En esta sección le pedimos a alguien que elijan una obra, secuencia, portada o viñeta y presenten su mirada y el por qué de su elección. En esta ocasión, Andrés Accorsi elige “La Cizaña”, una historia de Asterix, de René Goscinny y Albert Uderzo.
Después de toda una vida leyendo historietas en cantidades inhumanas, elegir una sóla es un desafío bravísimo. Son cientas las historietas que a uno lo han transformado, que lo han moldeado como lector e incluso como ser humano y la verdad que destacar a una sóla cobra visos de ordalía. Pero bueno, hay una que leí chotocientas veces a lo largo de mi infancia y adolescencia, y que traté de releer hoy, para redactar este artículo. Fue al pedo: me la acordaba de memoria.
Me enamoré de Astérix allá por 19… 77, creo. Yo era chico, y Editorial Abril publicaba algunos álbumes de esta creación de René Goscinny y Albert Uderzo en Argentina, en formato revista, sin ponerle mejor papel a las tapas. Una tarde me vino a visitar mi tía Bibi, con un ejemplar de Astérix y Cleopatra, editado por Abril. Fue mi primer contacto con el galo, sus amigos, su entorno… Me acuerdo que me pareció maravilloso que en la portada te contaran cuántos kilos de papel usaron los autores, cuántos litros de tinta, cuántas gomas de borrar… Faltaban muchos años para que me diera cuenta de que era una parodia a las superproducciones de Hollywood onda Cecil B. DeMille. Para mí eran datos valiosísimos acerca de cómo corno se hacía una historieta, algo que a mis nueve años me obsesionaba.
De la noche a la mañana, las ediciones de Abril desaparecieron de los kioscos y empezaron a llegar las de Grijalbo, impresas en España, con mejor papel, mejores portadas y los diálogos (traducidos por el maestro Víctor Mora) escritos en un español que claramente no era el nuestro. Estos álbumes no eran baratos, con lo cual pasaron a ser un “premio por sacarse buenas notas en el cole”. Nunca me saqué mejores notas que en el tiempo que me tomó juntar los 24 álbumes de Astérix. Por suerte mi hermano también se había cebado mal con las aventuras del galo, y él también, cada tanto aportaba una buena nota, que significaba un tomo nuevo en la colección. Cuando tomó la comunión, le regalaron dos… ¡y de la edición en tapa dura!
De todos esos álbumes gloriosos de Grijalbo, el que más veces leí, el que me aprendí de memoria, el que me conquistó de punta a punta, fue La Cizaña (La Zizanie, 1970), aquella aventura en la que el plan de Julio César para doblegar a los galos rebeldes consistía en romper los fuertes vínculos de fraternidad y solidaridad que los unían. Para eso contaba con los servicios de un meta-humano, un tipejo normal, con poderes extraordinarios: Tulius Detritus, cuya escueta humanidad emitía una especie de “aura de discordia”, que sacaba lo peor de los demás y los hacía discutir y hasta irse a las manos por cualquier nimiedad. El plan del César se empieza a desarrollar recién en la página 9. Hasta ese punto, Goscinny se dedica a mostrarnos el alcance de los poderes de Detritus, en dos secuencias formidables, una en el Senado de Roma y la otra a bordo del galeón que transporta al villano a la Galia, y que obviamente será interceptado por el barco de los siempre desafortunados piratas de Barbarroja, un gag recurrente en las aventuras de Astérix.
Lo que viene después es la trama más atrapante de las que urdió Goscinny para esta serie. Los galos, peleados entre ellos, sumidos en la desconfianza, enroscados en las calumnias que hace circular Detritus (una especie de Héctor Magnetto avant-la-lettre), se convencen de que Astérix y Panoramix le entregaron a los romanos el secreto de la poción mágica, lo cual hace inevitable la derrota frente a las legiones del César. Nuestro héroe, su incondicional amigo Obélix y el druida se van de la aldea, ofendidos y a la vez decididos a constatar que los rumores son falsos. Sin sus mejores guerreros y sin Panoramix para preparar la poción, la aldea queda más desguarnecida que nunca y por primera vez, sentí que los galos podían perder.
Pero la verdad le ganará a la mentira, la solidaridad a las vanidades, la hermandad a los recelos, y finalmente Astérix y sus amigos le propinarán una paliza memorable a las huestes del imperio, e incluso se darán el lujo de sepultar al mismísimo Detritus con una artimaña aprendida del enemigo. Pero esta vez, entre la derrota de los romanos y el gran banquete final, nos esperan cuatro páginas, que resultan fundamentales. No son un mero epílogo, tampoco una moraleja. Es la mejor pelea de un álbum lleno de grandes peleas, que empieza con un round sólo de mujeres (y pescados) y termina con medio pueblo trenzado en una trifulca espectacular, salpimentada con diálogos magníficos y con una idea que a muchos nos rondaba la cabeza desde el principio de la serie… ¿por qué el jefe de la aldea es el gordo inepto de Abraracurcix y no el propio Astérix, que es el que siempre saca las papas del fuego? Obviamente Goscinny no resuelve esta incógnita, sino que enciende la mecha y se va, porque a estamos en la página 44 y es hora de servir el jabalí asado y amordazar a Asuranceturix para que no arruine la velada con sus canciones.
La Cizaña es un álbum fundamental, porque indaga en la faceta más humana de los guerreros galos. Los poderes de Detritus hacen que se saquen las caretas, que se digan en la cara cosas terribles que (aunque normalmente las callen) piensan unos de los otros. También es importantísimo porque es uno de los álbumes que mejor reparte el protagonismo. Astérix es central en la trama, como siempre, pero acá Goscinny le reserva roles importantes a casi todos los secundarios: desde la portada queda claro que personajes de relleno como Ordenalbafetix, Esautomatix (que hasta esta aventura sólo servía para disuadir a Asuranceturix de “afinar” la lira y cantar), Edadepiedrix o Karabella en La Cizaña tendrán escenas memorables y hasta varios romanos ganarán profundidad y carnadura a lo largo de estas páginas. Más adelante, Goscinny buscará continuar el camino trazado por La Cizaña y centrará otros guiones en el entramado político y hasta económico de la aldea gala. Pero esta es la primera vez que el poder distorsivo de la mentira enfrentará entre sí a los irreductibles guerreros que resisten la invasión romana a fuerza de poción mágica y buen humor.
Porque además, no nos olvidemos de que La Cizaña está repleta de chistes. Chistes verbales, chistes físicos, guiños sutiles para los conocedores de la historia del Imperio Romano, situaciones decididamente cómicas que matizan esta trama de discordia y mala onda, con el inconfundible sello de Goscinny y Uderzo. Hasta hay una splash-page que es un plano de la batalla principal contra las huestes romanas (La Batalla de la Aldea), repleto de gags visuales que le suman la faceta humorística a una de las grandes epopeyas bélicas protagonizadas por Astérix y su gente.
Por supuesto, para garantizar y potenciar la efectividad de los chistes es fundamental la labor de Uderzo, que acá se luce como nunca en una de sus especialidades: dotar de un lenguaje facial y corporal propios a un montón de personajes distintos. Las expresiones de los rostros son clave a la hora de reflejar la bronca, la desconfianza, la desolación, el desconcierto, todas las emociones que transitan los personajes a lo largo del álbum. Lujosos palacios, precarios campamentos, una aldea habitualmente apacible convertida en escenario de una especie de Civil War, el barco de los piratas y ese bosque siempre generoso son algunos de los escenarios en los que Uderzo nos obsequia su talento infinito para los detalles, para la acción y para el humor en todas sus formas. El ya nonagenario maestro detona en estas páginas todo su arsenal de recursos a un nivel de virtuosismo que me dejó helado (y me arrancó carcajadas) aún hoy, casi 40 años después de mi primera lectura de La Cizaña.
Obviamente en estos años leí muchas historietas gloriosas más. Muchas veces cerré un comic vibrando de emoción, convencido de que había leído la gema máxima, la obra cumbre del Noveno Arte. Pero ninguna de esas obras cumbre me hicieron volver tantas veces como La Cizaña. Creo que por eso la elegí y por eso la cito cada vez que alguien me pregunta cuál es mi aventura favorita de Astérix. ¡Disfrutadla, por Tutatis!
Andrés Accorsi (Buenos Aires, 1968) es licenciado en Ciencia Política y se desempeña en el ámbito de la Historieta desde 1987. En 1994 fundó y dirigió la revista Comiqueando, fue curador del Espacio Historieta del Centro Cultural Recoleta y fue traductor oficial de la DC Comics entre 1990 y 1995. Coordinó numerosos proyectos editoriales, y entre 1997 y 2006 se desempeñó como Coordinador Académico de la Escuela Argentina de Historieta, donde dictó cursos, talleres y seminarios. Actualmente dirige el sitio web Comiqueando Online, escribe el blog 365 Comics por Año, y trabaja en la organización de eventos culturales entre los que se destacan las Jornadas de Historieta de la Universidad de Palermo y el festival internacional de historieta Comicópolis.
Muy bueno el artículo
Andrés, no sé si viste la última peli de Asterix, adaptación de la residencia de los dioses, la primera pelicula de Astérix hecha en animación 3D.
Recomendadisima para sacarse el pésimo sabor de boca que te dejan las live-action (en especial la última, la de bretaña) ,además lograron capturar el trazo de Uderzo y darle volumen y profundidad.
En fin, para el que no la vio por favor hagalo y me gustaria leer su opinion al respecto Dr.
Lamento que no me alcance la vida para leer todo lo que me gustaría leer, ni para releer Asterix todas las veces que me gustaría releerlo.
Aprovecho para recomendar la edición reciente de Del Zorzal. No tendrá tapa dura pero está impecable. Esperemos que mantengan el nivel con la colección que empezaron con Lucky Luke.