Por José Luis Cancio
Inuyashiki Ichiro es japonés. Tiene cincuenta y ocho años, pero parece de setenta. Sus hijos no lo respetan y se sienten avergonzados de él. Su mujer lo ve solo como una fuente de manutención, la gente lo ignora y el único que le brinda cariño es su perro. Además, su médico le anuncia que tiene cáncer y que dispone solo de unos meses de vida. Pero todo cambia cuando saca a pasear a su mascota a una plaza y muere en una explosión accidental provocada por extraterrestres.
Los aliens, a los que nunca vemos, descubren que tienen un problema. Para evitar que se sepa de esta intromisión en la tierra, deciden reconstruir a Inuyashki a su imagen y semejanza original, pero con el equipamiento de un arma bélica alienígena. A partir de ahí, por supuesto, la vida de Inuyashiki cambia por completo. Después de dudar de su humanidad, logra dirigir sus nuevas cualidades. Decide ayudar a la gente que sufre, a los olvidados y a los débiles. El problema empieza cuando Inuyashiki se entera que había otra persona con él en el momento del impacto y que tiene sus mismos poderes. Un joven con muy poco sentimiento afectivo hacia los demás, un ególatra de la modernidad, un psicópata asesino.
Last hero Inuyashiki es el nombre de esta manga publicado desde el 2014 en la revista Evening por la editorial Kodansha, y editada en forma local por Ivrea Argentina. Su autor no es un novato: Hiroya Oku es el creador de Gantz, unos de los mangas para adultos más exitosos de los últimos tiempos.
Su protagonista principal, Inuyashiki, es el representante del hombre vacío, sin cualidades ni particularidades. La utilización de este personaje anónimo atraviesa todo el arte del siglo XX: el hombre gris y mecanizado de las grandes ciudades, pero de quien se espera que surja el Hombre del porvenir, el hombre nuevo, el hombre del futuro. En Last Hero… Oku logra continuar y profundizar ciertas problemáticas contemporáneas ya planteadas en Gantz: el bullying, el fracaso de educación moderna, el maltrato a la tercera edad y el suicidio (Japón tiene uno de los índices de suicidios más altos del mundo, ostentando la escalofriante cifra de 24.025 suicidios en 2015, aunque han bajado por sexto año consecutivo)
Pero en su nueva obra Oku va más allá, lanzándose al vacío y abrazando una temática mítica. El mundo de Last hero Inuyashiki es de los cyborgs, un mundo de sociedades propias del siglo XXI, de gobiernos ausentes, de ciudades deshumanizadas. Es el universo de la violencia adolescente, de las mafias yakuzas del narcotráfico y del avance tecnológico. Un mundo regido por la falta de amor al prójimo.
Dentro de todos estos escenarios clásicos del manga, la obra de Oku mira más allá. Basándose en el interrogante central de la filosofía griega y de religiones como el budismo, el taoísmo y el cristianismo, se formula una pregunta común en las sociedades de todos los tiempos: ¿qué es el ser humano?
No importa que en la actualidad se vea a la historieta con otros ojos. Más allá del impulso de artistas de renombre a nivel mundial, en occidente todavía se ve al manga como un entretenimiento de un nivel artístico inferior. Para muchos intelectuales y periodistas especializados, es imposible equiparar cualquier manga a novelas gráficas como Maus o Persépolis, con la excepción de la producción de algunos consagrados, como Hayao Miyazaki y Osamu Tezuka. Por suerte, y a pesar de los otakus, las nuevas generaciones empiezan a torcer esta mirada despectiva hacia el manga. Un artista como Oku viene a recordarnos que el arte contemporáneo no está muerto y se inscribe en el tiempo presente, día a día.
Con un pulso narrativo cinematográfico explicito, la historia de este manga fluye en un dibujo hiperrealista en donde los fondos multiplican la tradicional preeminencia de lo que se denomina efecto máscara, superando, por momentos, al dibujo de Akira, de Katsuhiro Ōtomo. La violencia gore de algunas secuencias, como la de la pelea con los yakuzas, y el uso de página completa, se complementan con momentos emocionantes, como las escenas en que el personaje dialoga en soledad con su perro.
Oku logró algo casi imposible. Sin golpes bajos y con un alto nivel de calidad, escribió y dibujó una obra fundamental sobre el espíritu de nuestro tiempo. Pero con un giro, un tour de force esencial. Al contrario de lo propuesto por los maestros del género fantástico y de la ciencia-ficción, como La máquina del tiempo de Wells o el Terminator de James Cameron, en Last Hero… el más humano de la historia resulta ser un cyborg que duda de su humanidad y que dispone de un poder de destrucción letal inimaginable. Oku nos muestra a alguien que, en el fondo de su conciencia, en el centro de su corazón digital, tiene la capacidad de ponerse en el lugar del otro y que elige sacrificarse por los demás.
Sí la empatía es una habilidad social básica, como cualquiera de las habilidades sociales, no se nace con ella. Se puede entrenar, modificar y mejorar. Last hero Inuyashiki abre un nuevo campo en el universo del manga, siguiendo los pasos de algo que ya había iniciado Osamu Tezuka en su obra maestra, Astroboy: un universo en donde se pretende mostrar y enseñar un sentido de una ética basada en valores humanos y en el espíritu de la razón.
Jose Luis Cancio es documentalista. Egresado del CIEVYC. Dirigió los largometrajes documentales Rayo Rojo (1999) y Hora Cero (2002). Trabaja como guionista en el Canal de la Ciudad y para diversas productoras. Es profesor titular de Taller de Creación V, Documental, en la Universidad de Palermo. Fue Asistente de Dirección en films Dirigidos por Martín Rejtman y Andrés Di Tella. Lector de historietas.
Excelente crítica. Me dieron ganas de buscarla.
¡Gracias!