Por Germán Perrotta
(Portada del título: Gary Frank, DC Unicerse: Rebirth Nro. 1, DC Comics.)
DC Rebirth N°1 es un folleto publicitario de 65 páginas y un relanzamiento que engloba en su narrativa los últimos 30 años de historias publicados por la editorial y trata acerca de cómo su bagaje de historias superheroicas impactó en los últimos 5 desastrosos años, coincidentes con el fallido reinicio del New52.
La “historia” central tiene como protagonista a Wally West, el tercer Flash, aquel que llevó el manto durante los noventas y los 2000s, que desapareció de los comics de DC después del reboot y que ahora está buscando a Barry Allen, el Flash actual (que en realidad es el Flash de los años sesenta-ochenta revivido…es complicado), para volver a la vida. Todo esto se entiende por la interminable narración acongojada del personaje a manos de Geoff Johns.
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El cómic entero es un comentario “metatextual” para nada sutil acerca de la situación de la editorial desde Crisis en las Tierras Infinitas hasta Flashpoint, el último evento antes del reboot. Por lo tanto se necesita haber leído al menos los eventos más importantes publicados desde el año 1985 y estar medianamente al día con lo que estuvo sucediendo en el New 52 para entender qué es lo que está pasando. Si una persona X, con ningún tipo de conocimiento de la historia de DC Comics se acerca a leerlo, lo más seguro es que le parezca incomprensible, porque es un cómic que no sirve como punto de inicio para nuevos lectores.
El metacomentario es este: DC le pide “perdón” al lector por los últimos 5 años y promete cómo todo va a ser buenísimo y divertido de ahora en adelante, los superhéroes volverán a ser personajes aspiracionales, brillantes, coloridos, que sonreirán y harán cosas superheroicas. Todas promesas sin ningún tipo de fundamento narrativo ni visual. Por eso sostengo que es una publicidad, no una historia propiamente contada.
Quizás lo más indignante de esta movida de marketing en la que profesan responsabilizarse de sus errores, sea echarle la culpa a Watchmen. Sí, a esa piedra basal del medio y el género a cargo de Alan Moore y Dave Gibbons publicada por DC Comics en 1986. De más está analizar ese comic aquí (además de que la mayoría de los lectores lo conocerán), basta decir que experimentó con temas complejos como la naturaleza humana, la violencia intrínseca en ella, y al mismo tiempo produjo una deconstrucción del concepto superheroico. En términos artísticos y narrativos, Watchmen sigue siendo uno de los comics fundamentales del género y de allí el recurso desesperado de DC de colocarlo en el puntapié inicial de su relanzamiento para brindarle polémica y legitimación artística.
Leer que DC, con Dan DiDio, Jim Lee y Geoff Johns a la cabeza sostengan que la oscuridad que invadió a la editorial es culpa de un comic que tiene 30 años y que no se hagan cargo de historias aprobadas, escritas y publicadas por ellos como Identity Crisis, Countdown to Infinite Crisis e Infinite Crisis, para nombrar sólo algunas, es de un nivel de hipocresía e ignorancia que lamentablemente ya no sorprenden a nadie. Y si no me creen hagamos un pequeño resumen.
En el año 2004 se publicó Identity Crisis, comic en el que el guionista Brad Meltzer decidió matar a una embarazada Sue Dibny, la esposa de Ralph Dibny (Elongated Man) y usarla solo como un resorte de una trama que se concentra más en el pasado de la Liga de la Justicia que en encontrar al asesino. Cómo si eso no alcanzara, descubrimos que Sue fue violada por el Dr. Light en la Watchtower, los cuarteles generales de la Liga. Como consecuencia de este hecho varios miembros de la misma decidieron hacerle una lobotomía al villano con los poderes de Zatanna y Batman, por oponerse a esa medida, también termina con sus recuerdos borrados para que no joda.
El principal conflicto se desarrolla durante la Silver Age, el momento inocente en que se suponía que los héroes eran héroes. Los íconos de DC son convertidos en personas irredimibles, nadie se salva con las excepciones de Wally West y Kyle Rayner, que representan a los lectores. Pareciera que en la editorial se olvidaron de que sus personajes nunca se caracterizaron por su ambigüedad.
Aquí es donde comienza a profundizarse la falta de visión a futuro. Después de Identity Crisis, DC publicó Countdown to Infinite Crisis, cómic en el que se produce el asesinato de Blue Beetle a manos de Maxwell Lord. Las víctimas de estas historias están relacionadas directamente con la Justice League International de Maguire, Giffen y De Matteis, quizás la más divertida y querida por la mayoría de los lectores de DC. Esto no es casualidad, es un mensaje de la editorial. Pero mejor sigamos hablando de lo que vino después.
En 2005, a modo de celebración del 30º aniversario de Crisis on Infinite Earths, el primer evento en el que DC muestra las ganas de parecerse a Marvel, los ejecutivos deciden publicar Infinite Crisis, una secuela directa de la original con Johns como guionista. El cómic es un puente impenetrable entre el pasado y el presente para un lector nuevo que no posea el bagaje de años anteriores.
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A modo de resumen, la historia se trata de Alex Luthor de Tierra 3 (una tierra donde todas las versiones de los héroes son villanos y depende de los Luthor detenerlos), el Superman de Tierra 2 (el de la Golden Age) y Superboy de Tierra Prime (la analogía de “nuestra” tierra en el Universo DC, sin superpoderes) como los villanos que quieren reiniciar DC porque se había convertido en un lugar donde la oscuridad reinaba y la diversión ya no tenía lugar (¿les suena familiar con lo que decía de Rebirth al principio?). Obviamente los malos son derrotados, el reboot se produce pero no como Alex Luthor deseaba y el Multiverso vuelve a DC. Las aclaraciones entre paréntesis por sí solas bastan para comenzar a vislumbrar la maraña de referencias que componen Infinite Crisis.
Quizás lo más interesante sea la elección de Johns de representar a los distintos tipos de fanboys mediante los villanos y explorar el lugar de Superman dentro de DC. El de la Golden Age es el lector viejo que leyó y sigue leyendo comics hoy en día. Es el que se queja del grim and gritty/doom and gloom y cree que lo antiguo era mejor. Tiene una postura más lógica acerca de los problemas y sabe cómo debería funcionar un universo ideal. También actúa como una crítica al Superman del presente y a la falta de liderazgo dentro de la editorial por lo que vino después de COIE. Fue testigo de lo mismo que el lector, la Liga de la Justicia lavándole el cerebro a los villanos en Identity Crisis, y un Batman paranoico creador de Brother Eye (un satélite híper inteligente y malvado) que tiene como resultado un montón de muertes en el mundo. Y para rebalsar el vaso, ve a Wonder Woman asesinando a Maxwell Lord (otra de las consecuencias de Countdown to Infinite Crisis). Es un viejo sabio, pero al mismo tiempo no deja de ser egoísta, porque no quiere que Lois Lane de la Golden Age, su esposa, muera.
Superboy Prime es el fan actual que se cree dueño de los personajes, que pide la vuelta del pasado a pesar de no haberlo leído ni vivido, que grita enojado que las cosas tienen que ser cómo él quiere. Y Alex Luthor desea un mundo sin conflictos. Pero eso representaría el final de los superhéroes y no habría más historias para contar. Contado así, pareciera ser un comic con ideas atractivas para explorar, pero no lo es.
En lo que ya parece ser una costumbre de Johns, culpar a otros por sus errores y decisiones, se hace un lugar para pegarle a La Muerte de Superman. Mientras que por un lado cuestiona todo lo oscuro de DC, también lo produce. No se entiende cómo es que Johns comienza escribiendo a Alex Luthor y a Superboy Prime como unos villanos complejos con planes interesantes y terminan siendo asesinos psicópatas, casi sin escalas. El Luthor que quiere un mundo sin problemas le promete a otros villanos que van a poder violar a Power Girl y Superboy Prime empieza a desmembrar gente a las piñas y con su visión láser. Es una obra hipócrita, apurada y con cambios de último momento que hablan tanto del autor como de los ejecutivos de la compañía.
Ahora, supongamos que la ridiculez planteada en Rebirth fuera cierta. Lo primero que DC tendría que hacer sería dejar de mencionar a Watchmen, no traerlo más al frente, dejar que “desaparezca” hasta alcanzar un cierto grado de intrascendencia. Eso sería lo más lógico ¿no? Bueno, nada tiene lógica, porque no es más que una movida marketinera. En lugar de comenzar a modificar el tono de sus historias como prometen hacerlo y dejar el pasado atrás, buscan un chivo expiatorio en esos personajes “culpables” de todos los males al Universo DC. Rebirth N°1 insinúa que el Doctor Manhattan es el responsable de la creación del New52 y seguramente será EL nuevo villano al que se enfrentarán los héroes en el futuro.
Creo que es una de las ideas más estúpidas y con menos escrúpulos que Johns y los directivos hayan publicado en la historia de la editorial, siempre hablando desde un punto de vista artístico y moral. Porque Watchmen en un principio fue un comic cuyos derechos deberían haber revertido a Alan Moore y uno de los motivos principales por los cuales el inglés dio el portazo en DC. Desde lo comercial es un éxito, siguen explotando a la gallina de los huevos de oro y al mismo tiempo suman una nueva tocada de culo a Moore, como si Before Watchmen no hubiera sido suficiente.
¿Y qué puedo esperar del hipócrita de Johns? Estuvo seis años al frente de Green Lantern gracias tres historias escritas por Moore entre 1985 y 1987 y que en total suman 24 páginas. Pero es más fácil para Johns decir que el mal en DC fue producido por el barbudo británico, antes que hacerse cargo de comics espantosos como Infinite Crisis, Blackest Night y Brightest Day, porque eso ya sería un poco más complicado.
Y por supuesto que no va admitir su responsabilidad como encargado del desastroso reboot con Flashpoint, el comic en el que Superman era un alien prisionero sujeto a pruebas gubernamentales, en el que Batman no es Bruce Wayne sino su papá, Thomas Wayne, y su mamá Martha es el Joker. El mismo en el que Wonder Woman y Aquaman destruyen al mundo. Johns, el autor que decidió escribir a la Justice League en el New 52, su título más importante. El mismo que hizo que los personajes más grandes de la editorial se peleen entre ellos y que los villanos salven al mundo en más oportunidades que los héroes en los últimos 5 años. Pero la culpa la tiene Watchmen.
Geoff Johns, Phil Giménez, Gary Frank, Matt Santorelli y Frank, DC Universe: Rebirth Nro. 1 (mayo 2016), p. 63, DC Comics.
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Si fuera verdad que el comic de Moore y Gibbons es el responsable de la debacle del Universo DC, habría que mencionar otra obra y autor que son iguales de culpables o quizás más: The Dark Knight Returns y Frank Miller. Pero esto no va a suceder, al menos por ahora. Es imposible que hablen mal de TDKR, porque hay una nueva miniserie con el mismo nombre a la cual hay que seguir explotando y que fue aprobada por el mismísimo Miller. Por eso es más fácil pegarle a Moore. Porque decidió no transar y mandar a todos al carajo después de que DC lo haya cagado con los derechos de Watchmen.
En el aspecto artístico, el comic está dibujado por los amigos de Johns: Gary Frank, Ethan Van Sciver, Ivan Reis y Phil Jimenez. Entre ellos se reparten el arte y a pesar de sus mejores esfuerzos, los cambios de dibujante durante los 4 capítulos y el epílogo impiden lograr una armonía visual durante la lectura. Esto quizás suceda porque el optimismo y alegría que Johns promete nunca se ve reflejado en las páginas. Además, que la faz visual esté a cargo de los varios de los artistas que dibujaron los eventos más oscuros en los últimos años de DC tampoco ayuda para nada.
Rebirth no es un renacimiento ni nada parecido. Es una publicidad que apela a la nostalgia de los fans de DC, que son cada vez menos, más viejos y cada vez más reaccionarios si alguien le cambia o toca a sus juguetes. Es un viaje al pasado en el que agradecen que Wally West vuelva a ser blanco, como si eso fuese un factor clave en la historia del personaje. Un universo ficticio en donde todos los héroes son blancos, heterosexuales y los que no lo son sólo puedan aspirar a ser sidekicks o villanos, sin una voz propia. Como sucedía en los buenos viejos tiempos del segregacionismo, ¿no? Es, en cierta manera, el triunfo de una analgama entre Superboy Prime y el Superman de la Golden Age.
El New 52 podría haber sido la opción ideal para una reinvención creativa si hubieran elegido gente capaz que esté en contacto con las obras que son populares en la actualidad o que sean productores de ellas, tanto dentro de la industria comiquera como en otros ámbitos. Pero los encargados fueron los mismos que crearon el problema en primer lugar. Se sabía que se iba a dar marcha atrás tarde o temprano, lo que nadie esperaba era que el regreso al pasado fuera tan berreta como para pegarle a un creador que no trabaja en DC desde hace más de 20 años. Mientras tanto, nos quieren hacer creer que vender 120.000 ejemplares de Batman es un éxito cuando hay mangas (sí, los mangas son comics) que venden millones de copias.
En resumen, DC REBIRTH es ideal para los que quieren leer un universo estático producido por los mismos sospechosos de siempre, uno que mantenga el statu quo en lugar de la idea de progresión en las historias y en los personajes. Es decir, una obra de la que Alex Luthor y Superboy Prime estarían contentos al leer.
German Perrotta. Periodista deportivo, a una mísera entrega de tesis para recibirse de Licenciado en Periodismo. Le picó el bichito de la historieta gracias a cómics noventosos indispensables como La Muerte de Superman y La Caída del Murciélago. Sus gustos fueron mejorando con el correr de los años, descubrió a Grant Morrison y game over. Escribe cosas relacionadas a la cultura pop en Glitchy Frames, El Lado G y Malditos Nerds. Desea que la industria del comic copie ideas de la NBA y del mundo del hip hop. Hincha de Quilmes no practicante.