Por Amadeo Gandolfo y Pablo Turnes
La serie de entrevistas “sobre los años 90s”, que en Kamandi vio la aparición de diálogos con Fernando Calvi, Lucas Varela, Gustavo Sala y Diego Agrimbau, en realidad no comenzó aquí, sino que se inició hacia finales del año 2013 en el ahora extinto sitio de crítica de comics español Entrecomics.
La década de 1990 supuso para la Argentina la consolidación definitiva de las políticas neoliberales iniciadas por la dictadura cívico-militar de 1976-1983. La gran consecuencia fue la desindustrialización acelerada y sistemática de la economía del país como parte de su readaptación en el marco de una globalización profundizada después de la caída del muro de Berlín. La historieta tal como se la había conocido en la Argentina, con todos sus avatares, subidas y caídas, estaba definitivamente acabada: las grandes empresas quebraron, las revistas desaparecieron, y la apertura al mercado mundial introdujo nuevos objetos como el manga o reactivó otros conocidos pero menores como el cómic de superhéroes norteamericano, y también sus variantes indies.
A su vez, esto coincidió con una generación que había crecido en dictadura y había experimentado el retorno al sistema democrático desarrollándose progresivamente como historietistas profesionales. Fue esa generación, que comenzó a ser publicada a fines de la década de 1980, la que vio desaparecer cualquier posibilidad de edición local en los viejos términos. A partir de mediados de la década de los ’90, se dieron una serie de intentos por autopublicar revistas que pudieran convertirse en espacio de creación y experimentación. Los resultados en general no fueron alentadores: casi ninguna pudo sobrevivir demasiado tiempo o conservar una regularidad deseable. Sin embargo, revistas como El Tripero, ¡Suélteme!, El Lápiz Japonés, entre otras, sentaron precedente y comenzaron a convivir con un circuito underground de fanzines que sumarían una masa crítica, la cual finalmente estallaría en internet y la novedad de los blogs en los primeros años del siglo XXI.
Queda, entonces, la pregunta: ¿qué sucedió en esa década de 1990? ¿Cómo fue esa experiencia entre el desasosiego y el riesgo, el desfondamiento y la vitalidad creativa y resistente? Intentando ir más allá de un discurso instalado que enfatiza lo puramente negativo y la cuestión industrial y masiva como el non plus ultra de la historieta, estas serie de entrevistas intenta abordar desde el testimonio de varios protagonistas de la época ese gran rompecabezas de un tiempo que comenzamos a mirar con creciente distancia, y al que ya podemos interrogar de otras maneras.
Por todo esto, y con el ánimo completista de que todas las entrevistas se encuentren en un mismo lugar, hemos decidido reproducir las mismas en Kamandi, continuando aquí con aquella dedicada a Sergio Langer, realizada en abril del año 2015.
La foto de portada fue proporcionada por el autor y es obra de Mora Langer.
Sergio Langer (1959, Buenos Aires) comenzó a publicar a principios de los ochenta en la revista Humor. De allí desplegó una intensa carrera en la cual pasó por El Periodista, el diario Sur, Clarín, Página/12, Inrockuptibles, Barcelona y revistas extranjeras como Newsweek y O Pasquim. Asimismo, fue uno de los fundadores de El Lápiz Japonés, mítica revista de diseño, arte e historietas argentina de los 90s, lugar donde se desempeñó junto con un colectivo de ilustradores, artistas plásticos, historietistas y escritores varios. El Lápiz Japonés pasó a la historia por la tapa de su primer número, donde aparecía el hombre de los cereales Quaker en una posición comprometida junto con una joven señorita. Esa tapa les hizo acreedores de un juicio por la compañía que se extendió cuatro años y les impidió hasta el día de hoy volver a reproducir la ilustración. Asimismo, la revista también se caracterizó por el vanguardismo de su propuesta gráfica y por su edición cuasi libresca.
A partir del 2003 creó a La Nelly, en conjunto con Rubén Mira, una mujer de clase media argentina, publicada en la contratapa de Clarín todos los días hasta 2010, cuando fue cambiada de sección. Asimismo, también creó a Mamá Pierri, otro ejemplar de la clase media, mujer autoritaria, filonazi, admiradora de Pinochet, del Duce y de Antonio Primo de Rivera.
A lo largo de su carrera lo han obsesionado las circunstancias sociales del país en el que nació y que vive pero también ha desarrollado una robusta reflexión sobre su condición judía y sobre los crímenes del nazismo, situación que lo toca de cerca ya que su madre fue sobreviviente de un campo de concentración y su tío luchó contra los alemanes en Stalingrado. Este es el foco de su más reciente libro, Judíos, editado por Editorial Planeta hace dos meses en una edición muy cuidada, de 350 páginas, que recoge su producción de los últimos diez años sobre el judaísmo junto con tiras e historietas nuevas realizadas especialmente.
Langer nos recibió en su casa del barrio porteño de Agronomía con el objetivo de charlar sobre su nuevo libro y la entrevista, a lo largo de casi dos horas, cubrió toda su carrera, sus personajes, su concepción de la política en Medio Oriente y de la clase media argentina, sus batallas en las trincheras de la historieta de los noventa y su presente.
Turnes: ¿Es como tener una licencia especial que un judío haga chistes incorrectos sobre judíos?
Langer: Claro. No es que yo me aprovecho de eso, yo hago lo que me sale de los cojones porque así es, porque es mi vida. Digamos, mi tío estuvo en Stalingrado, mi vieja estuvo en un gueto, mi tía estuvo en un campo de muerte. Yo lo mamé de muy chico, mis dibujos, mi humor, nacen de un dolor…de intentar comprender algo terrible, de poder metabolizar esa impotencia, tantas muertes. De pequeño lo expresaba dibujando guerras, soldados, explosiones…y de adulto, al dibujar le sume el humor, que es un mecanismo más sofisticado, más intelectual. Pero el objetivo, quizás inconsciente de mi psiquis era rescatarme de esa angustia, de tener a mi madre como testimonio viviente de ese horror… y creo que me rescató, porque así pude construirme como artista gráfico, porque pude publicar mis dibujos y ganar el enorme privilegio de vivir dignamente de eso. Un merecido premio, una merecida reparación.
Turnes: A ver si estás de acuerdo o no. Medio que se impuso, a través de laburos muy buenos como el de Art Spiegelman, pero también de trabajos como el de Joe Sacco, el de Marjane Satrapi, una especie de formato standard de “cómo tenés que contar estas cosas”. Si lo contás de otra manera te puede llegar a provocar algunos problemas…
Langer: Por ejemplo…
Turnes: Por ejemplo si lo encaras desde el humor negro. Muchas de esas obras pueden tener momentos cómicos, pero no son obras de humor negro. No vas a buscar reírte.
Langer: No, no… Lo que pasa es que yo hago humor, humor gráfico. Es otro género, distinto al de la novela gráfica de Spiegelman o Joe Sacco. Es un género que incluye a tipos muy disímiles como [Roland] Topor, Saúl Steinberg, Landrú [Juan Carlos Colombres], El Roto [Andrés Rábago García] o [Georges] Wolinski, por nombrar sólo a unos cuantos que me gustan, tiene algunos códigos en común, entre ellos el de provocar risa, dibujar con ironía, desde la sátira o la crítica social o pintar un mundo absurdo.
Lo que sí puede ser es que mi libro, al tener tanto material, entre dibujos, historietas y chistes, bocetos, testimonios de mi familia, fotos de archivo, un prólogo escrito por mí, contando porqué llego a ese lugar, de dónde vengo y algunas reflexiones, tematizando lo judío en mi vida, la conviertan en una especie de novela gráfica…sin ser una novela gráfica.
Lo que me llevó a incluir fotos de mi vieja, de mi tío, de mi bisabuelo y de algunos documentos, fue mi necesidad de poner toda la obra en contexto, que se sepa que mi historia es la historia de una familia judía, de sobrevivientes del Holocausto. Incluir ese material fue una suerte de paraguas protector que me dé inmunidad frente a, por ejemplo, alguna persona con mala leche que saque o recorte 20 dibujos y luego me acusen de antisemita o de racista, como ya me ocurrió alguna vez…
Ves, por ejemplo, acá está mi tío, en un bunker en Stalingrado. Las medallas estas [señala una página del libro donde hay reproducciones de fotos y recuerdos] todavía las tengo, este es un dibujo que yo le hice a él cuando cumplió 80 años. Hay una carta que yo le escribí a [Simon] Wiesenthal… Este era mi bisabuelo, Motl Cynamon, que murió congelado en los años 30 en Polonia.
Hay algunas historietas y un par de chistes que me gustan mucho y también retratos a lápiz que nunca había mostrado… Como me dijo Jorh [Jorge Lepera], el otro día, “¡Judíos es tu Álbum Blanco, Sergio!” y me pareció genial, una muy buena definición…es una bisagra en mi laburo de tantos años… así lo siento, como si fuera el fin de un ciclo.
Haciendo un poco de historia, yo le propuse a Planeta un libro que se iba a llamar Clase Media, hace cinco años atrás, que era una recopilación de mis historietas publicadas en la Inrockuptibles, una revista de rock y cultura de los años ’90. Pero el proyecto no prosperó… Creo que sacar un libro de humor y comics en el 2010 con todo lo que significó el menemismo era un poco anacrónico, no sé, no le encontré la vuelta… ¿No sé si conocieron lo que yo hice para la Inrocks?
Gandolfo: Si, ahí te conocí yo, mi viejo compraba la Inrocks porque le gusta mucho la música.
Langer: ¡Tu viejo debe tener mi edad!
Gandolfo: Es un poco más grande… Compraba la Inrocks y estaba tu tira que a mí, que habré tenido 13-14 años, me parecía una cosa completamente rara y me atraían mucho esos personajes que parecían hechos de caca… Y bueno ahí te conocí. Me sorprendía también la ferocidad que se expresaba en esa historieta.
Langer: Es que el cambio fue feroz, los countries y los barrios cerrados, las 4×4, la precariedad laboral…Era el neoliberalismo recargado y creo que con Clase Media logré reflejar esos momentos: la debacle, los saqueos, etc. Pero como les dije el proyecto no prosperó. Cuatro años más tarde me cayeron todas las fichas juntas. Me di cuenta que la suma de tantos años de dibujos, daba un libro. Entonces les propuse hacer Judíos, la idea les encantó y nos pusimos en marcha. Fue un laburo interesante porque a lo ya hecho, le sumé bocetos, dibujos que hice especialmente, historietas, chistes. Te diría que el 40% del libro lo hice en el último año y medio y te puedo asegurar que estuve dibujando hasta 10 minutos antes de que el libro entre a imprenta porque no quería que queden cosas en el tintero: Charlie Hebdo, las ejecuciones del ISIS, las decapitaciones filmadas, etc.
Gandolfo: Bueno, pero eso es también lo que le pasa al humorista gráfico, que trabaja de a puchitos, entonces nunca ve la concreción de La Obra, sino que va dejando pedacitos.
Langer: Sí, igual, de un tiempo a esta parte a muchos dibujantes, cuando están haciendo algo en un medio, no se les escapa que la suma de todo ese laburo te va a dar un librito, aunque sea. Entonces ya estás laburando a futuro. Por ejemplo, pegás una página de humor en la revista Haciendo Cine…
Gandolfo: Yo escribo en la Haciendo Cine.
Langer: [risas] Se me ocurrió Haciendo Cine porque justo mi colega y amigo Ayar [Ayar Blasco, dibujante, actor y director de cine] comenzó a colaborar con una página mensual. Ayar para mí es un capo. Y es un tipo que es reconocido, pero casi de culto, no en los grandes medios. Y me contó que a partir de Charlie Hedbo hizo un dibujo que salió en La Nación, o se lo pidieron, lo metieron en un blog. Después apareció en Página/12, y a partir de ahí alguien lo vio y le ofreció laburo en la Haciendo Cine, una página de humor, todos los meses con chistes de Ayar, después de 4 años tenés un libro… Yo creo que tenía contacto con los terroristas [risas].
Turnes: ¡¿Vos decís que fue un plan de Ayar B.?! [Risas]
Langer: Sí, obviamente…
Turnes: Me interesa que hayas mencionado lo de Charlie Hedbo porque con él lo veníamos charlando y queríamos consultarte al respecto, siendo un tipo que tiene un humor muy negro, complejo, ácido, como quieras llamarlo, te lo tenés que bancar.
Langer: Charlie Hedbo siempre fue un referente. Cuando los locos de Barcelona hicieron la revista tuvieron mucha inspiración de ellos, yo mismo tengo unas cuántas Charlie Hedbo en mi archivo. Existen varias publicaciones en el mundo que se inspiraron en Charlie Hebdo. Sin embargo, los tipos estos eran, básicamente, dibujantes, mientras que los de Barcelona son fundamentalmente periodistas. Fueron incorporando dibujantes. Ahora estamos [Esteban] Podetti, [Gustavo] Salas, El Niño [Javier] Rodríguez, [Diego] Parés. Y cada tanto hay dibujantes invitados en la Barceloneta, también pasó Jorge Fantoni y Dani The O [Daniel José Díaz]. Como verás una especie de selección de dibujantes sucios, feos y malos.
La matanza de París me afectó, había llegado a conocer al director, Charb [Stéphane Charbonnier] y a Wolinsky en Cuba hace 15 años atrás. Lo cual no significa nada, es anecdótico. Pero lo que les quería decir es que yo, si hubiese vivido en Francia, hubiera trabajado en esa revista o me hubiera sentido muy honrado de colaborar. Ahora, querer comprender lo que pasó es muy difícil… A los tipos se les alinearon todos los putos planetas de tal manera que terminaron cagándolos a tiros… Podés hablar mil millones de horas sobre lo que pasó ¡pero los mataron! Que eran muy provocadores, que se pasaron de la raya, que los musulmanes se sintieron ofendidos, que siempre los humillaron, que es una minoría excluida, que es indigno hacer humor con gente socialmente vulnerable, que las colonias francesas… Lo que quieras, pero esos tipos tenían un talento extraordinario, y hace décadas le vienen dando palo y palo a la derecha francesa, a los neonazis del Frente Nacional, a los judíos, a los musulmanes y a los cristianos, pegándole a las instituciones corruptas y al capitalismo salvaje.
Gandolfo: Bueno… A mí lo que me pasó con Charlie Hebdo, primero, fue el shock…
Langer: Si, fue un shock terrible…
Gandolfo: Y después leer muchas cosas, puntos de vista muy diferentes, que decían cosas inclusive totalmente opuestas y no saber qué opinión construir con eso. Para mi sigue siendo en un punto incomprensible. En un momento quería escribir algo sobre eso pero después me di cuenta que no tenía sentido porque ya se había hablado tanto…
Langer: Digamos que va a tener que pasar un tiempo para poder evaluar ese episodio cabalmente. Los tipos nunca se habían imaginado ni en sus peores pesadillas que los iban a matar.
Turnes: Sergio, ¿cómo laburan con Rubén Mira cuando hacen La Nelly?
Langer: Con el “Colo”, Rubén Mira, hacemos a Nelly hace 12 años, así que ya tenemos muy aceitado el proceso creativo, que, además, es bastante caótico… Estamos al día, no tenemos una parrilla, pero si algún día por algún motivo no podemos, o uno de los dos se enferma o lo que sea, tenemos un back up de 12 años, y te puedo asegurar que yo mismo me asombro del nivel de comicidad de las tiras. Agarrás una al tún tún, del año que quieras y son una patada a la mandíbula. Y eso que te estoy hablando del diario Clarín, ojo al piojo…
Al principio, allá por el 2003, nos juntábamos casi día por medio, peloteábamos, le dábamos mil vueltas, porque la realidad es que estábamos buscando un camino, nos íbamos conociendo. Y así se fue construyendo ese micromundo lleno de personajes delirantes: Los Pibes Chorros, Neo, El Chorizo del Ser Nacional, Chung, Catalina (la boliviana), Selva, la amiga progre de Nelly, etc.
Hoy después de 12 años lo hacemos con la misma pasión y nos divertimos mucho haciéndola, pero a veces la bajamos por teléfono, otras me manda 4 guiones juntos, en alguna ocasión, en medio de un embotellamiento, me llama el Colo y me tira una idea o peloteamos los temas. Y nuestros diálogos son muy divertidos, deberíamos grabarlos o hacer radio. A veces cuando estamos medio perdidos, sacamos un guión de raje. Pero él es el que baja los guiones y me los manda. Es genial, yo lo admiro y le tengo mucho cariño, es un hermano.
El Colo escribió un libro, Guerrilleros: Una salida al mar para Bolivia. Lo publicó en los años 80, autoeditado, y se transformó en una especie de novela de culto, que reeditó en el 2007 por Nuevo Extremo. Básicamente él es el intelectual de la dupla, yo siempre leí pero soy más anárquico, él es un tipo con una formación muy sólida y un provocador nato. Les hablo de él porque es importante en mi vida su presencia y lo admiro un montón.
Gandolfo: Es increíble pensar que ya tiene 12 años, para mi empezó hace cuatro, apenas.
Langer: Y sí… como decía Mercedes Sosa, el tiempo pasa y nos vamos poniendo tecnos, jejeje.
Gandolfo: ¿Y cómo es el proceso con Rubén Mira, te pasa los guiones y después?
Langer: Los dibujo, los coloreo y los envío al diario vía mail. Durante varios años le pagábamos a un tercero que las coloreaba, pero era la época de las vacas gordas, hoy ya no.
Gandolfo: Vos dijiste alguna vez que Nelly es una tira clásica.
Langer: Desde el vamos nos propusimos hacer una tira clásica, desarrollo y remate, con algunos guiños en el medio, para los lectores más pillos. Dijimos “Vamos a hacer una tira para Clarín”. Nos sentamos a pensar una historieta adonde pudiéramos desplegar lo que nos gusta, la sátira, el grotesco y la ironía más filosa. Después de 12 años de publicar todos los días lo más común es pensar “Te desgasta”, pero no, yo me divierto. Te rompe a veces un poco los huevos, pero está fresca la tira. Digamos, para el que la lee se da cuenta que no estamos haciendo la plancha. La estamos haciendo porque nos gusta y está buena. A mí me gusta y trabajamos todo el tiempo con la actualidad, por ejemplo después de lo de Nisman la hicimos a Nelly con su celular intervenido por los servicios de inteligencia, pinchado con agujas de acupuntura, y termina queriéndose levantar al agente de la Side que le interviene la línea.
Hacemos la Nelly y te puedo asegurar que nos divertimos, porque la disfrutamos y porque laburamos con libertad, incluso a veces tomamos algunos riesgos, corremos los límites y la tira se enriquece, gana terreno. Te puedo asegurar que algún día le va a llegar a Nelly el reconocimiento que se merece.
Por ejemplo después de lo de Charlie Hebdo hicimos una tira que decía “I Love Mahoma”. Así como “I Love New York”, bien grande, onda para recortar y pegar, y yendo en contra de mi sensación de que era muy fuerte y que la iban a rebotar, salió publicada. Incluso alguien la recortó y me la pegó en la luneta trasera de mi auto. Ahí me asusté de verdad, pensé en un desprendimiento del Ejército Islámico, en algún infiltrado, que me quería boletear…
Turnes: Fue un mensaje…
Langer: Sí, absolutamente… Y por suerte al final era solo de un gran amigo y vecino del barrio, Oscar Brahim, el artista gráfico y visual que anda en su taxi, el protagonista de la película Oscar, de la crisis del 2000, un peliculón de Sergio Morkin, documentalista radicado en California. Oscar es un provocador y con ese gesto me asustó. Podría haber sido otro tipo, algún fanático. Qué sé yo, estaba muy sensibilizado por lo acontecido en París, ¿no?
Gandolfo: Cambiando un poco de tema, y es un salto medio grande, nosotros veníamos haciendo estas entrevistas un poco con la óptica de “los noventa”. La idea era agarrar gente que fue surgiendo en esa época, y cuando le hacíamos la entrevista a Parés le preguntábamos por Suélteme y nos decía “Nosotros ahí en realidad perdimos, los que ganaron fueron los del Lápiz Japonés”. Planteando, de alguna manera, que ustedes habían sido los que habían quedado en la historia.
Langer: Bueno… éramos más grandes y teníamos más contactos con los medios, pusimos una guita interesante, convocamos a diseñadores, artistas plásticos, fotógrafos. Fue una movida muy grosa, tenía el espíritu de un fanzine under, pero fue encarado con mucho profesionalismo, por decirlo de alguna manera. Y aunque suene contradictorio, asumiendo muchos riesgos en la propuesta. Fuimos experimentando y fue un verdadero laboratorio. Además nos cayó aquel juicio de la Quacker Oats Company, que rebotó mucho en los medios.
Tenía el espíritu de los ‘90. Del 93 al 98 hicimos 3 volúmenes tipo libro y uno en formato tabloide, en papel de diario, y algunas cosas más. Incluimos a artistas del exterior, todo por correo postal, era la prehistoria de la computadora. Recuerdo esos disquetes blandos y las obras que nos llegaban por encomienda. No había mails. Eso viéndolo a la distancia le da un valor agregado importante. Hoy hacer algo así es mucho más fácil.
Amadeo: ¿Nos contaste que después que cerró el diario SUR, del Partido Comunista, donde trabajabas, te exiliaste en USA? [risas]
Sergio: Sí, en un lugar inhóspito y lejano, Nueva York. Ahí conocí a Spiegelman y descubrí la revista que hacía en forma independiente, la RAW, y dije “¡Qué bueno hacer esta revista!”. Entonces cuando regresé, nueve meses después, me crucé con Diego Bianchi. Él venía de la gráfica, había hecho una revista de humor en La Plata (La Nariz) y su padre era imprentero. Diego es un capo, un amante de la gráfica, un ilustrador muy groso. Y nos juntamos y después sumamos a Sergio Kern, a Ral Veroni, a Elenio Pico y dijimos “Hagamos un fanzine así a todo orto como la RAW”. Diego invitó a unos locos de La Plata, diseñadores, que querían dar vuelta todo, que laburaban como verdaderos artistas visuales. Se transformó entonces esa revista, para bien, en un camino de experimentación, sin retorno. Willy Peloche y Rapa Carballo, dos bestias del diseño, fueron los responsables de la imagen de los cuatro números que salieron del Lápiz.
Salimos antes que la Suélteme. Además la Suélteme tenía más ese espíritu del fanzine, desprolijo, punk, pero eran los que venían después, eran otra generación. Y después estaban los de El Tripero. Éramos como un tridente: El Tripero, Suélteme y el Lápiz Japonés. A nosotros nos acusaban de elitistas y qué se yo, pero nos comimos un garrón con lo de Quaker, fue un juicio que duró cuatro años.
Tampoco era la idea hacer una revista de humor con el Lápiz Japonés. Al contrario. Era una revista de gráfica. Y de hacer lo que quisiéramos hacer. Un espacio de libertad. Porque además era un colectivo. Trajimos a un montón de gente, dimos espacios. Fuimos a buscarlos a los dibujantes. Entonces eso fue muy bueno, muy rico y quedó en la historia.
Gandolfo: A pesar de que prácticamente no se la puede ver hoy.
Turnes: Y duró poco además.
Langer: Y unos cuatro a cinco años. Fue lindo mientras duró.
Gandolfo: Volviendo un poco atrás, vos laburaste en el diario SUR, del Partido Comunista, ¿no? ¿Y qué hacías ahí? ¿Chistes de política?
Langer: Sí… chistes de política, uno por día.
Turnes: ¿Al mismo tiempo que en Humor? ¿O ya no estabas en Humor?
Langer: Sí, al mismo tiempo que en Humor. Además ya había colaborado en el suplemento Sátira/12 de Página/12, que en realidad nunca me gustó demasiado porque era una propuesta muy blanda y muy biempensante, a mi modo de ver. Pero, bueno, era un espacio interesante a pesar de eso. Creo que ahí publiqué a finales de los ‘80. Lo del diario SUR fue una muy buena experiencia, me curtí y aprendí a resolver el chiste diario, el chiste editorial con bastante solvencia. Lo gracioso fue que cuando empecé me pidieron que haga “una onda Daniel Paz/Rudy”, que estaban muy top, y les dije que los contraten a ellos, que en todo caso yo iba a hacer “una onda Langer”.
Haciendo un poco de historia, yo venía de El Periodista, que era un semanario que sacaba Andrés Cascioli. Creo que su objetivo original era sacar un diario, y se le adelantaron y apareció Página/12, mucha gente que trabajaba en El Periodista se fue a Página/12. Incluso yo, que hice la primera tapa del suplemento Sátira. Y en el ‘89 salió SUR, que fue un experimento de diario de izquierda partidaria del Partido Comunista en el momento en que se desmoronaba el comunismo. Duró sólo dos años, si mal no recuerdo, pero conocí gente muy grosa, valió la pena. Volviendo atrás, en El Periodista tenía una página semanal y ahí tuve en realidad mi bautismo en un medio claramente político.
Gandolfo: Perdió un montón de guita con eso, Cascioli. Años después seguía quejándose de que los periodistas de esa revista lo habían cagado.
Langer: Bueno, pero él hizo sus negocios también. Me acuerdo que igual él ahí me dio un espacio, me puso una ficha y estoy agradecido al Tano por eso. Y después durante el menemismo laburé en la Inrockuptibles haciendo Clase Media. Eso fue para mí un campo de batalla, estuvo bárbaro. Ahí estaba Juan Becerra que hacía unos editoriales rabiosos y también estaba el gran Max Cachimba [Juan Pablo González], fue una experiencia muy rica.
Turnes: Nosotros empezamos a preguntar sobre la cuestión de los noventas, para empezar, porque somos como dos outsiders, básicamente por ser chicos de provincia, entonces nos perdimos esa movida, que acá tuvo su importancia.
Gandolfo: Y yo era muy chico. En el 91 yo tenía 7 años.
Turnes: No nos enterábamos mucho de lo que pasaba. Entonces queríamos charlar con la gente que había participado en ese momento, y ver qué les había quedado. Porque hay una especie de lectura que se fue canonizando de que fue la década perdida. El quiebre, donde se termina la historieta, la industria, donde todo va a parar al carajo. Una lectura un poco trágica.
Langer: La realidad es… a ver, ¿por qué sale el Lápiz Japonés? Fierro había cerrado [en 1992]. Además no era una revista de historietas, básicamente, era de arte y de comics, donde había humor, ironía. Yo recuerdo que la necesidad era la de hacer lo que nosotros queríamos hacer. Un espacio de libertad sin que un editor te diga lo que tenés que hacer. Ese fue el espacio donde nos juntábamos, donde poníamos todo el laburo y mezclábamos las cosas. Me acuerdo que un día íbamos al taller, a una imprenta, en offset, y le decíamos “Bueno ahora sacá el cartucho de tinta roja y meté uno de verde”. Y mientras se mezclaban las tintas no había un número igual al otro, la tinta dejaba de ser roja, pero antes de ser verde era sepia…
Y era editar. El laburo era editar lo que te traían los dibujantes. No apuntábamos a hacérselo mierda pero muchos puteaban porque era experimental. Y cuando Diego me proponía estas cosas yo decía “Pero boludo, es un quilombo”. Y él me decía “Pero bueno, si no lo hacemos ahora, ¿Cuándo lo vamos a hacer?”. Yo con haber hecho la RAW pero acá, en Buenos Aires, me daba por satisfecho, sin embargo fue muy interesante lo que salió de eso. Había un montón de tipos, llegaron a participar más de cuarenta artistas. Y era difícil, había que decidir a quién ponías y a quién dejabas afuera y no estaba por ahí para un futuro número. Había mucha hambre. Y el resultado fue genial. Porque además de ahí salieron otros proyectos similares. Era el momento.
Turnes: Y ahora que lo decís, yo pensaba que la posibilidad de hacer una cosa así te la dio esa crisis misma. En toda crisis se aflojan un poco las fronteras.
Langer: Parece que no hay un camino pero hay que hacerlo. Entonces la factura del Lápiz Japonés era buena, cosido, encuadernado, lomo, muchas páginas. Había un clima de época donde estaban sucediendo esas cosas, en Nueva York, acá, allá. Después explotó. Capaz que salimos antes del momento en que teníamos que salir pero es así.
Gandolfo: Uno no es vanguardista saliendo a tiempo.
Langer: Tal cual ¡Era de verdad! Estuvo bueno, un producto hecho con pasión, con honestidad brutal, jeje. Y además había unos capos. Elenio Pico, una bestia, un artista del carajo. No sé si conocen su obra. Ral Veroni, un artista gráfico muy potente, Sergio Kern… Y muchos más.
Gandolfo: Además era un objeto, había algo especial en el hecho de armar un objeto. Hoy en día todo el mundo dice que se puede publicar en internet, pero se ha perdido un poco esa cosa… Bah, no sé si se perdió porque se publican muchos libros…
Langer: Pero la realidad es que no había computación y nosotros publicábamos a tipos de afuera. ¡Grabados! De un yanqui del que nos pasaron el dato, Bill Fick, que nos mandó un rollo así de grande con unos grabados con la temática de los neonazis. El tipo era de Filipinas, pero vivía en Nueva York. Hoy en día un tipo te manda un WeTransfer y ya está. Los diskettes eran esos grandes y estaban los monitores a tubo. Juntamos gente muy grosa: Axel Kuschevatsky que escribía sobre cine clase B, Rafael Cippolini, Eduardo Iglesias Brikles, Rocambole [Ricardo Cohen], [Alfredo] Benavidez Bedoya, Gabriela Forcadell, Willie Peloche, Rapa Carballo, Isol [Marisol Misenta], ¡un montón! Todos encontramos ahí un lugar donde publicar, así que estuvo bueno. Además el juicio generó un momento mítico también. Hace unos años Martín [Ramón], de [la tienda especializada en comics] Moebius, nos propuso hacer 20 años del Lápiz Japonés, una muestra, pero no lo hicimos. Cada uno está en su mambo y para un evento así tenés que laburar.
Gandolfo: Quizás una reedición…
Turnes: Estaría interesante. Porque creo que hay mucha gente que no manya mucho lo que fue.
Gandolfo: Y en la misma época comenzás a hacer Clase Media en la Inrockuptibles. Recién dijiste que era como un campo de batalla, ¿Por qué era como un campo de batalla?
Langer: Porque en ese momento, el enemigo era el neoliberalismo, el capitalismo salvaje, el menemismo, los countries cerrados, el consumo, el ajuste. En Clase Media pude desplegar toda esa fauna. Como mencioné antes, estaba también Juan Becerra, un escritor furioso y genial que escribía unos editoriales muy potentes. Todo en una revista de rock alternativo, de vanguardia, donde aparecían en la tapa Tricky, Massive Attack, Chemical Brothers, esa onda. En ese medio encontré un súper lugar todos los meses para mandar fruta.
Gandolfo: Hasta que cerró por primera vez en el 2001.
Langer: Claro, claro. De hecho me acuerdo que había hecho una tira que tenía que ver con las propagandas de Camel que se llamaban “Lenguaje Camel”. Había unas publicidades, re-Palermo, re-pedorras, en donde ellos inventaban palabras, y tenían una estética de tipos con la chombita [camisa de golf], que era lo que se venía, era Palermo. Y yo hice una tira jodiendo con eso y resultó que eran los que más guita ponían en la revista. [La compañía tabacalera] Nobleza Piccardo pagaba una pauta publicitaria enorme. Y yo me había ido de vacaciones, los querían matar a los editores. Los de la agencia dijeron “¡¿Pero cómo?! ¡Nos están cagando!”. Yo había dibujado algo con el cáncer de pulmón, o algo así, era una tira mínima. Los de la Inrocks, entonces, les ofrecieron a los de la agencia que la sacaban del kiosco y le pegaban encima otra tira mía, que no tenía nada que ver. Entonces salió la Inrocks con mi tira, y salió la Inrocks con una tira pegada encima. Lástima que no lo tengo archivado para mostrártelo. La sacaron de los kioscos, le pegaron una historieta encima y la volvieron a mandar. Y así y todo, los tipos retiraron la pauta después.
Turnes: Pensaron que la gente iba a ver tu tira y automáticamente iba a dejar de fumar.
Langer: ¡Claro! Lo mismo que, salvando las distancias, le sucedió a Gustavo Sala. Si yo hubiese sido el editor de Gustavo cuando sacó la tira esa de [David] Ghetta, le hubiese dicho “Che, vamos a tener quilombo con esto. La dejamos”. Si yo soy editor de Página/12 tengo que darme cuenta que si hago chistes de jabones y de judíos es entre nosotros. Si querés publicarlo publícalo en Barcelona, a lo sumo tendrás cuatro cartas de alguno que se horrorice. Pero en un diario que lo leen miles de personas que no manejan el código de la historieta, no tienen por qué estar familiarizados con ese lenguaje ven eso y… Yo acá tengo unos vecinos que me decían “Este Gustavo Sala es un horror, un insensible”, y cosas así.
Turnes: Yo lo pienso todo el tiempo a eso porque además hay un problema que es que el editor es un personaje mucho más gris para la gente. Uno va directamente al nombre que aparece en la tira. Entonces se la agarra con Gustavo Sala, con vos. Pero es eso, hay un editor, ¿sino para que está? No exactamente para censurarte…
Langer: No, pero para saber que va a tener quilombo. Encima se mezcló que es un diario pro-K [kirchnerista] entonces aprovecharon los sectores opositores al gobierno…
Turnes: Incluso dentro mismo de Página/12 yo leí una nota durísima en donde se veía lo que vos decías. Estaba escrita por Bernardo Kliksberg, un tipo que es un referente con respecto a la inequidad económica, a la desigualdad. Además, obviamente, de origen judío, entonces el tipo saltó horrorizado. Ahí también yo vi como la cosa se había sobredimensionado. Porque la columna pertenecía a un tipo que no era un boludo, era un intelectual, de renombre, que no había entendido el chiste y le salía a contestar a Gustavo Sala desde una posición superior donde lo destrozaba.
Langer: Es natural que haya sucedido eso porque la comunidad judía, especialmente, tiene poca tolerancia con este tipo de humor y eso tiene sentido por lo terrible que fue el Holocausto. Pero bueno, hay que hacerse cargo de lo que uno hace y si uno se equivoca pedir disculpas. Creo que si esa tira salía mensualmente en las revistas [de ultraderecha] Fortín, Malón o Cabildo, era indefendible, pero la realidad fue otra, por eso lo defendí a Gustavo, porque además es un gran humorista gráfico y buen tipo.
Gandolfo: Me gusta esa idea de que vos defendés al dibujante para que se equivoque. ¿Vos crees que el humorista gráfico se tiene que equivocar bastante?
Langer: No, no es que yo crea que se tiene que equivocar, lo que pasa es que no somos máquinas. Nadie sabe que el estilo de Sala consiste en mezclar a Ghandi, [el modisto] Ante Garmaz o Charly García con Hitler y Nirvana y lograr que la suma de todo eso te haga cagar de risa. La gran mayoría de los lectores no está familiarizada con ese humor y lo lee literalmente, no percibe los guiños, la ironía. Mi personaje Mamá Pierri es directamente nazi, racista…pero eso no significa que yo lo sea, ¿se entiende?
Turnes: El problema es, me parece, que justamente la difusión fue por afuera del circuito de los que leen a Sala, por eso se arma ese quilombo. Con las redes sociales hoy en día eso circula mucho.
Langer: Terminó yendo a la AMIA [Asociación Mutual Israelita Argentina, atacada en un atentado en 1994] a que le den una charla y le muestren testimonios de la Shoa, como si fuera un antisemita o un militante neonazi… Yo me acuerdo que hice un chiste en ese momento en donde lo ponía a Sala y lo condenaba a ver Ana Frank: El Musical. Porque si querés banalizar, también los judíos tienen la banalización del Holocausto. Ana Frank: El Musical, ¿Qué es eso? Dejate de joder.
Gandolfo: Vos también tuviste algún conflicto, mencionaste que te mandaron alguna carta por como dibujabas a los judíos, las narices…
Langer: Si, me pasó en Barcelona. Además fue cuando bombardearon el Líbano en 2006, el sur de Beirut, adonde se asienta el Hezbollah, que, por otro lado, es una fuerza política dentro del parlamento del Líbano. Yo siempre apoyé la creación de Estado de Israel, desde muy chico entendí que fue el resultado inmediato de la limpieza étnica del pueblo judío en Europa, algo inconcebible en pleno siglo XX: la matanza planificada y seriada de 6 millones de seres humanos. Por eso la creación de Israel fue reparadora. Además nació con una mística de los kibutz, con un ejército moderno que nunca jamás iba a permitir que a un judío lo asesinen por su condición, un lugar donde hicieron un jardín en el desierto del Néguev, trajeron a miles de judíos de los países árabes, de Etiopía, de Rusia… Y que fue creciendo con la amenaza de los vecinos árabes que nunca asimilaron ese hecho. Pero no es el objeto de esta entrevista hablar de un tema tan complejo, ¿no? Me fui por las ramas… ¿en dónde estábamos?
Gandolfo: Revista Barcelona. Líbano. 2006.
Langer: Hice un chiste, que tampoco era tan bueno, sobre los cohetes Katyusha que lanzaban los de Hezbollah y que le destruían el hidromasaje a unos israelíes (eran narigones porque mis monos en general lo son) y la respuesta fue de una ferocidad superior. En resumen, me acusaron de racista, me mandaron mails, me insultaron. Mandaron varias cartas al correo de Barcelona. Eso me motivó a dibujar una historieta en donde mi mamá baja del cielo a recriminarme y fue muy reparador y al mismo tiempo divertido poder charlar con mi mamá. Esa historieta está en el libro.
Gandolfo: Volviendo un poquito a lo que hablábamos de Clase Media y los Inrockuptibles, yo veo que vos seguiste trabajando con la clase media desde entonces, no solamente en Barcelona sino que La Nelly es, básicamente, eso.
Langer: Es eso, es la parodia de la clase media.
Gandolfo: ¿Vos pensás que la clase media cambió tanto de los noventa para ahora?
Langer: Hay valores de la clase media que son intrínsecos: el consumo, el querer tener el auto. Esta década fue eso, fue como un reverdecer de la clase media. Los estudios, las encuestas, lo que dicen es que la clase media cuando sube le da la espalda al mismo gobierno que le permitió subir. Mirá en Brasil, acá mismo. Las clases medias suelen ser muy manipulables por las grandes empresas de multimedios.
Yo soy clase media pero tengo una mirada más cínica. Yo no sé si cambió, se va modificando. Una periodista amiga de Clarín, cuando dejé de laburar en el suplemento Zona, adonde hacía humor político (un material que está recopilado en mi libro Manual de Historia Argentina, de Carlos a Néstor) y comenzamos a hacer La Nelly con el Colo me dijo: “Vos ahora tenés que hacer a Mafalda grande”.
Turnes: Bueno, la Nelly capaz que es Mafalda grande. Quizás en un devenir natural hubiese terminado en la Nelly.
Langer: No. En todo caso esto es una tira post-menemista. Pasaron 30 años, hubo una dictadura, todos los sueños de Mafalda, de la clase media, del Citroën, de ir a Mar del Plata, de cambiar el mundo, se fueron a la mismísima mierda. No hay horizonte, el palito de abollar ideologías se transformó en una trituradora y en campos de detención. Nelly nunca podría ser Mafalda. Su horizonte es Miami, conseguir dólares baratos y comprar en el Súper Chino, ir al bolishopping [mercados de ferias, identificados con los inmigrantes peruanos y bolivianos]. Ni el Colo ni yo somos herederos de Quino, más bien de Landrú. La Nelly es una desalmada… pide seguridad pero al mismo tiempo le compra a los Pibes Chorros…
Gandolfo: Lo interesante es que, a la vez, no es un personaje que la pasa mal, no tiene esa cosa contrita de la clase media, disfruta de su propia crapulencia.
Langer: Nelly es la famosa Doña Rosa de la que tanto hablaba [el periodista colaborador de la dictadura, Bernardo] Neustadt, pero no es boluda, ¡ojo! Además está rodeada de un mundo muy rico y polifacético: está Catalina, la boliviana, Chung, Los Pibes Chorros. Era la tira que faltaba, que había que hacer. De hecho se llamaba Barrio Sur al principio, y en el ínterin volvimos a hacer una carpeta y se la acercamos al editor de Clarín y le dijimos “Mirá, se va a llamar Nelly, si sale, algún día”. En el diario hacían focus groups, encuestas… porque fue una apuesta. Era una tira con un personaje que exaltaba los valores negativos, no era una tira biempensante y positiva.
Recuerdo una vez, con la tira ya en acción, que Nelly se iba a un bolishopping a comprar ropa con Selva y los trenes eran los TBA [Trenes de Buenos Aires]: Trenes Bárbaros Argentinos, y nos llaman de la dirección del diario avisándonos que habían llegado un par de cartas de lectores molestos porque usábamos el término bolishopping. Eso era una queja desde un biempensante, un progre que pensaba que estábamos basureando a los bolivianos. Entonces yo pensaba “Uf, hay que remar esto”. Y el Colo me decía “Ya está, no va más bolishopping”. Y yo le contestaba “Pero pará, boludo, si tenemos veinte tiras más para hacer todavía con este tema”. Y él me dice “Si nos llamaron del diario es para que no jodamos más con esto.” Finalmente quedamos en que había que resolver esto de algún modo. Entonces hicimos un guión donde Selva la recriminaba y le pedía “Nelly, no digas más bolishopping” “¿Por qué si todo el mundo compra en el bolishopping?” “Porque mucha gente lo toma a mal y queda feo” “Bueno, entonces busquemos otro nombre”. Y dice Nelly: “Pongámosle «paseo de compras alternativo»” [Risas].
Ahí desnudaste el mecanismo por el cual los tipos te acusan de denigrar a los bolivianos. Cuando en realidad, allá por el 2004, 2005, nos vinieron a hacer una nota de El Vocero Boliviano, un diario de la comunidad boliviana, diciéndonos que estaban re contentos de que haya un personaje como Catalina que rompía con el estereotipo. La verdad que ahora haciendo un racconto de todo me doy cuenta que me junté con la gente que tenía que juntarme para poder seguir desplegando la sátira y el humor. No es más que eso. Los que estudian y pueden hacer otra lectura está bien, pero como dice el Colo uno tiene que estar en un estado de ingenuidad para poder empaparte de lo que es una tira de humor gráfico. Además el Colo siempre me decía “Vamos a hacer una tira clásica, que tenga un remate”. Y siempre nos rompíamos el tujes para que el remate sea gracioso pero de repente lo más gracioso, capaz, estaba en el segundo cuadro.
Turnes: [Roberto] Fontanarrosa hablaba de eso. Decía que él había elegido tirar chistes cada tanto para no depender exclusivamente del remate. Porque si te falla el remate te falla toda la tira.
Langer: Claro, bueno, él tenía una ametralladora de gags con Inodoro [Pereyra].
Gandolfo: La típica tira de chiste por cuadrito.
Turnes: De alguna forma, yo también leía [La Nelly] como lo que pasó en esos años, 2001, entre De La Rua y Kirchner. La veía como una lectura de los sujetos sociales de esa sociedad que se estaba transformando, eso era lo que estaba en primer plano. Había una clase media que estaba radicalizada, a fines del menemismo, porque le iba mal. Pero después rápidamente se da vuelta. Hay como un núcleo duro que no cambia. Sólo gira para el otro lado.
Langer: Creo que con Rubén Mira la pegamos con el personaje de Nelly. Para mí es genial… más allá de que sea popular o no. Y la realidad es que, personalmente, nunca había fantaseado con tener un personaje y mucho menos en una tira de un diario y muchísimo menos en la contratapa de Clarín.
Gandolfo: Bueno, pero eso tiene que ver también con lo que hablábamos antes, el cambio de la industria, con el proceso histórico de los noventa también. Antes los humoristas gráficos andaban con un personaje bajo el brazo porque si la pegabas con un personaje la pegabas para toda la vida. Ahora no es tan así porque hay muy pocos lugares donde puedas tener continuidad con un personaje.
Langer: Claro y yo también pienso que tuve suerte, porque hay muy buenos historietistas en Argentina.
Turnes: Creo que haber llegado acá [señala Judíos] es como la condensación de un recorrido. Vos decías que estabas en Humor, en Inrockuptibles, en El Lápiz Japonés… Clarín, Fierro… Y de pronto llegaste a Planeta. ¿Qué se siente ser un ganador? [risas]
Langer: ¡Bueno!…Ganador, matador… Son calificativos muy generales. Yo soy un ganador porque pude sobrevivir a una historia muy terrible, me refiero a mi historia personal, lo de mi padre, la historia de mi madre. Porque pude vivir y puedo aún, de lo que más me gusta, que es dibujar y hacer humor. También es la suma de los años y el laburo, ser un ganador es el reconocimiento. Que una persona te diga que se emocionó con lo que hiciste o que se recagó de risa. Eso es lo que garpa.
Lo que a mí me flashea a veces es que pasó con toda una generación de dibujantes anterior a la mía. Por ejemplo: [Alfredo] Grondona White, [Jorge] Limura, Ceo [Eduardo Omar Campilongo], [Jorge] Sanzol… ¿Qué pasó con todos ellos? Tipos de un talento singular. Con Grondona White teníamos una relación de mucho afecto y de mucha joda. Lástima que falleció hace muy poco, lo voy a extrañar. Está bien que yo era muy joven cuando comencé en Humor, pero hubo toda una generación de dibujantes que cuando cerró Humor, desapareció. Capaz que fue un fin de ciclo…
Gandolfo: Es un grupo que tiene ese trazo que comienza a surgir en los setenta, en Satiricón, Humor, más sucio, con líneas más duras, personajes muy grotescos. Napoleón [Antonio Mongiello Ricci], por ejemplo, también.
Langer: Cuando Napoleón viene a Argentina después de muchos años, porque se había ido a Francia, fui a verlo al Recoleta, porque para mí era un referente y me desilusioné un poco porque me encontré con acuarelas, ilustraciones, nada que ver. Napo había tomado otros caminos, había comenzado a explorar otras cosas, yo me había quedado con lo que el tipo había hecho cuando tenía 20 años. Me acordé de esa anécdota porque lo nombraste, porque Napoleón junto con Sanzol, Fati [Luis Scafati], Crist [Cristóbal Reinoso, [Lorenzo] Amengual y Kalondi [Héctor Compareid] fueron artistas que me influenciaron muchísimo.
Gandolfo: ¿Cómo trabajas vos? ¿Con que materiales? ¿Usas la computadora?
Langer: Hace dos años que uso el lápiz óptico, lo uso para corregir, me sacás el lápiz óptico y ya no sé cómo hacer. Porque la tira tiene muchas desprolijidades, entonces la escaneo, voy borrando y es mucho más fácil ese proceso con algo que es similar a un lápiz que con el mouse. Entonces evolucioné hacía eso. No dibujo la tira en lápiz óptico porque me resultaría imposible, pero quizás en algún momento lo haga porque te ahorras el proceso de escanear. Hago en lápiz una prueba y después la paso con fibra. Y la pinto en la computadora con el Photoshop. Generalmente hago un boceto, luego lo calco en una mesa transparente que tengo y ahí lo paso en tinta con esas fibras/marcadores chinos, baratos. Guardo esas tiras de Nelly en paquetes de 30/31 tiras, junto con los bocetos. Qué se yo, algún día mi hija las venderá y hará algún dinero para solventar los gastos del geriátrico VIP con vista al mar.
Gandolfo: Para ir cerrando, no hablamos de Mamá Pierri…
Langer: No hablamos de Mamá Pierri… Mamá Pierri nació cuando yo terminé de trabajar en la Inrockuptibles y empecé a laburar en la Barcelona, año 2003. Recuerdo que una vez tenía que entregar una tira y agarré una historieta que ya había publicado en la Inrocks. Era a color, una tira en el fondo de la página, y la convertí a media página en blanco y negro. Así, tal cual como estaba, porque tenía que entregar. Yo pensé: “La de la Inrocks no la leyó nadie”. Barcelona estaba arrancando. Entonces la mandé y le puse “Mama Pierri”, el título con el cual había salido originalmente en la Inrocks. En aquel entonces, en los noventas, lo que pasó fue que [Alberto] Pierri, que era presidente del bloque de diputados en el gobierno de [Carlos Saúl] Menem, había dicho que [EL PERIODISTA] Román Lejtman era un “judío piojoso”…. Y a partir de ahí, esa Mamá fascista y antisemita pasó a llamarse Mamá Pierri.
O Mamá Pierri Malvinas.
La tira trataba de una madre que le decía al nene que no quería que se junte con villeros, ni con bolivianos, ni judíos, ni negros. Y terminaba diciendo “Ni con esos hijos de desaparecidos”. Y el nene la abrazaba y le decía “Gracias por cuidarme, mamá, te quiero”. Y la mamá: “Nada de mariconadas” [risas]. Me gustó como historieta en si misma porque empezaba y terminaba con un remate… era potente. Y para el próximo número de Barcelona, hablando con el pelado [Pablo Marchetti, uno de los fundadores de Barcelona] le digo “Capaz te mando otra Mamá Pierri para el próximo número”. Y él me contestó: “Si, boludo, hagamos un personaje, hacela, seguila”. Y me di cuenta que Pablo tenía razón porque Mamá Pierri hizo un recorrido de 12 años, con un libro publicado en 2011 y otro en camino y además reencarnó en la piel del genial actor Carlos Belloso, que hace más de dos años la viene trabajando como personaje…el más oscuro de mi producción.
Gandolfo: Vos recién decías que no te imaginabas haciendo un personaje y terminaste haciendo dos, Mamá Pierri y la Nelly. Y lo interesante es que son dos mujeres que son como dos caras de una misma cosa, una más amable y la otra una cosa extrema y sin filtro.
Langer: Si, es sin filtro. Sin embargo tampoco es cierto como me decían “Ah, claro, lo que vos no podés hacer en Clarín lo hacés en Barcelona”. No, son dos cosas distintas… porque Nelly tiene más aristas, es tridimensional, y Mamá Pierri es plana, nazi, y no hay mucho más. En algún punto es más rico Nelly porque tiene el aporte imprescindible de Rubén Mira, porque lo puede disfrutar mucha más gente y podés abordar muchos más temas. En cambio Mamá Pierri es un personaje mucho más mío, encontré una manera de ponerme en la carne, en el cuerpo de un facho y desde ahí mandar fruta. No es un invento muy original pero encontré ahí la manera de vomitar mi odio y purificar mi espíritu.