Por Quique Alcatena
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Un Policía Verde
Otra historieta que tiene que ver con el cuarto planeta es una de las más distintivas de la Edad de Plata, aunque, paradójicamente, nunca gozó de gran popularidad y se la suele olvidar a la hora de referirse a las más emblemáticas de esa época. Y eso que fue una de las más longevas: duró desde noviembre de 1955 hasta marzo de 1968, pero nunca fue más que una historieta de “relleno”, primero en Detecive Comics y después, salvo un breve período en el que inclusive tuvo tapa propia, en House of Mystery.
La historia cuenta que la Silver Age del comic estadounidense comienza cuando regresan los superhéroes. Es verdad que Superman, Batman y Wonder Woman, los únicos sobrevivientes después del colapso editorial de principios de la década, nunca se habían ido, pero no levantaban olas. Ahora bien, cuando el nuevo Flash de Schwartz, Fox, Infantino y Kanigher salta veloz hacia el lector desde la portada de Showcase en octubre de 1956, los superhombres, luego de un hiato de muchos años, retornan triunfales para quedarse y hacer suyo el mercado de la historieta de ahí en más.
Pero a pesar de su índole fundacional y la fuerza icónica de su imagen, no fue Flash el primer superhéroe que la DC urdió a mediados de los ‘50: casi un año antes, el escritor Joseph Samachson y el dibujante Joe Certa habían traído a uno de Marte para protagonizar su propia serie en las páginas de Detective Comics, como complemento de la de la estrella de la revista, Batman. Los lectores apenas repararon en el recién llegado de Marte.
Es que para muchos el Detective Marciano nunca pudo sacarse de encima su carácter de segundón, una especie de Supermán venido a menos. Además, su aspecto no jugaba a su favor. Era humanoide, sí, más no un semidiós apolíneo como Superman. Era calvo, y verde, y feo (por lo menos al principio). Es decir, conformaba a la perfección el prototipo del marciano, o extraterrestre en general, que imperaba en la época: el de los little green men (aunque, en el caso de J’onn J’onnz, lo de little no corría: hubiera sido demasiado…).
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A pesar de que nunca se desarrolló en profundidad su cualidad de náufrago interplanetario, como muy bien se hizo con el hombre de Krypton por aquellos mismos años, ese patetismo intrínseco estaba presente en la raíz del personaje. Arrancado de su planeta por un rayo teletransportador, J’onn J’onnz (ya adulto, no un niño como Kal-El cuando su nave atracara en la Tierra), descubre que, al morir el científico que lo trajo involuntariamente a nuestro planeta, y al ser éste mismo el único que sabía operar la máquina teletransportadora, no podrá regresar a Marte. Cosa extraña, si pensamos que eran innumerables las historietas de la época en las que se trataban los viajes interplanetarios, pero no nos pongamos quisquillosos. Así, el marciano, gracias a su poder de transformación, se convierte en John Jones, detective de la policía (“Julio Jordán” en la inefable versión de Novaro), y combatirá el crimen con sus poderes marcianos.
Al principio era John Jones, su alter ego, el verdadero protagonista de historias policiales (al fin de cuentas, la revista en la que aparecía era Detective Comics). Los argumentos eran más o menos pedestres; los relatos, de pocas páginas. La imagen fantasmal de su verdadera identidad, con gorilescos y protuberantes arcos superciliares, apenas se insinuaba sobre el hombro de Jones en algún que otro cuadro. Pero con el correr del tiempo el elemento fantástico fue cobrando más relevancia, y al igual que Clark Kent, John Jones no vacilaba en convertirse en el Detective Marciano, con capa y todo, para combatir a científicos locos, monstruos, invasores extraterrestres, robots e ídolos sobrenaturales. Hasta tuvo en el caricaturesco alienígena Zook un infantil ayudante.
También con el tiempo Joe Certa lo volvió más apuesto, aunque nunca dejó de ser verde y calvo. Y es ahí donde, quizá sin darse cuenta, Jack Miller (que prácticamente desde el vamos había reemplazado a Samachson en los guiones) y el propio Certa introdujeron un elemento que haría única a esta serie, si bien nadie pareció darse cuenta. J’onn J’onnz no era un WASP (White Anglo-Saxon Protestant), como la inmensa mayoría de sus cofrades superpoderosos. El color de su piel hacía de él un “Otro”; pero lejos de volverse objeto de persecución y discriminación, el marciano era aceptado y admirado. Claro, era verde, no negro: aún faltaban unos años para que Lee y Kirby desafiaran los clichés con Black Panther. La vuelta de tuerca que planteaba el Detective Marciano en la concepción tradicional del héroe era quizá todavía tibia y simplista, pero vuelta de tuerca al fin.
Versiones posteriores del personaje, principalmente en las décadas de los ‘80s y ‘90s, profundizarían en el aislamiento y soledad como temas dominantes en la discontinua historia editorial del marciano. Así es en la miniserie escrita por DeMatteis y dibujada por el radicalmente experimental Mark Badger, y en la serie de Ostrander y Mandrake, épica y oscura. Los mismos elementos asoman en la magistral recreación de los macartistas años cincuenta que Jones y Barreto despliegan en “American Secrets”… Lejos, muy lejos, había quedado el tono ligero e ingenuo de las primeras aventuras.
Es que en la Edad de Plata estas historietas estaban destinadas a un público infantil, lo que no obstaba para que desplegaran una fantasía y riqueza de ideas admirables. Lamentablemente, los superhéroes, hoy en día, han descuidado al lector de corta edad. Un tratamiento “realista” y pseudo-nietzscheano parece haberse enseñoreado del género, que ha descartado ese aire estrambótico y divertido, como tan bien lo definiera Fernando Calvi. Pocos recuerdan a Joseph Samachson, a Jack Miller, y sobre todo a Joe Certa, un notable dibujante. Pero ellos nos enseñaron que no todos los marcianos quieren conquistarnos.
Enrique “Quique” Alcatena (Buenos Aires, 1957) es dibujante e ilustrador. Comenzó su carrera a mediados de los 70s colaborando como ayudante de Julio César “Chiche” Medrano para la Editorial Récord. En 1976, publicaría su primera trabajo, Bushido (1976) para Pif Paf. Junto al guionista Ricardo Barreiro publicaría a fines de los 80s en la revista Skorpio La Fortaleza Móvil, El Mago y Mundo Subterráneo. Sin duda sus obras más reconocidas son las producidas junto al guionista Eduardo Mazzitelli, tales como Acero Líquido, Metallum Terra, Barlovento, Hexmoor, entre muchas otras. Fanático y profundo conocedor del cómic norteamericano, especialmente de la Silver Age, ha tenido la posibilidad de trabajar para el cómic mainstream de los Estados Unidos como entintador y dibujante: en Marvel (Conan el Bárbaro, What if?) y en DC Comics (Hawkworld, Batman, Flash, Green Lantern). Sus relatos suelen estar fuertemente imbuidos en las diferentes tradiciones mitológicas y folklóricas del mundo, y su trazo es rápidamente reconocible dentro por su refinamiento sumado a una gran predilección por lo fantástico.