En esta sección, invitamos a algunos participantes a responder una serie de preguntas respecto a alguna obra en particular, con el objetivo de debatir ciertas seguridades y lugares comunes que tienden a congelar una imagen la cual puede ser perturbada y puesta a prueba, yendo más allá del consenso acrítico al cual la historieta argentina es tan propensa.
Responde: El Cronista Enmascarado
1) La Sudestada ha sido considerada como “la historieta del año 2015”, o al menos ha tenido la suficiente relevancia para ser considerada como tal.¿Está de acuerdo con esto? ¿Por qué?
En cierta manera se podría considerar la historieta nacional del año por la relevancia que tuvo en el ambiente pero tampoco hay una crítica establecida que determine los parámetros de una “historieta del año”. La Sudestada fue realizada previamente para la editorial Casterman de Francia (todavía no editada), y salió en Argentina en el año 2015 por Hotel de las Ideas. Bajo casi los mismos parámetros (mismo año y misma editorial) también salió Sudor Sudaca de Muñoz y Sampayo. Entonces, ¿cuáles son las reglas para determinar la historieta del año? ¿No haberla leído antes? ¿Haber sido dibujada en los últimos años? ¿Que sea un autor joven?
Personalmente, leí La Sudestada cuando salió. Tuve que volver a releer para escribir esto porque apenas recordaba algunos puntos principales. Es una buena historia, simple, un tanto demasiado correcta, y con un subtexto muy estereotipado para mi gusto. Después el tiempo me demostró que me fue intrascendente.
2) La Sudestada parece ser una construcción narrativa sólida, prácticamente sin fisuras. ¿Cómo fue la experiencia de lectura en su caso? ¿Qué le impactó o no de La Sudestada?
La lectura le va a resultar muy lineal y fluida a cualquier persona porque contiene una narrativa muy cinematográfica. Cualquier persona ignorante del lenguaje y del medio seguramente va a disfrutar y hasta asombrarse con La Sudestada. Disparando el famoso: “No sabía que se podía hacer esto con historieta”, mientras una espina se nos clava bajo la epidermis y pasamos varios días con esa molestia a cuesta.
Ahora, para una persona con experiencia y snob del lenguaje como yo, es una falla. Tiene esa pretensión de no querer ser historieta que me molesta. Esta intención de querer desprenderse, el plano donde tiene que ir, el buen gusto, los recursos evitados y el casi reflejo de los fotogramas sin dejar nada librado a la imaginación del lector. Muy poco desafiante, con algo de resentimiento y nada para decir.
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3) Ésta pareciera ser la obra más importante y compleja de Juan Sáenz Valiente hasta el momento. ¿Concuerda con esta afirmación? ¿Qué reflexión le merece la obra de J.S.V.?
Es la primera obra que vemos de Juan Sáenz Valiente como autor integral. Eso le da una mayor visibilidad y preponderancia. Cabe destacar que todavía en Argentina no se editó Norton Gutiérrez que parece ser una gran historieta. De todas formas, hay una grave error de concepto que hace que cuando hay una dupla creativa, siempre se lo considere al dibujante como un simple medio para el fin. Lo que no le da la suficiente visibilidad como co-autor. Si la obra es compleja nunca se lo va a considerar al dibujante como parte de tal sino como una herramienta visual para desarrollar y vender la obra compleja del guionista. Entonces, es muy difícil que bajo esos preconceptos se pueda poner en la obra de JSV en una misma altura El Hipnotizador con La Sudestada.
4) ¿Es posible hacer una lectura ideológica y/o política de La Sudestada? ¿Cuál es su relación con su contexto, la tradición historietística argentina y mundial, su cruce con otros medios narrativos?
Siempre es posible hacer una lectura ideológica y política de una obra. Sea cual sea la obra. Pero no creo que en esta obra el autor lo haya hecho consciente, sino más bien reflejando ciertas conductas clasemedieras de la sociedad porteña argentina. Parece ser que no los quiere juzgar en primera instancia pero se ve una leve mirada con desdén de superioridad que quiere mostrar cierto tipo de berretismo grasa de los muchachos del fútbol que hablan de minas.
El Cronista Enmascarado es un escritor incompetente y megalómano. Durante el día es un trabajador asalariado que provee para su familia pero por la noche, cuando sus hijos se duermen, se desviste para poder criticar y reseñar historietas desde el mustio comedor de su hogar. Siguiendo los pasos de Batman, oculta su identidad para proteger a los que ama de sus más acérrimos enemigos.
Responde: Matías Raia
1) La Sudestada ha sido considerada como “la historieta del año 2015”, o al menos ha tenido la suficiente relevancia para ser considerada como tal.¿Está de acuerdo con esto? ¿Por qué?
La Sudestada es una historieta destacada en muchos niveles, desde el dibujo y el planteo de las viñetas hasta los personajes y la trama sencilla y sutil. No sé si es “la historieta del año”, creo que esas etiquetas son más marketineras que otra cosa. Sí sé que es una historieta que bien puede pasar a formar parte de una especie de categoría subjetiva y arbitraria como “historietas recordadas con amor y nostalgia”. Y es que la historia de este viejo insoportable y de esta bailarina new age; ese cruce entre ciudad y naturaleza en términos visuales; lo coreográfico del baile pero también de la investigación; e, incluso, toda esa caterva de personajes secundarios con sus pequeños problemas de ciudadanos grises y atravesados por el tiempo; todo eso logra provocar a la memoria y, también, a la nostalgia de cosas nunca vividas o por vivir.
Es decir, junto a otras genialidades del 2015 como la recopilación de Mortadelas salvajes, de Frank Vega y la de Alien triste, de Pablo Mancini o la reedición de Sudor Sudaca, de Muñoz y Sampayo, la historieta de Juan Sáenz Valiente puede quedar guardada en el acervo historietístico nacional como un resaltado modelo narrativo y pictórico. Para colmo, dibujante y guionista coinciden en la misma persona, otro mérito.
2) La Sudestada parece ser una construcción narrativa sólida, prácticamente sin fisuras. ¿Cómo fue la experiencia de lectura en su caso? ¿Qué le impactó o no de La Sudestada?
La historia de Jorge y Elvira me pareció interesante en varios planos y remisiones. Como lector obsesionado con trazar series, no pude evitar recordar ya desde la tapa una novela titulada de modo similar: Sudeste, de Haroldo Conti. En algún punto, coinciden en esa necesidad del hombre de irse de la ciudad hacia unos márgenes naturales, salvajes, en donde la rutina se rompe para dar lugar a lo inesperado, al trastocamiento de los esquemas mentales y sensibles.
Creo que La Sudestada se inscribe en una línea literaria de relatos que transcurren en el Tigre y sus alrededores, en las corrientes de los ríos y a través de los vientos y las marejadas que, sin repetir y sin soplar, podría comprender novelas tan variadas como la de Conti (a la par de sus relatos), Los isleros, de Ernesto Castro y Maniobras nocturnas, de Edgardo Cozarinsky, entre otros. Eso en cuanto al ambiente.
Mientras pasaba las páginas, los personajes me reenviaban al grotesco como género argentino, nacional y popular. Jorge parece el típico porteño, personaje pasible de participar en Esperando la carroza o en La nona, un hombre insoportable, viejo gruñón, de rutina cansina y absurda. Ese plano grotesco de La Sudestada aparece de relieve en escenas íntimas como la del detective tirado en calzones en la cama pero también en momentos de sociabilidad barrial como el típico picadito y el posterior encuentro gastronómico con sus correspondientes discusiones (bajo las premisas “Hablemos sin saber” o “Lo sé todo”). Jorge no solo es un viejo insoportable, además es el macho argentino: sabe cómo manejar la histeria de la mujer y puede aconsejar a su gomía desorientado por el amor. En este sentido, es un personaje que recupera esa fina conexión entre grotesco y tango; sin dudas, hay una melancolía tanguera en La Sudestada también.
Si nos desplazamos a otros personajes, es posible verificar la misma perspectiva: la bailarina desnuda en el medio del Tigre, el marido que siempre está cerrando negocios con su celular… Sin ir más lejos, cuando vuelvo a pensar en esta historia no puedo evitar recordar a cierto personaje de la serie Vulnerables, aspecto sobre el que prefiero sobrevolar para no spoilear. Claramente, es posible trazar una relación empática con los personajes grises de esta historieta pero lo grotesco nos deforma todo: esos cuerpos arrugados, rollizos, esas rutinas absurdas y monótonas, esos estereotipos aporteñados aplastados bajo la sentencia callejera de uno de los amigos de Jorge: “Si uno repite muchas veces algo, se lo termina creyendo…”.
Por último, otras referencias posibles me gustan de esta historieta: el caso policial costumbrista de La Sudestada me recuerda a un hermoso relato de Oscar Wilde llamado “La esfinge sin secreto”; ese marido parecido a Marlon Brando, sumado a una isla solo puede devolvernos a la versión cinematográfica de La isla del Dr. Moreau; y el baile de Elvira y, sobre todo, el de Jorge tienen algo de la tapa y contratapa de Sigilo, otra historieta de Sáenz Valiente (y en eso acierta Pedro Mairal, Juan tiene una especial capacidad para dibujar viejos, un gerontólogo de lápices tomar)… Esa coincidencia de bailes, la bailarina y sus movimientos pero también el detective y sus movimientos, me pareció sutil y brillante: ¿acaso no se trata de dos coreografías? Lo mismo la escena artística que abre La Sudestada en donde la sombra y los bailarines, descontando la aparición de personajes centrales a la posterior trama, anticipan esa labor de Jorge de ser la sombra de Elvira.
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3) Ésta pareciera ser la obra más importante y compleja de Juan Sáenz Valiente hasta el momento. ¿Concuerda con esta afirmación? ¿Qué reflexión le merece la obra de J.S.V.?
A decir verdad, solo leí Sigilo antes que La Sudestada. Me parece superior esta última, claramente. En Sigilo, Juan estaba adaptando historias de otros (García Márquez, Saki) y animándose con algunas breves propias. Sin embargo, en La Sudestada, se lo ve con madurez en el dibujo y en el guión, una doble propuesta importante y que no es tan sencilla de llevar a buen puerto. Casi todos los elementos y casi todas las imágenes tienen su función en el relato de Jorge y Elvira, Juan logra ir sembrando pistas en los diálogos y en los recortes visuales que propone y, en este sentido, monta un policial sentimental y porteño, de ribetes costumbristas y melancólicos.
4) ¿Es posible hacer una lectura ideológica y/o política de La Sudestada? ¿Cuál es su relación con su contexto, la tradición historietística argentina y mundial, su cruce con otros medios narrativos?
No encuentro una lectura ideológica o política de La Sudestada. Hay referencias al contexto político-económico, por ejemplo, en el personaje del marido de Elvira; también ciertos guiños al arte contemporáneo a través del baile y la bailarina. Ahora bien, no me parece lo central en la trama. El planteo narrativo es tradicional, cruza géneros ya transitados como el policial y el grotesco, el relato romántico y el costumbrista, pero no creo que haya guiños ideológicos o políticos de relevancia. En cuanto a su inscripción en el ambiente historietístico argentino actual, creo que se aparta de ciertas líneas preponderantes como el humor absurdo y que propone una vuelta al realismo con una propuesta interesante.
Matías H. Raia (Buenos Aires, 1985) es docente y editor. Escribe regularmente en su blog Golosina Caníbal, donde trata cuestiones relacionadas a la literatura argentina, particularmente aquellas relacionadas con casos extraños, extremos, olvidados y desconocidos.
Diecisiete años del siglo XXI y todavía se sigue argumentando por bien o por mal con la quimera de que una historieta es más o menos “cinematográfica”. Me re sorprende.
Yo creo que la historieta debería ir por otro lado, Martín. Quizás a vos te guste leer storyboards pero yo prefiero ver la película.
Un saludo fraternal.
Me parece bárbaro que creas que la historieta debe ir por otro lado, me intriga saber con respecto a qué porque decir “relato cinematográfico” hablando de historieta creo que no significa nada. Me pareció una frase hecha pero a lo mejor es que se me escapa el punto de la analogía y no lo entiendo.
No me gusta leer storyboards, esas historietas que se usan como referencia para filmar, son muy aburridos.
A mi lo que me sorprende es que en una revista como Kamandi, que intenta casualmente ofrecer una alternativa seria frente a los demás exponenentes de la prensa acrítica, lo dicho en el artículo se haga de forma anónima, como si existiese tal cosa como un discurso “neutro”, en donde el emisor no fuese parte del discurso en sí, como si no hubiese sectores de opinión dentro del cómic argentino, y saber o incluso especular en qué sector se inscribe el emisor no fuese parte de la (contra) crítica. No sé a los demás, pero a mí saber quién dice lo que se dice me parece vertebral. Si las opiniones fueran idénticas en ambos entrevistados, podría incluso pensar que hablan por Kamandi, que el recorte es el discurso en sí, pero ni siquiera. Creo que este resabio de la Comiqueando de los ’90, en donde un mismo tipo firmaba con mil pseudónimos distintos, a 2017, 20 años después, se debería acabar, es hora de crecer un poquito, sino es un “puto el que lee” disfrazado de crítica seria. La crítica empieza por hacerse cargo de lo que uno dice.
Desde Kamandi decidimos respetar el pedido de anonimato, aunque no sea la regla general. Nos pareció divertido y después de todo, algo que es parte de una larga tradición. De ahí a pensar que desde Kamandi sostenemos la idea de la neutralidad, hay otra cuestión. Este sitio se sostiene en base a un manifiesto fundacional, que podrá o no ser eventualmente traicionado, pero que parte de la base que no hay tal neutralidad y que se trata de tomar posiciones. Creo que el uso de un pseudónimo en dos casos no contradice ese principio. Lo que interesa es la manera en que se tratan los temas y los temas en sí mismo. A no equivocarse: Kamandi habla siempre por sí mismo y hay una serie de decisiones editoriales de las que nos hacemos hacemos cargo. Y después de todo, si el pseudónimo es sinónimo de enmascaramiento y cobardía, te invitamos, querido Berliac, a ser el primero en renunciar a él en tus próximos comentarios.
Con quién estoy hablando, con Amadeo o con Pablo? Le puedo mandar una copia de mi cartilla de bautismo a quien lo necesite, pero esto no va a cambiar el hecho de que el interlocutor bajo el nombre Berliac es, en la cuestión que nos compete, mucho más importante que el nombre que me dieron mis padres, en el sentido que el pseudónimo que uso desde hace ya casi 10 años trae consigo un posicionamiento muy concreto desarrollado a lo largo del tiempo y de varias maneras, y es eso lo que, digo yo, no se debería esconder. A no ser que quieras separar(te) de lo que digas. El nombre en sí da igual, yo lo que quiero saber, no de curioso sino para entender la opinión de forma más cabal, de dónde viene, hacia donde va, es quién me está hablando. No me da igual quién está detrás de la opinión. Y no sé de donde se infiere que yo crea que la razón es cobardía. Se es cobarde frente a algo, y en este caso no hay nada que ponga en peligro la integridad del emisor. En esos noticieros en que se distorsiona la voz de un testigo clave, lo entiendo, pero cuando de opiniones se trata, me parece parte de una “tradición” no cobarde, pero sí obsoleta, acrítica, e inmadura.
Hablamos como Kamandi, que es la voz de Amadeo y de Pablo sin que sea exactamente ninguna de las dos. El todo es más que la suma de sus partes, y Kamandi no es un pseudónimo; Kamandi es. Por otra parte, no nos interesa requerir ni que se nos requiera certificados de aptitud o documentos de identidad. No somos policías ni tenemos vocación de serlo. Respecto a las valoraciones de lo que acá se hace o no se hace, no nos interesa discutirlo en esos términos. Si fuera así, nos hubiéramos limitado a los comentarios de otros blogs y redes sociales. La decisión editorial se mantiene, y no disminuye ni relativiza lo escrito y sostenido ni un ápice. Certum est.
No es lo mismo un pseudónimo que un nombre artístico. Si Berliac firmará acá con su nombre y apellido nadie lo reconocería. No encuentro razón alguna para una respuesta tan absurda, menos aún para la comparación descalificativa.
Nadie dijo que fuera lo mismo, ni se intentó descalificar a nadie. Justamente, el uso del pseudónimo no debería ser objeto de descalificación alguna, ése era el punto.
Suscribo al comentario de Berliac. Por otra parte me parece una mojada de oreja la invitación que se le hace desde Kamandi, siendo que si sabemos quien esta detrás de ese nombre. Indistintamente de si es o no su apellido real ese nombre es el que respalda ya una obra y fácilmente podemos identificar quien es.
Salvando las distancias seria como desestimar un escrito de Jack kirby, por no firmar como Jacob Kurtzberg.
Estimado Matías: Kamandi existe para mojar orejas, no se equivoque. Esperamos hacerlo de maneras más creativas y gratificantes en el futuro, lo cual nos hará merecedores de mejores debates en la medida de lo posible. Respecto a su observación sobre Kirby/Kurtzberg, basta decir que no hay que confundir el trigo con la paja.
Atentamente,
Kamandi (after Kirby).
En lo que respecta a mí, me parece que es importante qué se dice y no quién lo dice. Usar seudónimo me divierte. No hablo de la neutralidad, pero saber quién lo dice inclina la balanza demasiado en este ámbito tan pequeño. El amiguismo en la historieta argentina es un tumor que hace mucho mal. Es frecuente ver despotricar contra las nemesis y vanagloriar a los amigos sin importar lo que dicen. No quiero ser parte de eso. Al menos en Kamandi. Espero sepan disculpar.
No voy a responder los comentarios de ECE porque la cuestión es que ahora mismo no sé si el ECE del comentario al que estoy respondiendo es el mismo ECE del artículo, o el mismo ECE que le respondió a Martín Muntaner. Ven? Esa dinámica es propia de de Comiqueando, Cuadritos, y todos esos imperios Troll. Como dije, me sorprende que Kamandi, que desde el manifiesto se posiciona como una alternativa seria al periodismo acrítico, se preste desde la forma a convertirse en ese mismo tipo de espacio. No saber con quién estoy hablando en comentarios es algo a lo que cualquier usuario de internet está habituado, y te la tenés que aguantar. Pero otra cosa, me parece, es invitar a alguien a opinar en el cuerpo principal, a condición que sólo la revista sepa quién es. Como lector me siento dejado afuera de algo que, como dije, me parece fundamental. Uds mismos me invitaron a escribir un artículo para Kamandi. Lo voy a firmar El Cronista Enmascarado también, total según uds mismos que el lector no sepa quién le está hablando no importa. Ahora, qué gracia tendría que sea yo y no otro quien lo escribió, y los lectores no puedan saberlo, la verdad que no lo sé.
Hola, quisiera saber porque se eliminaron algunos comentarios de esta publicación, entre ellos el mio. Infringí alguna norma comunitaria de la que no tenia conocimiento?.
Saludos.
Hola queridos comentadores y lectores.
En primer lugar, aclarar aquello por lo que se están quejando: hubo un debate interno intenso acerca de si valía la pena mantener estos comentarios o no ya que, a juicio de los editores, desviaban la discusión hacia algo que no concernía a “la carne” de lo que se trataba en el posteo. Por ello su desaparición temporaria y, finalmente, su recuperación y aprobación. Nos parece importante que puedan expresarse, pero también creemos que este debate acerca de anonimato o no es secundario a lo expresado en el texto, que al fin y al cabo trata sobre La Sudestada. Al decidir publicar a El Cronista Enmascarado bajo la condición de anonimato estamos, como bien mencionamos arriba, continuando una larga tradición (que es mucho más profunda y antigua que el Dr. Mule en Comiqueando) y, a la vez, estamos respetando los deseos de quién se encuentra detrás de las notas del Cronista Enmascarado. Para aclarar: no es un seudónimo-bolsa atrás del cual se esconden una multiplicidad de autores. Tampoco es un refugio detrás del cual vamos a colocar nuestras opiniones “barderas”. Es solo una persona que eligió publicar así, por motivos personales e inclusive lúdicos. Si están en desacuerdo con su política (y la política de Kamandi de permitirle escribir con seudónimo) los invitamos a, simplemente, saltearse sus columnas. Si piensan que, a partir de lo que escribe, pueden hacerse una idea de sus puntos de vista y discutirle por ellos, los invitamos a hacerlo.
Para, además, cortar con otro motivo de discusión: es cierto que no es lo mismo “El Cronista Enmascarado” que “Berliac”, y lamentamos haber confluido dos instancias disímiles de creación de seudónimos e identidades creativas.
Reine la paz, o lo más cercano a ella posible en el escenario siempre convulso de la historieta.
Salud!
Holas, a mí me re gustó La Sudestada. Igual, lo re banco al cronista enmascarado. Y el nombre de pila de Berli es “Ciro” —o eso se rumorea en el ambiente—, pero el apellido no lo sé, ja ja.
¡Saludos!
P.D: Un genio Pablo Turnes, por su reseña de la estética del rosarino más radical me gatillé los 190 morlacos que cuesta “Fragmentos y Destrucción” del iconoclasta Iván “el terrible”. En cambio, La sudestada me costó 220, pero no me arrepiento, eh.