Esta entrevista fue hecha en el bar Varela Varelita en el barrio de Palermo, Buenos Aires. Lugar de encuentro bohemio, donde la especialidad de la casa son los cafés autografiados por su hacedor, allí María Luque (Rosario, Argentina, 1983) suele trabajar dibujando ya sea sola o en compañía de otros dibujantes en lo que la autora ha denominado “Merienda Dibujo”. Esta conversación sucedió antes de la presentación del proyecto para publicar La Mano del Pintor, opera prima de Luque, en Ideame con edición a cargo de Editorial Sigilo. El proyecto resultó ser un éxito que superó todas las expectativas, alcanzando un 121% de financiación con un total de 387 colaboradores. Sin más preámbulos, la palabra de Luque, representante de una nueva generación de autores de historieta en Argentina y Latinoamérica.
Fotografía de portada: Romina Zanellato
Pablo Turnes: Quisiera que me cuentes sobre tu formación.
María Luque: Estudié pintura en la Universidad Nacional de Rosario, en la Escuela de Bellas Artes, pero no me recibí. Cuando dejé la facultad empecé a hacer talleres con artistas que me interesaban, residencias, cosas más específicas. Buscaba una formación por fuera de la institución y conocer otros artistas. Así empezó Merienda Dibujo, donde invitaba a gente a dibujar conmigo, un poco para pasar el rato y otro para ver cómo dibujaba esa otra persona. Uno de los primeros invitados fue Max Cachimba, un ídolo total, a quien si bien conocía no éramos amigos ni teníamos relación. Poder compartir una tarde de trabajo con esa gente para mí era una lección más valiosa que horas de cursada.
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Turnes: Es interesante el caso de Max Cachimba, otro rosarino. Empezó con un estilo de dibujo bien distinto, cuando ganó el concurso en la revista Fierro con Pablo De Santis, y en un momento cambió, hizo un salto hacia algo completamente distinto y tomó un riesgo, porque eso dividió más al público. Se hizo más fuerte la división entre los que lo aceptan y los que lo rechazan.
Luque: Yo la primera obra que vi de Max la vi en el Museo de Bellas Artes de Rosario. Tuve un acercamiento medio raro a las historietas, cuando era chica no las leía, nunca compré la Fierro ni me interesaba. Cuando yo era estudiante, Max ganó el Premio Municipal de Pintura del Museo Castagnino, con una pinturita hermosa, muy chiquita, yo no podía creer lo que estaba viendo. Me conmovió.
Turnes: ¿Vos sabías que él hacía historietas?
Luque: Sí sabía, pero nunca había tenido un acercamiento a la historieta. Sabía que existían, pero no las conocía.
Turnes: ¿Y cómo terminaste en la historieta?
Luque: Fue medio azaroso. Aunque ahora que lo pienso, me doy cuenta que yo veía a Fontanarrosa, miraba la última página del diario. Creo que todo eso en algún lugar va quedando, aunque no fueran más que Fontanarrosa, Mafalda y Condorito. En algún momento empecé a dejar la pintura de lado y a prestarle más atención al dibujo, a las publicaciones, a los fanzines. Ahí me empecé a acercar, pero descubriendo autores contemporáneos, que tienen mi misma edad y a quienes me puedo cruzar en la calle.
Turnes: Viniendo de una formación artística, dudo que la historieta estuviera en el programa. ¿Cómo te enfrentaste al desafío de narrar dibujando?
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«Me acuerdo que me junté con José Sainz y le comenté que quería empezar a hacer historietas, pero que no tenía ni idea de cómo encararlo. José se rió un montón y me contestó: “María, de izquierda a derecha y de arriba a abajo”».
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Luque: Y…al principio me asustaba un montón, me daba mucho miedo. Me acuerdo que me junté con José Sainz y le comenté que quería empezar a hacer historietas, pero que no tenía ni idea de cómo encararlo, más allá de algunas pruebas y ensayos que estaba haciendo. Yo estaba mirando Persépolis [de Marjane Satrapi] y Virus Tropical [de Powepaola], pero nada más. José se rió un montón y me contestó: “María, de izquierda a derecha y de arriba a abajo”. También creo que todo ese desconocimiento me sirvió, porque no tenía prejuicios. Traté de no pensarlo tanto, porque si me ponía a analizar paso por paso, me congelaba.
Turnes: ¿Y cómo lo resolviste, cómo te encontraste a vos misma haciendo eso?
Luque: Creo que me ayudó la historia que tenía y que quería contar, me fue guiando sola. Hace unos años me postulé para una residencia en Paraguay, cuando se cumplía un aniversario de la Guerra [1864-1870], un proyecto para hermanar las naciones. Y yo presenté la historia de mi tatarabuelo y de Cándido López. Finalmente no quedé seleccionada, pero venía dando vueltas hacía un montón con eso y no sabía qué hacer.
Turnes: Contame esa historia familiar, me interesa. ¿Era tu tatarabuelo?
Luque: Mi tatarabuelo (aparentemente) le amputó la mano a Cándido, al que lo habían herido en la Batalla de Curupayty, y para salvarle la vida le tuvieron que hacer eso. Mi tatarabuelo era médico practicante asignado al Batallón de San Nicolás. Yo creo que a los que mandaban a hacer estas tareas eran a los médicos de campo, a estudiantes de medicina, entre los que estaba mi tatarabuelo. Por esa batalla le dieron muchos honores, mi papá [que también es médico, en una familia de médicos menos yo] tiene un diploma por los servicios prestados en el campo de batalla. Entonces había una posibilidad real de que hubiera sido él el que le había cortado la mano a Cándido, y a partir de ahí comenzó a gestarse la historia del libro.
Turnes: Es fascinante, yo no sabía nada de esa historia. Por eso te quería preguntar cuál era tu relación con López, por qué lo habías elegido para hacer una novela gráfica.
Luque: Fue por eso, pero yo ya conocía la obra de López desde que era bastante chica. Cuando estaba en el colegio, se hizo un concurso del Banco Velox que editaba una colección de arte. Tenía que escribir una historia sobre alguno de los artistas o de alguna obra, y si ganabas te regalaban ese tomo. Era a nivel nacional: cada escuela elegía una, después era por ciudad y así, ibas pasando por diferentes categorías. Yo no elegí la historia de Cándido, pero cuando vi ese tomo, me pareció increíble, esas miniaturas eran fascinantes. No escribí sobre eso porque no me animé, no sabía nada sobre la Guerra del Paraguay, y cuando leía los títulos de las obras no los entendía, por eso terminé eligiendo a otro artista. Yo tendría 13 años, y ya me había asombrado un montón.
Después empecé a investigar más. Mi papá también tenía una fascinación con la Guerra del Paraguay porque mi tatarabuelo había estado ahí, entonces en mi casa siempre hubo varios libros sobre el tema. En un momento llegué a la conclusión de que la única manera de contar esa historia era haciendo una novela gráfica. Se me habían ocurrido un montón de cosas para contar, como una biografía de Cándido contada por él, pero todo se hacía tan solemne y tan terrible por la cuestión de la guerra que me pareció necesario que hubiera un poco de humor, traerlo más al presente.
En esas investigaciones me enteré que la mitad de su obra había quedado inconclusa. Cuando va al frente lleva un cuaderno de bocetos planeando producir 90 pinturas, pero pasa lo de la mano, justo la que usaba para pintar. Vuelve a Buenos Aires y durante un año entrena su mano izquierda y pinta todas esas pinturas de la guerra que vemos ahora. De los bocetos aquellos llegó a pintar unos 42, murió de viejo con su obra sin terminar.
Ahí fue cuando pensé que el fantasma de Cándido me pedía a mí que yo le terminara su obra, entonces me enseñaba a pintar como él y me contaba sobre la guerra pero como podía entenderlo él, no como podría contarlo un historiador actual. Tuve que leer mucho para armar la historia, coleccionando datos y fuentes, como las cartas que los soldados les enviaban a sus madres y a sus novias.
Turnes: Yo pensaba en que Cándido López casi que queda afuera del canon del arte elevado, por la manera en que hace lo que hace y su manera de representar.
Luque: Estuvo afuera, mucho tiempo. Recién en los ’70s se comenzó a revalorarlo.
Turnes: Lo interesante es que para romper con el registro “correcto”, artísticamente hablando, tuvo que perder la mano y dibujar con la que no sabía. Terminó siendo casi como lo que hoy podríamos llamar “documentalista gráfico”, una especie de Joe Sacco del siglo XIX. Yo quería saber cómo eso dialoga con un lenguaje como la historieta, que también está afuera de los cánones del arte, pero que al mismo tiempo produce imágenes. Y con vos, que venís de esa formación, y que yo sospecho que tuviste que des-aprender lo que te habían enseñado para llegar a dibujar así.
Luque: Sí, porque nunca llegué a aprender mucho [risas]. Si hubiera seguido a mis profesores, no lo hubiera podido hacer. La verdad es que nunca tuve una gran destreza como dibujante, no lo hacía bien y eso me traumaba, porque en la facultad teníamos cosas como modelo vivo, bodegones, luces y sombras…yo la pasaba muy mal. Así que no es que me hice la que no me sale, ¡nunca me salió! [risas]
Yo creo que Cándido cambió de formato, pero si vos ves las obras pintadas con la mano derecha y las pintadas con la mano izquierda, son casi lo mismo, no cambió tanto. Siguió pintando de la manera en la que él quería pintar. Es increíble eso.
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Turnes: Vos fuiste parte de Informe, historieta argentina en el siglo XXI. Ahí hay un montón de registros, como siempre, pero hay varios que descolocan los lugares que uno podría llegar a esperar de la historieta más clásica: la narración, la linealidad, el sentido, la forma de dibujar. ¿Te sorprende eso que encontraste en el libro y con lo que compartís espacio?
Luque: Me sorprendió porque a muchos no los conocía, pero sí me lo podía llegar a imaginar, o al menos intuirlo por lo que veo en internet. Hay mucha gente muy diversa, pero al mismo tiempo yo encuentro algo que se me hace muy cercano, algo de lo que puedo sentirme parte. No sé si es algo generacional, pero me parece que nada está fuera de los parámetros, tal vez porque no tenga esos prejuicios.
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«Yo creo que Cándido cambió de formato, pero si vos ves las obras pintadas con la mano derecha y las pintadas con la mano izquierda, son casi lo mismo, no cambió tanto. Siguió pintando de la manera en la que él quería pintar. Es increíble eso.»
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Turnes: Las críticas contra vos decían básicamente “esta mina no sabe dibujar, debería dedicarse a otra cosa y no a la historieta”. Pero eso a su vez provocó una serie de respuestas.
Luque: Sí, muchas. Igual, yo lo entiendo, y me parece válido que haya gente que espera que la historieta sea otra cosa, con otro tipo de dibujos y otra forma de contar. Pero bueno, es lo que pasa siempre. No podés pretender que todo siga de la misma forma a la que uno está acostumbrado, me parece un poco egoísta.
Turnes: Tal vez tenés que tomar las críticas como síntoma de que algo está cambiando. Hay una especie de brecha, entre gente que viene de otro lado y hace otras cosas, y lo que se espera de una historieta en el sentido “clásico”. Vos y los que aparecen en Informe están perturbando el orden, son un poco subversivos.
Luque: ¡Qué emocionante! [risas] Me parece bien que pase, y no me interesa meterme en esa polémica, prefiero dibujar. Hay gente que tiene la posibilidad de indagar y conocer, y lo hace bien, pero a mí no me sale. Yo quiero dibujar directamente, si no, no llego nunca a hacerlo. Hay gente a la que le gusta y no le importa que mi dibujo esté chueco y raro, que no sea realista.
Turnes: ¿Pero te gusta perturbar?
Luque: ¡Sí, obvio! [risas] Tampoco soy una fiel lectora de esos blogs de crítica, no los sigo ni los conocía. Pero cuando leí lo que habían escrito sobre mí, un poco me alegré. Me hubiera preocupado si hubieran hablado bien, me hubieran hecho repensarlo [risas].
Turnes: Yo creo que es como vos decís: es inevitable en algún punto. Durante buena parte del siglo XX lo que se demandaba del arte era que perturbara el orden. La historieta parece lo contrario, aunque eso ha cambiado mucho en los últimos 20 años, pero evidentemente todavía hay resistencias.
Luque: Pero es rarísimo eso, porque siendo un medio que está tan al margen de todo, que haya gente que esté todo el tiempo buscando poner carteles me parece ridículo. Me llama la atención.
Turnes: Al mismo tiempo no sé si es muy efectivo, porque Informe es la prueba de que algo cambió.
Luque: Y por más que lo intentes, no podés frenar todo lo demás.
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«Me parece válido que haya gente que espera que la historieta sea otra cosa, con otro tipo de dibujos y otra forma de contar. Pero bueno, es lo que pasa siempre. No podés pretender que todo siga de la misma forma a la que uno está acostumbrado, me parece un poco egoísta.»
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Turnes: Venís de exhibir en una galería de arte la serie de dibujos tituladas Catástrofes. ¿De dónde sale ese concepto?
Luque: La verdad no sé por qué, pero me atraen las catástrofes, aunque nunca me gustaría estar en una. Empecé esos dibujos mientras estaba haciendo La Mano del Pintor, porque me habían hecho un pedido para una publicación que al final nunca se hizo. Fue una asociación media inconsciente: empecé con el formato de Cándido, bien horizontal, y al mismo tiempo queriendo hacer algo que tuviera que ver con los museos. Incorporé esas escaleras, con montajistas, pero la catástrofe se me fue para otro lado. Se puede matar gente como se pueden destruir obras. Yo creo que había una asociación ahí.
Turnes: Son dos especies de catástrofes culturales: la guerra y la destrucción de una obra de arte.
Luque: El problema es que los museos siempre aparecen como lugares muy solemnes, uno llega y todo está acomodado, no se puede alterar. No hay basura, ni ruido, la gente no habla, apenas si se animan a sacar fotos. Entonces pensé en todo lo que pasa en esos museos y que la gente no ve, como la previa a los montajes. Está toda esa gente que trabaja ahí de la que uno no se entera. Me intriga tanto como las obras todo eso que hay atrás, donde se toman las decisiones para que todo eso aparezca como aparece.
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Turnes: Pasa algo similar con la historieta por lo cual vos recibís críticas: la idea es que no se note que alguien lo está haciendo, que sea transparente y vos te puedas meter de una en la historia. Creo que es una característica del sistema en general, donde uno ve el producto terminado, pero no su proceso de producción y todo lo que eso implica. Vos, al no tener un estilo realista, armás la historia como si fuese un escenario con títeres que van rotando, mostrás los hilos.
Luque: Realmente parte de una limitación formal, pero si uno lo quiere, se puede entrenar y corregirlo. Eso a mí no me interesa. En Cándido encuentro una destreza técnica que es interesante, porque vos ves sus cuadros y te das cuenta que no es real, que no es la guerra. Las imágenes tienen eso en general: una mentira que todos aceptamos creer.
Turnes: Tal vez ahí haya algo interesante que define tu trabajo: proponés desconfiar de las imágenes, pero no renunciás a contar.
Luque: No necesito ser realista para encontrar algo verosímil, lo puedo encontrar de todas formas, y me gusta pensar que hay alguien más a quien le puede pasar lo mismo.
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«En Cándido encuentro una destreza técnica que es interesante, porque vos ves sus cuadros y te das cuenta que no es real, que no es la guerra. Las imágenes tienen eso en general: una mentira que todos aceptamos creer.»
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Turnes: ¿Leés historieta?
Luque: Ahora sí leo. Leo las cosas que me presta José [Sainz], las que tiene en su biblioteca cuando él no está en casa. Pero lo primero que leo siempre es lo publican en internet Powerpaola, Sofía Watson, Amadeo Gonzales. Gente que tengo cerca y que me encanta lo que hace. Y después leo a Gabrielle Belle, a Julia Wertz, Simon Hanselmann. Son toda gente que dibuja medio mal como yo, no sigo nada en los parámetros de esa historieta de la que veníamos hablando.
Turnes: Casi que te volviste involuntariamente anti-tradicionalista.
Luque: Si me preguntás de historieta argentina, me muero de vergüenza. ¡Yo no leí ni El Eternauta, te lo confieso!
Turnes: Pero es una buena confesión, no me parece que sea algo para tener vergüenza.
Luque: No, pero existen los que te señalan diciendo “¡¿Cómo vas a hablar de esto si no leíste tal cosa?!” Bueno, no me alcanza la vida para leerme todo. Entiendo que moleste una posición como la mía, pero habrá cosas que no llegaré a leer nunca.
Turnes: En tu historia en Informe, vos contás la experiencia viviendo en casas ajenas que cuidás mientras sus dueños están de viaje. Me parece que funciona como metáfora de tu camino en la historieta: entraste a una casa que tenía dueño pero el dueño no estaba.
Luque: ¡Qué divertido! ¡Me encanta! Hacer eso fue la forma que encontré para poder subsistir hasta ver si esto funcionaba. Por suerte funcionó. Yo creo que si hubiera tenido un trabajo regular, en una oficina 8 horas por día, no podría haberlo hecho. Ahora que lo pienso, estuvo muy bien animarme, pero podría no haber pasado. Tuve la suerte de tener amigos que me tienen confianza, y a mis viejos que siempre me reciben cuando ando media desesperada y que se ponen muy contentos cuando me salen las cosas. Podría haber salido muy mal, pero al menos por ahora la cosa va funcionando.
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«Si me preguntás de historieta argentina, me muero de vergüenza. ¡Yo no leí ni El Eternauta, te lo confieso!»
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Turnes: ¿Estás viviendo en el paraíso?
Luque: ¡Sí! [risas] Aunque vivo al día, y siempre aparece la incertidumbre, soy muy feliz porque estoy haciendo lo que realmente tengo ganas de hacer.
Turnes: Es cierto que ese grado de libertad viene junto con la precariedad laboral. Pero de todas formas no es cierto que con los otros trabajos uno esté menos precarizado.
Luque: Yo trabajaba en un estudio de edición de video y sonido, y lo que ganaba no me servía y además no tenía tiempo para nada más. Una vez hice una residencia y estaba Powerpaola haciendo historietas. Yo la veía y pensaba “¡Yo quiero hacer eso!”, no sabía cómo pero veía que a ella le funcionaba, era un motivador muy fuerte. Por eso quiero rodearme de gente que incentiva y da ánimo en ese sentido.
Turnes: Este año se publica tu primer libro ¿Te considerás una autora de historieta?
Luque: No sé…no pienso en eso [risas] Pero sí, ¿por qué no? No sé a dónde me va a llevar este camino, pero lo importante es que me lleve.
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