Por Diego Hernán Rosain
Cualquier persona que esté más o menos al tanto de lo que ocurre dentro del mundo del manga y el anime, es decir, la industria cultural japonesa, ha oído hablar de One Piece, la obra magna de Eīchirō Oda que comenzó a publicarse el 19 de julio de 1997 en la revista Weekly Shōnen Jump y ya cuenta con noventa y cuatro volúmenes y más de novecientos sesenta capítulos. Su versión animada comenzó a transmitirse el 20 de octubre de 1999 y cuenta, a su vez, con novecientos quince episodios, trece películas originales, doce especiales de televisión y tres OVA.1 Sin contar el resto del merchandising, los números hablan por sí solos: One Piece ha destronado del podio a muchos otros shōnen tales como el épico Dragon Ball de Akira Toriyama, Naruto de Masashi Kishimoto y el ya más relegado Bleach de Tite Kubo.2 Ahora, la pregunta del millón es: ¿a qué se debe el éxito arrollador y sustentable de One Piece? No existe un único motivo, pero sin dudas una tentativa respuesta es su abarcadora universalidad.
Bien sabido es para el lector o espectador atento que no todo sobre lo que dibuja y escribe Oda proviene de su imaginación. El mangaka cuenta con un acervo creativo fácilmente reconocible y reutilizable: la literatura universal. Con el correr de los años, Oda cada vez más y más ha zambullido su manga en lo que se conoce como intertextualidad, término que se emplea en la teoría literaria para designar la capacidad que poseen los textos de dialogar entre ellos (Genette 1982). El manga, en particular, y la historieta, en general, si bien son géneros y códigos híbridos que precisan de dos habilidades –el dibujo y la escritura– para configurarse, poseen predominantemente tramas narrativas ya que su función es, en primer lugar, contar una historia. Además, la intertextualidad no es exclusiva de la literatura ya que una obra, una escultura, una partitura o una canción pueden remitir a obras literarias y viceversa. Entonces, ¿qué tiene de particular la intertextualidad manejada en One Piece?
En primer lugar, One Piece no es una obra que se encierra en su país de origen, Japón. Es decir que no es una obra pensada primordialmente para japoneses como sí podrían serlo Samurai X (Rurouni Kenshin en Japón), Shin-chan o Noragami que, ya sea por su contexto histórico, el tipo de humor que manejan o la terminología y tradiciones de fuerte raíz cultural, dificultan el acceso y disfrute pleno del lector extranjero. One Piece, en cambio, se nutre de la diversidad cultural ya que su argumento le permite hacerlo: Monkey D. Luffy es un adolescente que sueña con convertirse en el nuevo Rey de los Piratas y, para ello, debe conseguir un barco y una tripulación con los cuales llegar a la isla en la que el antiguo Rey, Gol D. Roger, ocultó su legendario tesoro conocido popularmente como One Piece. La historia, en apariencia simple, habilita que el autor haga navegar de isla en isla a sus protagonistas conociendo nuevas etnias, paisajes y costumbres.
La historia de One Piece está inspirada en personajes históricos reales conocidos como piratas; sin embargo, también es cierto que mucha literatura de ficción se ha escrito sobre ellos haciendo uso de la matriz genérica del relato de aventuras. Oda se inspiró en al menos tres autores para crear su manga: Robert Louis Stevenson, autor de La isla del tesoro (1883); Julio Verne, autor de Un capitán de 15 años (1878) y Veinte mil leguas de viaje submarino (1870); y Jonathan Swift, autor de Los viajes de Gulliver (1726). Oda, sobre todo en el caso de Stevenson y Swift, hace alusiones explícitas a sus obras. Por ejemplo, en la saga de Dressrosa, los protagonistas se encuentran con una raza de pequeños hombrecitos conocidos como los Tontatta que aprisionan a Nico Robin, la historiadora y antropóloga de la tripulación, al igual que lo hacen los Liliputienses con Gulliver en su primer encuentro. En la saga de la Isla Gyojin, los protagonistas deben cubrir su barco con una capa similar a una burbuja para evitar que la presión de las profundidades lo destruya y así poder tomar una ruta subacuática hasta su siguiente destino, creando un barco que no navega por la superficie del mar sino por debajo de ella, al igual que el Capitán Nemo, creador del Nautilus, el primer submarino.
El uso de este tipo de relatos no es caprichoso, sino que responde a una larga y aceptada tradición inaugurada por Osamu Tezuka, el Dios del manga. Es bien sabido que Tezuka utilizaba de inspiración obras del canon occidental recién llegadas y parcialmente traducidas al archipiélago tras la ocupación estadounidense para crear historias gráficas que no ocultaban su influencia; por el contrario, el mangaka connotó en reiteradas oportunidades su preferencia por difundir y divulgar contenidos y mensajes nobles de autores literarios extranjeros en detrimento de cierta cuota de originalidad tan usualmente exigida por el público actual. Para él, si valía la pena que un libro fuese conocido por los japoneses, su pluma debía ser la encargada de hacérselo llegar de la mejor forma posible. Es por ello que contamos con decenas de casos en que Tezuka traduce con menor o mayor fidelidad al código del manga el tan cristalizado canon literario occidental (García 2018: 154-155). Ahora bien, ¿en dónde radica la novedad del método empleado por Oda?
Por un lado, la yuxtaposición de elementos literarios con otros extraliterarios –sean estos históricos, religiosos, pop, entre otros–. Tezuka trabajaba con obras de manera individual sin modificar demasiado los argumentos y la esencia de los personajes; Oda, en cambio, puede hacer convivir en un mismo personaje estilemas provenientes de distintos ámbitos dando lugar a un ser que no es ni plagio ni tributo.3 Cada saga tiene sus particularidades, así como también el autor da prioridad a ciertos personajes literarios antes que a otros. Por ejemplo, la saga de Thriller Bark está enteramente inspirada en relatos de horror, por lo cual está plagada de zombies, momias, hombres lobo, fantasmas, entre otros seres sobrenaturales. Las obras que inspiraron este arco son Drácula (1897) de Bram Stoker para confeccionar parte de la apariencia y la personalidad de Gekko Moriah, el antagonista de esta isla, y Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) de Mary Shelley para crear al cirujano Hogback y su más grande creación, Oars, el cuerpo reanimado de un demonio gigante de la Tierra de Hielo compuesto por pedazos de otros cadáveres. A su vez, Absalom, uno de los subordinados de Moriah intervenido quirúrgicamente para que posea la fuerza de otros animales similar a lo que ocurre en La isla del doctor Moreau (1896), comió la fruta suke-suke, la cual lo convierte en un hombre transparente capaz de dejar que la luz atreviese su cuerpo, misma habilidad que posee el protagonista de El hombre invisible (1897). Ambas novelas fueron escritas por Herbert George Wells. Si bien todos estos personajes tienen lugar en la textualidad, son indiscutibles las repercusiones que han tenido y continúan generando en el mundo del cine además de las huellas que han dejado su impacto visual.
Retomando las diferencias entre la utilización de la literatura por parte de Tezuka y Oda, a la moralidad y la ética propia de las obras del Dios del manga, el autor de One Piece suma otros dos factores que intervienen gracias a la convivencia de elementos disímiles provenientes de todas partes del mundo: la tolerancia y la celebración por la diversidad cultural y la denuncia de crímenes de lesa humanidad fácilmente detectables. Solo dos sagas pueden ser tildadas de tratar contenidos explícitamente nipones: una es la de Wano, que actualmente se encuentra en desarrollo, y la otra es la de Skypiea, la cual transcurre en una isla localizada en el cielo, al igual que ocurre en un capítulo de la novela satírica de Swift. Durante esta última, la brújula de los protagonistas se queda trabada apuntando hacia arriba, lo cual evita que los guíe hacia otra dirección. Los Sombrero de Paja, nombre que recibe la tripulación de Luffy, comienzan a pedir indicaciones sobre cómo llegar hasta las nubes, pero el resto de los piratas los tratan de locos y soñadores. Finalmente, gracias a la información brindada por un cuento para niños y a la ayuda de alguien que sí les cree, logran emplear una corriente ascendente como ruta hacia las alturas. Una vez allí se encuentran con un caballero medieval llamado Gan Fall que posee, junto con toda la saga, características relacionadas con El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra.4
En este arco presenciamos cómo un déspota omnipotente se autoproclama Dios de una nube aislada casi por completo del resto del mundo mientras castiga impunemente y sin titubear a aquellos que se oponen en lo más mínimo a sus caprichos. No solo vemos casos de censura, vigilancia extrema, esclavitud, violencia física y psicológica, derrocamiento político, terrorismo de estado, abuso de autoridad y destrucción de patrimonio cultural. La lista se haría más extensa si nos vamos a otras islas ya que a diferencia de una parte de la obra de Tezuka que trabajaba con un corpus adaptado del bagaje literario occidental y traducido para la realidad y conciencia niponas, Oda elabora problemáticas autóctonas imbuyéndolas de rasgos globales para que puedan ser consumidas, asimiladas e interpretadas no desde sus diferencias sino desde sus semejanzas con lo que ocurre en otros países y regiones del globo.
Esto se ve incluso en algunos de los personajes principales de One Piece quienes también están inspirados en personajes de ficción. Por ejemplo, Tony Tony Chopper, el médico del barco, el cual es un reno que comió la fruta hito-hito que le dio capacidades y habilidades humanas, entre ellas el habla. Al igual que Rudolph, el reno de la nariz roja que protagoniza el villancico adaptado por Johnny Marks, Chopper fue víctima de burlas y ofensas por parte de sus pares y también de los hombres por su naturaleza híbrida. Su infancia y desarrollo están atravesados por el abandono, la discriminación, el miedo, la soledad y la falta de aceptación, todos rasgos negativos tristemente identificables a nivel mundial. Otro personaje es Usopp, el francotirador de los Sombrero de Paja, el cual está inspirado en Pinocho, personaje creado por el italiano Carlo Collodi. Entre las similitudes que poseen ambos se encuentran sus largas narices que los caracterizan y su poca habilidad para disimular las mentiras. Desde que lo conocemos por primera vez, Usopp solo sabe vincularse con los demás por medio de mentiras, fábulas y engaños; pero, al igual que ocurre con la moraleja del cuento popular de “Juancito y el lobo”, acabará comprendiendo que las mentiras tienen patas cortas y lo único que logran es generar daños a quien las dice. Es por ello que su meta es volverse valiente y dejar de depender de sucias artimañas para ser reconocido por los demás y ser alguien en la vida.
La lista podría seguir, pero no todas las elecciones que realiza Oda contienen una justificación diegética de trasfondo como en los casos anteriores: la historia de Sanji, el cocinero del grupo, posee en menor medida que el resto pequeñas reminiscencias a Robinson Crusoe de Daniel Defoe (1719), aunque su historia bien podría estar inspirada en cualquier naufragio común y corriente. En la saga de Reverse Mountain, Laboon, una ballena que espera el regreso de sus compañeros, mantiene reminiscencias a las ballenas aparecidas en la historia bíblica de Jonás, Pinocho (1883) y Moby Dick (1851) de Herman Melville; en la saga de Punk Hazard aparecen hombres centauros y una mujer arpía en clara referencia a la mitología grecolatina; una de las últimas saga hasta el momento, la de Whole Cake, está inspirada por entero en relatos de índole maravillosa, tales como fábulas, breves alusiones a Las mil y una noches, los cuentos de los hermanos Grimm, Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas (1865) y A través del espejo y lo que Alicia encontró allí (1871) de Lewis Carroll, El maravilloso mago de Oz (1900) de Lyman Frank Baum, El principito (1943) de Antoine de Saint-Exupéry y Charlie y la fábrica de chocolates (1964) de Roald Dahl.
Con todo esto podemos asegurar que una de las fórmulas del éxito mundial del manga de Oda tiene que ver con esta recursiva capacidad de incorporar historias que conforman el canon de la literatura occidental, las cuales resultan exóticas y extravagantes para los japoneses y un hermoso tributo y reformulación para los países de donde provienen. Sin embargo, no es un logro simplemente pintoresco, ya que la textualidad a la que acude Oda se halla, en la mayoría de los casos, a merced de un objetivo concreto: la confraternidad de las virtudes y la acusación de los pecados de los hombres. Así, Luffy y los Sombrero de Paja no solo atraviesan los mares en busca de un tesoro, sino que también trazan una ruta que une a las naciones del planeta para divulgar y promover la diversidad cultural y los valores que esta promulga.
Bibliografía
Eco, Umberto (2011), Apocalípticos e integrados. Buenos Aires: Tusquets Editores.
García, Héctor (2018), Un geek en Japón. Barcelona: Norma Editorial.
Genette, Gérard (1989 [1982]). Palimpsestos. La literatura en segundo grado. Madrid: Taurus.
Oda, Eīchirō (1997), One Piece. Tokio: Shūeisha.
Rosain, Diego Hernán (2016), “Caballeros orientales: la figura del Quijote en dos arcos argumentales de One Piece”. En D’onofrio, J. [et al.] (ed.) (2017), Don Quijote en Azul 9: actas selectas de las IX Jornadas Cervantinas celebradas en Azul, Argentina, en 2016. Tandil: Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, pp. 111-124.
Diego Hernán Rosain (Argentina, 1991) es Licenciado y Profesor Normal y Superior en Letras por la Universidad de Buenos Aires (FFyL-UBA). Es adscripto a la cátedra de Teoría y Análisis Literario “C” a cargo de la Prof. Silvia Delfino con el proyecto titulado “Traicionar la tradición. Usos y funciones de las herencias y legados culturales en la producción crítica y literaria de Héctor Libertella” dirigido por la Prof. Guadalupe Maradei. Es miembro de la Red Iberoamericana de Investigadores en Anime y Manga (RIIAM). Es socio de la Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África – Sección Argentina (ALADAA Argentina). Sus temas de investigación son la literatura argentina del siglo XX, por un lado, y los cruces entre canon literario universal y manga, por el otro. Ha publicado artículos en revistas como Puesta en Escena, Exlibris, BADEBEC, Orbis Tertius, Luthor, Cuadernos de Cómic y Trazos. Actualmente está preparando su proyecto de doctorado sobre Héctor Libertella y la tradición. (dhernan_rosain@live.com.ar)
- [1] Estos números se encuentran actualizados al 01/01/2020.
- [2] Un dato reciente que ha dejado a más de un fan perplejo fue el hecho de que el manga Kimetsu no Yaiba (2016) de Koyoharu Gotōge publicado en la misma revista que One Piece y con solo diecinueve volúmenes recopilatorios ha superado a la obra de Oda tanto en encuestas de popularidad, así como también en números de venta anual. Si bien las cifras no se han esclarecido por completo, es esperable que tras tantos años de publicación One Piece haya perdido lectores y adeptos, dando lugar a nuevos mangaka para que brillen en la Shōnen Jump.
- [3] “[…], si por un lado los comics ponen en circulación formas estilísticas originales, y bajo este punto se estudia no sólo como hecho estético sino también como modificador de la costumbre, por otro cumplen una acción de homologación y difusión de estilemas, ya sea a título de mera depauperación ya a título de recuperación. No es posible un enjuiciamiento general de este proceso; es precisa una valoración histórico-crítico-pedagógica caso por caso” (Eco 2011: 163).
- [4] Para más información sobre estas dos sagas ver Rosain, Diego Hernán (2016), “Caballeros orientales: la figura del Quijote en dos arcos argumentales de One Piece”. En D’onofrio, J. [et al.] (ed.) (2017), Don Quijote en Azul 9: actas selectas de las IX Jornadas Cervantinas celebradas en Azul, Argentina, en 2016. Tandil: Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, pp. 111-124.