A principios de este año un grupo de editoriales independientes decidieron unir sus fuerzas en algo que no es exactamente una mega editorial pero que tampoco es solamente un stand compartido. Big Sur, que agrupa a Terminus Libros, La Pinta, Szama Ediciones y Le Noise, parece funcionar un poco con la vieja lógica del origen de Image Comics: cuatro estudios independientes en cuanto a decisiones editoriales y línea estética, pero sin embargo unidos en lo que respecta a estrategias comerciales y de distribución, conformando un frente común. Y también compartiendo ciertas ideas acerca de la historieta, que se ponen en evidencia cada vez que realizan una intervención pública: una absoluta desacralización del pasado de la historieta argentina, una apuesta por la más amplia variedad de formatos (desde el fanzine hasta el libro, en armonía), una firme creencia en lo autogestivo como camino, una voluntad polémica que surge de firmes posiciones éticas y estéticas, una enorme variedad de contenidos, una creencia en la necesidad del crecimiento de la escena historietística más allá de Buenos Aires. Todo esto alimenta un proyecto colectivo que propone que en estos tiempos de anomia industrial en la historieta argentina, lo único que puede salvarnos es la agrupación y el “hacerlo vos mismo”, contra viento y marea, por el amor al medio.
Interesados desde Kamandi por la producción de este colectivo y por sus opiniones, les enviamos un cuestionario a cinco de sus editores, consultándoles sobre los orígenes, sus opiniones acerca de la escena argentina actual, el concepto de “novela gráfica”, el lugar del “interior” en la historieta argentina. Desde hoy iremos publicando sus respuestas.
En primer lugar, entonces, Martín Muntaner y Loris Ziggiotto, de La Pinta.
Para empezar, una pregunta de rigor, un poco aburrida, pero necesaria: ¿Cómo comenzó cada uno de ustedes con sus proyectos editoriales personales?
Martín Muntaner: En mi caso, con La Pinta, empecé en 2009 pero lo siento como una continuidad de lo que ya venía haciendo hacía casi diez años que era producir historieta de forma autogestiva, primero en fanzines, luego en internet, después con la editorial, cada paso sin dejar el anterior. La inquietud de editar la tenía hacía bastante tiempo, pero a medida que iba produciendo y vinculándome con gente que hacía historietas me fue interesando más publicarla en libros porque me parecía que la época y la historieta que se estaba empezando a hacer requería un formato que apueste más a la trascendencia que a la inmediatez, no porque fuera mejor que otras formas, sino porque era necesaria además de esas otras formas, después fue acomodarse y afinar en el camino.
¿Cómo se fueron tejiendo los lazos entre ustedes? ¿Se conocían de la escena de la historieta de Rosario? ¿Del Crack Bang Boom?
MM: Sí, concretamente la primera interacción nuestra fue alrededor de Crack Bang Boom, ahí nos empezamos a vincular, nos acercamos por afinidad, nos agrupamos por necesidad y continuamos por fraternidad.
Noto que hay cierta defensa del género entre las editoriales que componen Big Sur. Pienso, por ejemplo, en las historietas publicadas en Terminus o Almer. ¿Qué encuentran en los géneros clásicos que los impulsan a contar historias?
MM: Yo defiendo la historieta en general, no levanto una bandera en especial por “el género”, me gusta mucho del mismo modo que me gustan mucho otras cosas, además, siendo lo más mainstream que hay, no me parece que ande necesitando mucha reivindicación.
A la vez también siento que hay, de parte de algunos de ustedes, una distancia voluntaria y bien marcada con cierta manera de hacer historieta (digamos la “tradición clásica de la historieta argentina”). ¿A qué se debe su distancia con la misma?
MM: No sé si es voluntaria, no me siento alejado de esa tradición como lector, lo que sucede es que como editor elegí otras cosas que me resultan más cercanas, con las que siento que puedo aportar más y mejor a la tarea de diversificar y extender el territorio que es una de las que más me interesan de esta actividad. No considero que elegir lo que hago esté necesariamente vinculado a la actitud de diferenciarse o distanciarse de otras cosas, en esto todos hacemos una apuesta personal porque tenemos una limitación material de posibilidades, entonces conviene orientarse y elegir cierto tipo de obras por sobre otras, lo que no elijo seguramente a otros les interese más y por lo tanto puedan hacerlo mejor.
Muchos de ustedes tienen un fuerte amor por el comic yankee, especialmente los superhéroes, el terror y la aventura Mignolanesca, el policial hard-boiled. ¿Cómo procesan y relacionan esas influencias con el comic de autor que realizan?
MM: Ninguna influencia me parece reñida con la historieta de autor, al contrario, nada más personal que dejar entrever de qué está hecho lo que uno hace. Con respecto a esos géneros en particular no estoy muy enterado, los he leído y los sigo leyendo, pero de una forma errática y casual, mi experiencia lectora tiene un corazoncito más europeo y local.
A la vez, algunos de ustedes se dedican a la historieta autobiográfica o se rozan con el género/formato de “novela gráfica”. ¿Cómo se llevan con ese amplio archipiélago en que se ha convertido el comic indie?
MM: Creo que toda la historieta está convirtiéndose en un inmenso archipiélago, y lo mismo pasará con toda la industria cultural, por lo tanto “llevarse” con eso es más bien una aceptación de la realidad, la producción independiente es la norma, de la cantidad de posibilidades de lectura que hay una inmensa mayoría es producida de forma autogestiva, con pequeño alcance, por interés propio sin influencia previa del mercado, etc, etc, si uno quiere quedarse sólo con los productos que todavía se hacen con la inercia de la producción industrial puede, claro, pero es recortar, o cerrar los ojos a la mayoría de lo que sucede. Como productor nací ahí así que no tuve nunca una necesidad de adaptación y como lector siempre fui curioso y abarcador así que un archipiélago que se extiende es una fiesta por más que cada vez pueda abarcarlo menos y quedarme más afuera de cosas que pasen.
Sobre la novela gráfica: la expresión (malísima como todas las denominaciones en este medio) tiene dos usos, yo les llamo el mala leche y el buena leche, el primero es esa etiqueta que se usa para vender gato por liebre, decirle al público “ojo, esto no es lectura infantiloide, es algo serio”
Y que no significa nada porque se le puede poner a cualquier publicación que tenga forma de libro, el segundo, en cambio, es más un sinónimo de historieta de autor, otro rótulo horrendo, y se refiere a una forma de producir la obra y de publicarla, que adolece del prejuicio que generan esos rótulos pretenciosos pero que en realidad definen algo muy simple que es: una historieta hecha por gusto o necesidad del propio autor, encarada como una obra personal sin restricciones mercantiles de género y temática y publicada de la manera que pueda respetar, la forma más íntegra de llegar al público, como yo me considero, o trato de ser, buena leche, uso la segunda. Aclarado eso digo que no es una forma con la que “me roce” sino con la que más me interesa para trabajar y publicar. La autobiografía me gusta, como me gusta cualquier otro género.
Loris Ziggiotto: Nos llevamos y ya, no veo ninguna contradicción o conflicto en eso. Hablo por mí, pero lo que a mí me gusta y me moviliza y me apasiona es la historieta, el medio de la historieta. Sea de la forma que sea, en el formato que sea.
Han publicado en diversos formatos, desde la antología hasta el fanzine, ¿cuál es el formato en el que se sienten más cómodos? ¿Qué opinan acerca de la predominancia del libro como el contenedor de la historieta?
MM: Me gustan todos los medios y formatos, si es por comodidad lo mejor es internet y hacer fanzines que es más barato, directo y sin problemas de transporte y distribución, pero no creo que la comodidad sea un factor de mucho peso en la elección, en mi apreciación ubico a las la antologías y revistas como lo menos placentero para trabajar y en cuanto al libro creo que la predominancia actual del formato es lógica, es el medio más adaptable a las características del mercado y las formas de producción actuales porque es sustentable y permite apostar por la vigencia de las obras a mediano o largo plazo.
¿En que momento decidieron que la mejor estrategia era “hacer yunta” y presentar un frente común? ¿Esto respondió a razones comerciales, de amistad, artísticas?
MM: Cuando nos dimos cuenta que nos convenía continuar colaborando con algo más que pagar juntos un stand y justamente por razones, comerciales, de amistad y artísticas.
Y en el caso de que haya respondido a razones artísticas, ¿cuál creen que es la propuesta estética que hermana a Big Sur?
MM: No creo que haya una propuesta estética común, creo que más bien tenemos es una forma muy similar de encarar este trabajo y una misma visión compartida cómo hacer y publicar historietas.
Muchos de ustedes son reconocidos por sus fuertes opiniones acerca de los límites y carencias de la historieta argentina. ¿Qué creen que le hace falta hoy en día?
MM: Dejar de llorar por virtuales épocas de oro.
LZ: Muchas cosas, pero veamos: canales de distribución a librerías que funcionen, trabajar más con las librerías y las cadenas para armar un espacio de historieta grande y copado en el que moverse y encontrar algo no sea un suplicio. Darle voz y espacio a muchas mujeres y autorxs de la comunidad LGTBIQ como bien demostró el festival ¡Vamos las Pibas!. Y el que para mí es fundamental es: conseguir nuevos lectores, llegar a ellxs. Es increíble la cantidad de gente de fuera del mundillo que se vuelve loca cuando ve las cosas que se publican acá en el país hoy día, pero no tiene idea de cómo conseguirlas y como acceder a ellas.