Por Pablo Turnes
Jesús Cossio (Lima, 1974) es uno de los autores contemporáneos de historieta más notables de Perú. Su trayectoria como historietista comenzó en el circuito limeño de los fanzines pero fue sin dudas con Rupay – coproducido junto a Alfredo Villar y Luis Rossell – que su obra comenzó a generar interés y a ser conocida por fuera de las fronteras nacionales. Su trabajo sobre la memoria del pasado inmediato siguió con Barbarie (Lima: Contracultura, 2010). Además de dar talleres, ha organizado exposiciones y presentado su obra en otros países como Argentina – al que estuvo invitado para el festival Viñetas Sueltas en 2009 y 2010 – Brasil, Colombia, Venezuela y más recientemente los Estados Unidos. Tuve la oportunidad de ver su presentación en el ICAF en 2017, y fue francamente estremecedor su relato tranquilo pero sin concesiones, como quien habla con la certeza del que ha comprobado e indagado en lo más terrible de su sociedad. Cossio no es verborrágico: va al grano y es exacto como un bisturí. A partir de ciertas inquietudes sobre la dimensión ética de su trabajo, sus propias posiciones y compromiso, se generó este diálogo a la distancia.
¿Cómo fue que comenzaste a hacer historietas? ¿Eras lector? ¿Había un circuito de historieta en Lima?
Comencé tarde a dibujar historietas, entrando a los veinte años. Leía muy poco, algunas cosas de [la editorial] Novaro, Tintín. No había un circuito de la historieta, pero me hice amigo de un par de dibujantes mayores que yo (Luis Rossell y Miguel Det) de los que aprendí algo de técnica y pude ir leyendo otros cómics de sus bibliotecas.
Tus primeras historietas se diferencian de lo que hiciste posteriormente, sobre todo a partir de Rupay ¿Cómo se dio ese giro? ¿Qué te llevó a comprometerte con el tema?
Cuando salió el Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación en Perú el 2006 la reacción de la prensa conservadora y políticos de centro y derecha fue muy negativa. Eso me hizo pensar, leyendo los debates de los conservadores con los sectores de activistas por los derechos humanos y periodistas progresistas, que era necesario impulsar lo que decía el Informe desde varios medios, incluyendo lo que pudiera hacerse con el cómic.
Tratar temas que tienen que ver con masacres, genocidios, procesos represivos y enfrentamientos armados, siempre supone para cualquier artista e investigador una serie de debates éticos internos. Desde los propios prejuicios adquiridos hasta las estrategias y planteos formales y estéticos de cómo hacerlo, es un proceso arduo y difícil. ¿Cómo fue tu experiencia en este caso? ¿Qué estrategias tomaste para decidir qué ibas a contar y cómo ibas a hacerlo?
La experiencia fue complicada porque había mucha información que debía condensar en una veintena de páginas por caso. Y convertir en diálogos y textos cortos informes de tipo judicial o testimonios desgarradores de víctimas y familiares. Más que estrategia, en el caso de “Barbarie” utilicé ciertos criterios. Por ejemplo, escoger casos que respondan a ciertos falsos sentidos comunes de los negacionistas: que los crímenes se cometieron por “excesos emocionales” propios de la tensión, que ocurrieron cuando las fuerzas armadas estaban en situación de vida o muerte; o en el caso de Sendero Luminoso, que sus matanzas eran parte de la guerra popular y no abusos a la población campesina.
Sé que te han acusado de “senderista”, que es una estrategia común para desactivar cualquier reflexión crítica sobre el pasado inmediato en Perú. No es algo exclusivo de tu país, pasa en Latinoamérica y en el mundo en general. ¿Por qué creés que existe ese anestesiamiento del sentido común, ese rechazo a conocer la verdad? ¿Y cómo puede la historieta contribuir a un proceso de reconstrucción del pasado y la memoria colectiva?
Ha habido “acusaciones” poco serias de trolls y derechistas. Es cierto que es un mecanismo del poder recurrir al miedo al “senderista”, pero en mi caso no ha sido tan grave como a otros a quienes acusan de apología o prosenderismo; entre otras razones porque la historieta está bajo el radar cultural. Ahora bien, no estoy seguro de hablar de “la” historieta como algo que puede contribuir a la memoria, creo que algunas lo harán bien y otras deficientemente. En todo caso, aquellas que figuran temas históricos y de memoria de un modo suficiente y activo, contribuyen al afirmar que esas cosas ocurrieron, contra la tendencia oficial o reaccionaria de negarlas o minimizarlas.
Tu labor no se limita a la producción de tus obras, sino que estás en un programa para dar talleres de dibujo para niños en las zonas más afectadas por el conflicto armado. ¿Eso surgió de una propuesta tuya o se acercaron a vos para hacerlo? ¿Cómo ha sido tu experiencia haciéndolo? ¿Hay algo en particular que te haya impactado?
La coordinadora del Programa de Reparaciones Simbólicas de la Comisión para las Reparaciones a los afectados del conflicto armado interno me preguntó si estaba interesado en dar talleres de historieta que acompañaran a los talleres sobre derechos humanos que se daban en algunas escuelas públicas en cinco ciudades de Perú, las que han sido históricamente más afectadas por el conflicto. Ha sido una gran experiencia viajar a esas ciudades y he aprendido muchísimo conversando con los especialistas de la zona que ven las reparaciones colectivas y simbólicas a las comunidades. Me ha impactado sobre todo visitar algunos lugares que fueron escenarios mismos de crímenes de las fuerzas armadas y Sendero Luminoso, me han hecho ver los defectos de mis cómics y darme perspectiva para algunas nuevas historias que quiero contar.
Hace poco estuviste visitando varios lugares de Estados Unidos, hablando de tu labor y de la situación política en Perú. ¿Cómo fue la recepción? ¿Encontraste audiencias interesadas más allá de lo “exótico” que pueda llegar a parecer tu relato? ¿Hay propuestas por publicarte allá?
Estuvo bien, la mayoría fueron charlas pequeñas para estudiantes de español de varias universidades del centro de EEUU, con los cuales hubo un buen intercambio. También tuve un intercambio muy rico en el ICAF [International Comic Art Forum] en Seattle, donde pude exponer mi obra a investigadores de cómic de varias partes de América. Afortunadamente no hubo esa fijación por lo éxotico, sino un interés por el tema de cómo se maneja la memoria histórica, sobre todo en estos tiempos de posverdad, que cunden en EEUU y Sudamérica. Hay una propuesta para publicar algo pero estamos en las conversaciones previas.
En estos momentos hay mucho malestar y protestas por el indulto concedido a Alberto Fujimori, lo cual se considera un insulto a las víctimas del conflicto armado. Lo cierto es que pareciera haber un momento de reflujo a nivel general, incluso en Argentina donde los procesos legales han avanzado más que en cualquier otro país de la región se están otorgando permisos para sacar a los genocidas de las cárceles y llevarlos a sus casas bajo argumentos “humanitarios”. El negacionismo ha vuelto a apostar fuerte por enterrar sus crímenes y promover el olvido. ¿Qué reflexión te merece esto? ¿Qué estrategias, desde tu oficio, se pueden desarrollar para combatir o al menos resistir estas embestidas?
Como ha afirmado Alan Moore, en tiempos de agudización de crisis económicas y choque de valores, las oleadas de fascismo se vuelven más fuertes y frecuentes. Los sectores revisionistas (ultraderechistas, conservadores y fascistas) aprovechan esto para ofrecer soluciones a los problemas con una relectura tergiversada de la historia en la que muestran que regímenes autoritarios solucionaban las crisis “cueste lo que cueste”. Lamentablemente hay muchas personas dispuestas a creer eso. Pienso ahora que lo que quiero hacer desde el oficio de historietista es acercar a los lectores la experiencia de personas que han sufrido el impacto de acciones autoritarias, de la violencia política, para mostrar que la historia no se trata de contar los triunfos (muchos de ellos, inventados o tergiversados) de los que tienen el poder, sino de los que resisten o sobreviven al poder.
¿Cuáles son tus proyectos para el futuro?
Ahora mismo estoy ordenando mi archivo para tratar de ver que hago. Seguramente me faltan mucha documentación y entrevistas por hacer para algunos casos que tengo anotados sobre violencia policial, búsqueda de desaparecidos y juicios por derechos humanos. Espero poder solventar esas carencias testimoniales este año.