Por Gerado Vilches
Jesús Cossio (Lima, 1974) es uno de los autores contemporáneos de historieta más notables de Perú. Su trayectoria como historietista comenzó en el circuito limeño de los fanzines pero fue sin dudas con Rupay – coproducido junto a Alfredo Villar y Luis Rossell – que su obra comenzó a generar interés y a ser conocida por fuera de las fronteras nacionales. Su trabajo sobre la memoria del pasado inmediato siguió con Barbarie (Lima: Contracultura, 2010). Además de dar talleres, ha organizado exposiciones y presentado su obra en otros países como Argentina – al que estuvo invitado para el festival Viñetas Sueltas en 2009 y 2010 – y más recientemente en el festival Entreviñetas, en Colombia. Allí, Gerardo Vilches tuvo la oportunidad de hablar con él.
GV: Yo conozco la faceta de tu trabajo relativa al cómic documental, pero ¿en tus inicios ya hacías este tipo de cómic, o era algo más cercano a la ficción?
JC: En mis inicios, como muchos autores de mi generación, me dedicaba a hacer cómics muy breves, de una página o dos, muy underground, sin guion… Muy espontáneas. Luego ya me dediqué a hacer este tipo de cómic que yo prefiero denominar «cómic testimonial».
GV: ¿Esos primeros cómics los publicabas en revistas underground, o en fanzines…?
JC: Fanzines de muy poca circulación. Los libros ya los publico con editoriales.
GV: De tu trabajo, yo he podido leer Rupay (con Luis Rossell y Alfredo Villar; La Oveja Roja, 2009), que se publicó en España, y, más recientemente, un extracto de una de tus última obra que se incluyó en El volcán (Musaraña Editora y Editorial Municipal de Rosario, 2017). Lo primero en lo que uno piensa cuando ve tu trabajo es en Joe Sacco. Imagino que es un referente para ti.
JC: Claro, claro, de hecho, yo considero, en perspectiva, que mi trabajo, mi dibujo, son derivativos de su trabajo. Es una gran influencia, y le tengo mucho aprecio. Pude conocerlo personalmente y conversar con él un par de horas en algún evento en el que hemos coincidido. Siempre es un referente.
GV: Por otro lado, seguramente sería imposible hacer el tipo de cómic que tú haces sin verse influido por Sacco, que prácticamente inventó el género del cómic periodístico.
JC: Claro, es inevitable, y creo que todos los que hacemos este tipo de cómic, usemos el término que usemos, estamos influenciados por él, su impronta es muy grande.
GV: ¿Cómo te decidiste a hacer estas obras, por qué crees que son un buen vehículo para estos temas?
JC: Yo creo que fue una reacción al ambiente que se genera cuando sale el Informe de la Comisión de la Verdad en Perú. Es un documento muy importante, puede que criticable en algunos aspectos, pero que dio cuenta de los crímenes cometidos por las fuerzas del orden y Sendero Luminoso. El documento fue muy criticado por las fuerzas de derecha, reaccionarias y conservadoras. Y a mí, como a mucha otra gente, me pareció terrible que un documento que podría ayudar a refundar algunos sentidos comunes, resultara atacado, por el contrario. Y decidí hacer algo.
GV: ¿Cómo es el proceso de documentación que se necesita cuando uno quiere reconstruir unos hechos de este tipo?
JC: Yo creo que la premisa es importante. Preguntarte qué es lo que quieres decir y para qué. Y para quiénes. En el caso de Rupay, la premisa era mostrar casos emblemáticos, que muestran la extrema crueldad, o bien el grado de impunidad de los perpetradores. Es lo primero que escogimos. En Barbarie, en cambio, la premisa era mostrar casos que desafíen falsos sentidos comunes del conflicto armado en Perú. Por ejemplo, un falso sentido común es que los militares sólo cometieron excesos. Quería buscar casos que demostraran que fue mucho más que eso, que fueron metódicos. Otro falso sentido común es pensar que esos llamados excesos fueron cometidos debido a que los militares estaban en una situación de guerra, con mucha presión psicológica y estrés por lo cual sólo pudieron actuar como lo hicieron y no tenían otras opciones. En realidad, muchas decisiones se tomaron no sólo a lo largo de horas, sino de días, y, por lo tanto, en frío y ello demuestra que se pudieron considerar otras acciones aparte de los crímenes que se cometieron. También se demuestra que Sendero Luminoso no actuó en defensa de los campesinos, sino en brutal detrimento de ellos.
GV: ¿Cuáles son las fuentes que manejas? ¿Empleas testimonios orales?
JC: En esos libros no: fue una documentación escrita. En mi siguiente libro, que espero que aparezca el próximo año, me acerqué a las víctimas y sus familiares, visité los lugares… Hay un proceso de documentación de las secuelas, por difícil que pueda parecer treinta años después. También los juicios se están haciendo treinta años después, y la entrega de restos mortales. No resulta tan inverosímil porque en España está pasando lo mismo, ¿verdad? Las búsquedas forenses se están haciendo ahora, y son hechos de hace más tiempo, incluso.
GV: Por supuesto, y existe también la misma crítica desde los partidos de derecha a esta búsqueda de una reparación, que no deja de ser parcial, porque son cuestiones que no se pueden reparar nunca totalmente. Cuando se acerca a este tipo de cuestiones, Joe Sacco afirma que no pretende ser objetivo, que su mirada es su mirada y tiene su propia opinión de las cosas.
JC: Claro, él dice: «no pretendo ser objetivo pero sí pretendo ser completamente honesto». Presentar la información tiene un sentido siempre; para empezar, estos falsos sentidos comunes que se construyen desde la oficialidad, desde el estado o la derecha. Incluso desde el autoritarismo de ciertos movimientos revolucionarios, que construyen una versión tan opuesta a la oficial pero igual de autoritaria. Lo discutía hace unos días con Daniel Jiménez Quiroz y Rafael Coutinho: lo que hay que hacer no es tanto construir otra memoria desde la historieta, sino permitir que el lector vea que hay otras memorias, en plural. Yo creo que eso es importantísimo, porque muestra todo un caleidoscopio de cosas que se han vivido.
GV: En ese sentido, ¿crees que el lenguaje del cómic puede acercar de una manera más eficaz a la gente este tipo de historias?
JC: Sí, sí creo. No quiero generalizar pero, por ejemplo, tengo amigos profesores universitarios que me dicen que les resulta muy difícil que sus alumnos lean un libro completo, o tan siquiera unos capítulos, pero sin embargo sí leen cómics de Joe Sacco, los míos, el Persépolis de Marjane Satrapi o el Maus de Art Spiegelman… También les cuesta ver películas en blanco y negro, les resulta muy antiguo… Pero sí le echan gusto a leer historieta.
GV: Me gustaría preguntarte por el mercado del cómic en Perú; por lo que dices, entiendo que los clásicos de la novela gráfica están disponibles.
JC: Sí, pero es un fenómeno relativamente reciente, de los últimos ocho o diez años. Fue cuando las librerías abrieron sus puertas a este tipo de libros; antes era impensable encontrarlos, o rematadamente caro.
GV: No conozco demasiado del cómic clásico de Perú; ¿había revistas infantiles, se importaba material de otros países latinoamericanos, como Condorito…?
JC: Condorito circuló por todos los países latinoamericanos siempre, es un cómic histórico. Luego estaba la famosa editorial mexicana Novaro, que exportaba a toda Sudamérica pero desapareció a finales de los ochenta. También había importaciones desde España, pero resultaban un poco caras.
GV: ¿Cuál es el cómic autóctono que se está haciendo ahora, las novelas gráficas como las que tú haces? ¿Hay una escena en Perú de este tipo de obras?
JC: Sí. Está Rodrigo La Hoz, un muy buen novelista gráfico. Está Yaguas… Y el año que viene habrá cuatro mininovelas hechas por autoras. Y luego tenemos a Juan Acevedo, el precursor de la historieta de los setenta y ochenta.
GV: ¿Hay editoriales que estén apoyando este movimiento emergente?
JC: Sí, pero la escena en Perú es realmente pequeña. No tiene nada que ver con las tiradas que hay en Brasil o en otros países. Pero tenemos pequeñas editoriales como Pictorama o Contracultura.
GV: Tú publicaste Barbarie con Contracultura.
JC: Sí, es una persona que se atrevió a sacar un cómic en libro cuando no había nada. Tiene su propia manera de hacer las cosas, con impresiones y tirajes muy baratos. Su lógica es que la gente no paga más de determinada cantidad de dinero por un cómic y trata de ser coherente con eso. A veces va un poco en contra de los tiempos, porque si ves las ediciones que se hacen ahora en otros países son muy bonitas, pero, bueno, es su manera de trabajar en un mercado como el peruano, muy reducido y poco generoso. No me quejo, porque está creciendo, en todo caso. Pictorama, en cambio, trabaja en varios países latinoamericanos y saca ediciones muy cuidadas, alientan el lado artístico.
GV: ¿Qué repercusión tienen tus obras en Perú? Al ser un tema tan sensible, no sé si has tenido alguna polémica en medios de comunicación…
JC: No, porque el cómic está bajo el radar cultural. Tengo trolls, como casi todos los autores, eso sí. Mis libros siempre tocan casos perpetrados por Sendero Luminoso o las fuerzas del orden. Pero en la lógica binaria polarizada de esta gente, si tú atacas a las fuerzas del orden, eres prosenderista. Incluso si mis libros también atacan a Sendero, no les importa. Es difícil entenderlo, pero es así.
GV: Sí, es como una reducción al absurdo, sin zonas grises. En ese sentido, ¿esas críticas que hayas podido tener te influyen en trabajos posteriores? Tener especial cuidado a la hora de mostrar algo, ser ecuánime…
JC: Bueno, ése es el cuidado que hay que tener. En Perú es un tema especialmente estigmatizado. Para empezar existe una ley de apología del terrorismo muy ambigua: cualquier persona que parezca estar justificando actos de Sendero puede enfrentar un proceso judicial, aunque no sea defensor de Sendero Luminoso. Es raro que condenen a alguien, pero sí pueden citarte.
GV: Es una herramienta que tiene el poder para coaccionar…
JC: Sobre todo la derecha que tiene el poder en el Congreso y en los medios. Se puede citar esta ley como una racionalización de por qué se ataca a un antropólogo o a un activista. Rara vez vas a entrar en la cárcel, pero te ganas ir al juzgado, que la prensa saque tu foto y te asocien con el terrorismo. Dura lo que dura, eso puede suceder durante unos días…
GV: Pero no es agradable.
JC: No es agradable, no, y quita mucho tiempo. Hay un montón de trolls fujimoristas que te pueden hacer la vida imposible.
GV: Pero explicar algo no significa justificarlo.
JC: Mis libros aparecieron hace ya algunos años, y estoy feliz de estar demorando la salida del tercero, porque creo que en Perú se está dando un debate muy interesante sobre qué es la memoria, qué se puede discutir y qué no… Esa discusión es muy rica, me nutre y me da que pensar sobre lo que quiero dibujar. Y me permite construir un marco conceptual para mis cómics, a los que veo muchos defectos. Para empezar, caer en la vieja polarización de los dos enemigos, Sendero y el ejército, como si no hubiera habido un montón de puntos de vista, alianzas, negociaciones…
GV: ¿Qué profesión tienes, a qué te dedicas aparte de a hacer cómics?
JC: Básicamente, soy profesor de historieta. Estudié unos años de Historia del Arte, pero en la realización de cómics soy autodidacta. A raíz de mis libros, me he vuelto un profesor sin proponérmelo, y me ha llevado a lugares donde hay que mezclar los temas de memoria con el dibujo. Y estoy muy contento porque esto me ha permitido ir a lugares donde de otro modo no hubiera llegado. Además, aunque soy alguien que tiene puntos de vista más bien anarquistas, me he visto trabajando para el estado, porque es un buen paraguas para trabajar estos temas evitando las estigmatizaciones y las puertas cerradas. Llegar a un sitio con un funcionario del Ministerio de Justicia es una llave sin la que sería muy difícil entrar por los miedos a comentar cosas sobre el conflicto.
GV: Me has comentado que tienes un siguiente libro en la cabeza, pero ¿tienes algún otro proyecto más? Tal vez algo en otra línea más de ficción…
JC: Tengo mi trabajo de humor, Las increíbles aventuras del hombre que no se hacía drama, sobre relaciones de pareja. Tiene casi doscientos mil lectores en Latinoamérica en Facebook. Y sucede que mucha gente piensa que es del país donde la lee. Durante Entreviñetas lo hemos presentado en Colombia y la gente se ha sorprendido de que yo fuera peruano.
GV: Esto tengo entendido que pasaba con Condorito también, que la gente piensa que es de su país.
JC: Claro, es como un patrimonio de toda Latinoamérica.
GV: De alguna manera, el webcómic es lo más parecido que hay hoy a aquel cómic popular, que estaba en todas partes.
JC: Sí, y además es una contrarrespuesta, no sé qué tan esperanzadora, a lo universal que son las películas de Marvel, increíblemente invasivas. Porque hasta en una comunidad que no tiene librerías o bibliotecas alguien puede ver estas películas en su celular. Dicho sea de paso, también he participado de un webcómic periodístico con un grupo de periodistas de investigación de Perú llamado Ojo Público, se llama «La guerra por el agua» y trata de un conflicto minero-ambiental en el sur del Perú. Ha sido muy interesante trabajar con las herramientas de lo interactivo y lo digital.
Gerardo Vilches es licenciado en Historia y realiza su tesis doctoral sobre revistas satíricas de la transición. Escribe sobre cómics en su blog, The Watcher and the Tower, desde 2007. Colabora en Rockdelux, y ha publicado textos en la revista Quimera, en la antología de ensayos Radiografías de una explosión y en Panorama: la novela gráfica española hoy. También es autor de Anatomía de un oficinista japonés (Bang, 2012) y de Breve historia del cómic (Nowtilus, 2014). Ha participado en varios congresos, moderado mesas redondas y presentado novedades para diversas editoriales. Codirige CuCo, Cuadernos de cómic. En Entrecomics fue editor y publicó reseñas y artículos desde 2011 hasta 2016.