En esta sección le pedimos a algún artista, crítico o lector que elija una obra, secuencia, portada o viñeta que haya sido muy significativa para su vida. No la mejor historieta, sino la más emotiva, y presenten su mirada y el por qué de su elección. En esta ocasión, Otto y Podeti
NdA: Ante todo, disculpe la autoreferencialidad en este escrito pero no encontré otro recurso narrativo para poder describir este proceso de descubrimiento.
A mi amigo Rafael no le gustan las aceitunas pero una vez al año hace el intento de comer una para ver si cambia de opinión. Algunos expertos dicen que nunca podemos desechar un alimento hasta que no se ha dado al menos la oportunidad de repetir el intento y degustar ese sabor al menos unas nueve veces. Quizás ese alimento puede gustarte a la cuarta o siga sin gustarte a la décima vez, pero sabes por lo menos que hiciste el intento.
Yo descubrí a Podeti en la era de los blogs cuando él escribía en uno del multimedio Clarín. Nunca le di una oportunidad en su momento, supongo que porque escribía en un blog que era promocionado por un medio masivo. No era lo suficientemente under que necesitaba en mi adolescencia, donde buscaba otra cosa. Podeti escribía muy bien para la media blogger pero no me convencía porque me parecía careta y matemático. Además tenía un fandom chupamedias que me daba vergüenza ajena y ese combo me caía pesado.
Al terminar mi adolescencia, circunstancias de la vida hicieron que vuelva a leer historieta trás un gran hiatus que no viene al caso. Hice una retrospectiva de las cosas que me había perdido de la historieta argentina y empecé de adelante para atrás. A través de muchas recomendaciones llegué a la revista autogestionada ¡Suélteme! y me volví a encontrar con Podeti. Esta segunda vez, otra vez lo pasé por alto sin darle mucha importancia. Su dibujo de línea peluda no me atraía como el de otros y sus historietas estaban bien construidas pero me dejaban un regusto anodino. No era lo que buscaba en ese momento.
La tercera vez, al pasar por Fierro y Óxido, me pasó lo mismo y empezaba a sospechar que nunca me iba a gustar. En su generación cada uno cumplía un rol como si fuese una road movie guionada por Stephen King: Parés era el virtuoso, Fayó era el narrador nato, Dani the O era el mejor y Podeti era el inteligente. Y yo un poco odio a los inteligentes porque me hacen creer no estar a la altura y, disculpen la arrogancia, también porque me siento un poco identificado.
Luego, leí otras historietas guionadas por Podeti y dibujadas por otra gente que nunca me llegaron porque me parecían imitaciones de primeras marcas. Había algo intangible que el co-equiper no lograba plasmar y la sensación volvía a ser la misma. El oráculo había dictado que este autor no era para mí y estuve en paz con ello por un tiempo.
Finalmente, en Alegría tuve que compartir espacio colaborativo con él y pude apreciar de forma regular cómo trabaja. La diferencia entre Podeti y el resto es que usamos demasiado la intuición. Él parece tener todo estudiado como un relojero suizo. Sabe todos los mecanismo y para qué sirve cada engranaje: cómo revertir la lógica y cuando no usarla, cuando no da para más, cuando vale la pena darle a la tuerca, cuando ser directo y al hueso, cuando utilizar retórica, cuando buscar complicidad con el lector, cuando el chiste necesita ser boludo y cuando sí confiar en la intuición. El mecanismo Podeti donde mejor se puede contemplar y estudiar es en La Caja de Yo contra el mundo que pronto será editado por Historieteca.
Podeti es una de las pocas mentes maestras que quedan con el oficio de humorista. Tuvo sus inicios en primera división pero a la mitad del recorrido todo se derrumbó y tuvo que adaptarse. Podeti tiene un pie allá y un pie acá. Las nuevas generaciones, que nunca conocimos la industria, debemos tenerlo como referente y estudiar su mecanismo para aprender las técnicas del oficio y evitar que queden en el olvido.
No sé si es gusto adquirido o que yo maduré, pero ahora puedo visitar cualquier bodegón, esperar al mozo untando la manteca en el pan y pedir un Podeti al plato porque sé que voy a quedar pipón pipón.
NdA: Disculpe, nuevamente, si no dibujé la nota pero me parecía un atrevimiento insolente de mi parte poner dibujos míos sobre los del autor de mi elección.
Otto: Dícese de gordito bribón y petulante de vida burguesa con ideales en bancarrota. Nacido por error de cálculo en Curitiba-Brasil en 1982, y criado en Morón, Argentina. Historietista, diseñador, técnico mecánico, burócrata y testaferro. Hace historietas donde pueda establecer una clara empatía con el lector para pedirle plata descaradamente. Publica regularmente en Alegría y Fierro. Suele pulular en ambientes donde haya comida y bebida gratis.
Muchas gracias Otto y sres. Kamandis! No soy merecedor