En la sección Manifiestos del Cómic, nos proponemos recuperar esta forma de declaración vanguardista como documento de ciertos debates dentro y desde el medio de la historieta. Los manifiestos fueron una parte constitutiva de las vanguardias artísticas del siglo XX, y sirven como registro de ciertos problemas y posiciones determinados por un contexto. Llegan a nosotros como testimonio de esas épocas, pero en algún punto el manifiesto deviene recurso estético y se autonomiza de su función meramente operativa e incluso de sus objetivos inmediatos, conformándose como género en sí mismo. Recuperar estos escritos será, entonces, un acto de lectura-espejo, una interpelación a tomar posiciones y a comprometernos dentro del campo de la cultura en el que hemos decidido dar batalla.
Imagen de portada: Alexander Rodchenko y Varvara Stepanova, ¡Libros! (1924), fotomontaje.
El 4 de noviembre (que sería instituido como el Día de la Historieta) apareció Hora Cero Semanal, que suponía la expansión del proyecto editorial de los hermanos Jorge y Héctor Oesterheld, quienes habían reunido un staff de estrellas – principalmente Hugo Pratt – pero también dibujantes de la talla de Francisco Solano López y Alberto Breccia. Si bien el editorial de H. Oesterheld que sirve como introducción al nuevo semanario no fue presentado formalmente como un manifiesto, bien puede leerse como tal. Hay un par de cosas a señalar: la primera es la visión pedagógica que la historieta tenía – y sobre la cual se sostenía su siempre dudosa legitimidad – a la cual H.G.O. nunca renunció. De hecho, su profundización en clave de “humanismo socialista” lo llevaría a radicalizarla hacia fines de los sesentas para pasar de una pedagogía infantil a una revolucionaria. Sin dudas, muchos de esos elementos ya estaban allí, pero las posiciones políticas de H.G.O. en el inmediato post-peronismo distaban muchas de las asumidas posteriormente hacia fines de los ’60s.
Segundo, nos interesa señalar una tensión discursiva que se expresa en el párrafo final. Si bien para H.G.O. la historieta es moderna – lo mismo que sostendría Oscar Masotta una década más tarde, aunque desde otra perspectiva -, a su vez resguarda un carácter moral particular en su pertenencia nacional. Oesterheld apunta, por un lado, contra la importación masiva de revistas más baratas – especialmente las mexicanas – y por otro contra las medidas proteccionistas inexistentes que le permiten sostener una posición de independencia creativa. Así, nacionalismo e independencia deben leerse desde el contexto histórico signado por las transformaciones derivadas del pasaje del proyecto peronista (1946-1955) – aquel con el que se cerraba la “Edad Dorada” de las publicaciones impresas, sostenida en base a una redistribución del ingreso que había disparado el consumo pero que no había adoptado políticas específicas de protección para el sector historietístico -; y la Revolución Libertadora (1955-1958) que había ensayado una serie de mediadas represivas para desarticular la “anomalía” peronista, combinadas a una serie de objetivos político-económicos basados en el libre mercado y la apertura de las importaciones – cuyo resultado fue el debilitamiento de la industria local que no podía competir ni en precio ni en calidad con el material extranjero -.
Así, el proyecto de Editorial Frontera pudo desarrollarse gracias al capital intelectual y simbólico acumulado por sus integrantes durante dos décadas de trabajo industrial, pero paradójicamente no pudo sostenerse por un contexto donde las políticas económicas del Estado perjudicaban un proyecto semejante, y donde los patrones de consumo culturales hicieron que la historieta quedara atada al inmediato pasado peronista que se pretendía dejar rápidamente atrás. Los ’60s reformularían lo que significaba “ser moderno” , y para que la historieta pudiera ocupar un lugar en ese espectro harían falta otras operaciones intelectuales, simbólicas y materiales donde los viejos actores de la industria ya no tendrían un lugar excluyente, sino de reconocimiento y distanciamiento simultáneo de eso mismo que ellos habían sabido crear.
Defendamos la Historieta (Hora Cero Semanal Nro. 1, 4 de noviembre de 1957)
Por Héctor G. Oesterheld
La historieta es mala cuando se hace mal.
Negarla en conjunto, condenarla en globo, es tan irracional como negar el cine en conjunto porque hay películas malas. O condenar la literatura porque hay libros malos.
Hay, y en proporción desgraciadamente muy elevada, muchas historietas malas. Pero ellas no invalidan las historietas buenas. Al contrario, por comparación, sirven para exaltarlas aún más.
Creemos estar en la línea de la historieta buena, entendiendo por buena la historieta fuerte, la historieta que sabe ser a la vez recia y alegre, violenta y humana, la historieta que agarra con recursos limpios, de buena ley, la historieta que sorprende al lector, porque es nueva, porque es original, porque es moderna, de hoy, de mañana si hace al caso.
FRONTERA y HORA CERO son prueba de lo que decimos: los lectores saben ya qué distinto es el material que ofrecemos.
Con HORA CERO SEMANAL entendemos habernos superado: estamos seguroa de entregar un grupo de historietas de calidad tal como difícilmente se volverá a reunir.
Las presentamos con legítimo orgullo de editores, sabiendo que con HORA CERO SEMANAL hacemos un nuevo aporte de valor al grupo de revistas que, dando la espalda al material importado, más barato pero casi siempre inferior, prefieren abrir sus páginas al material argentino. Este material que (alguna vez alguien tiene que decirlo), se ha conquistado, sin protecciones ni ayuda, un dignísimo lugar en la primera linea del mejor material que se produce en el mundo.
A los lectores, a los editores de la historieta buena, nuestro cordial saludo.
EDITORIAL FRONTERA