dé la orden de ningunear a los mutantes, llevando a su eventual desaparición de la línea editorial o al menos a su irrelevancia.
Este edicto no escrito va acompañado de una decisión de no crear personajes nuevos en las series X, con lo cual la lógica de reemplazo generacional de los X-Men, vigente desde Giant Size X-Men y los New Mutants es arrojada por la borda. Esto también signa el ascenso de los Inhumanos (de quienes Marvel si tiene los derechos para el cine y que son personajes hermosos pero que no sé si se bancan la masividad) como reemplazo.
Hay, sin embargo, un tercer factor más interesante en la decadencia de los X-Men, en su eclipse conceptual, narrativo, político. Es una serie que ha matado a todos sus padres. En algún momento los X-Men trataban, en primer lugar, sobre un enfrentamiento ideológico entre facciones, y luego sobre minorías y, enterrado muy al fondo, sobre la evolución de la raza humana. Morrison mata a Jean Grey (quién por suerte jamás volvió) y posiciona a Cíclope y Emma Frost como el futuro. En el 2012 Ciclope mata a Xavier, aniquilando la posición pacífica de integración y diálogo. En el 2014 muere Wolverine, que había quedado como el heredero (rarísimo) de Xavier. El año pasado, finalmente, matan a Cíclope. Y Magneto quedó reducido a un actor de reparto que se pone a las órdenes de alternativas más extremistas.
Porque si los X-Men del 2005-2015 son la historia de algo, ésa es la historia de la caída de gracia de Cíclope, de su talibanización progresiva y las decisiones cada vez más extremas que toma un referente a la hora de sentir que lo que protege se le va escapando de las manos. En ese sentido, es una tragedia y el mejor uso del personaje desde siempre, aunque los eslabones de esta desgracia se encuentren regados de manera fragmentaria a lo largo de un millón de comics mediocres, culminando con su patética muerte, solo e indefenso y habiendo cambiado absolutamente nada del mundo, a manos de la M-Pox, la enfermedad producto de las Nieblas Terrigen.
Entonces, ¿Qué pasa con una franquicia que aniquila simultáneamente su futuro y su pasado y que se queda sin líderes? Por un lado algo bastante revolucionario, aunque haya sucedido de forma por completo accidental: la progresión narrativa. Por otro lado, esta progresión narrativa lleva de forma paradójica a un callejón sin salida que los consigna a la irrelevancia. Y Marvel se queda sin rueda de auxilio para cuando, como está comenzando a suceder ahora, la sobre-explotación de los Avengers llega a su punto de saturación.
Algo de eso se refleja en los relanzamientos de ResurreXion, que traicionan un olor a nostalgia increíble. A pesar de que el edicto en contra de los mutantes parece estar relajándose, nada visto en esos títulos indica un camino hacia adelante: uno recuerda a Generación X, otro a los New Mutants, otro a los X-Men de Claremont, otro a los X-Men de los noventas. Y si bien la nostalgia y el eterno retorno de lo mismo son elementos constitutivos del género de superhéroes, la cruel sensación que queda es la de un concepto sin agencia, de una idea que agotó sus permutaciones, incapaz de ejercer modificaciones ya no en el universo más amplio, sino también en su propio nicho. Y de una forma un tanto excéntrica, el sueño se terminó: no solo el sueño de Xavier, sino también la idea de que una pandilla de inadaptados sociales que se la pasan peleando entre ellos podían triunfar frente a la lógica de los nombres más poderosos.
Muy buen artículo, coincido plenamente. En mi caso en particular lo último interesante que leí de X-men fue el All-New cuando reingresaron a los personajes clásicos jóvenes. Debo haber leído hasta el 10 más o menos y no lo seguí más. Me aburrió la poca creatividad de las historias y lo desaprovechados que quedaron esos personajes en el collage de series de Bendis. También es cierto que un bastión inigualable era Immonen y que cuando se fue, la serie perdió muchísimo. Siempre fueron mis personajes preferidos y realmente me dejó mal lo que hicieron con ellos, le pongo una ficha al nuevo Resurexion, pero hasta ahí.
La parte donde afirmas que “relanzan no solo a los X-Men sino tambien a las creaciones de Jack Kirby” es deliciosamente redundante. Cuanto tiempo mas van a poder exprimir una decada de ideas, por buenas que sean?
Muy buena la reseña, realmente el derrotero mutante desde que Whedon se tomo el palo a Hollywood ni siquiera alcanza el minimo umbral de ser divertido de leer. (El unico bache para mi es que no mencionaste a X-Statix, el otro intento de llevar a los mutantes a algun lado de importancia en la cresta del siglo)