Nik (Cristian Dzwonik, Buenos Aires, 1971) es el atractivo principal de la contratapa del diario La Nación – trinchera tradicional de la derecha oligárquica y conservadora argentina -, donde logró la fama, el éxito y la riqueza con su personaje Gaturro. Lo que en principio era una metáfora satírica del look del presidente Carlos Saúl Menem (1989-1999), particularmente de sus implantes capilares (el gato o quincho, en lunfardo), se autonomizó para pasar a ser protagonista de su propia tira. Verdadero suceso entre el público infantil, sin embargo ha recibido críticas al estar sospechado de haber plagiado a autores como Quino, Caloi y Fontanarrosa, teniendo la condena unánime del campo de la historieta argentina e incluso internacional. Esta actitud corporativa de cerrarle las puertas de los círculos íntimos de la historieta a Nik pareciera esconder, por momentos, una carga de resentimiento por haber logrado lo que tantos y desean y pocos obtienen: prestigio, premios, masividad, exposición y fama. ¿Hasta qué punto el caso Nik revela cierta lógica interna del medio de la historieta? ¿Por qué parece la derecha más rancia encariñarse con su mascotas, volviéndose autor y personaje indivisibles? ¿Qué lugar ocupa (o no) Nik en el campo historietístico argentino y sus tradiciones, más allá del veto contra su persona? Dos invitados se animan a responder, sin temor a que truene el escarmiento.
Las fotografías originales pueden encontrarse acá: http://alchetron.com/Cristian-Dzwonik-517579-W#-
La Jaula de oro
Por Andrés Accorsi
- 1991: Primer premio en la Bienal de Arte Joven
- 1994: Primer premio Ranan Lurie (Miami, EEUU)
- 1994: Primer premio ADEPA – Rubro caricaturas
- 1995: Primer premio Sociedad Interamericana de Prensa
- 1996: Premio Santa Clara de Asís
- 1997: Primer premio Sociedad Interamericana de Prensa
- 1998: Primer premio Sociedad Interamericana de Prensa
- 2002: Special Prize of Selection Committee en el Yomiuri Shimbum Cartoon Contest (Japón)
- 2002: Premio Konex de Platino – Mejor humorista gráfico
- 2002: Distinción especial del Colegio Nacional de Buenos Aires a la trayectoria profesional
- 2006: Primer premio Sociedad Interamericana de Prensa
- 2007: Premio Perfil
- 2008: Premio Perfil
- 2009: Premio Perfil
Sí, una misma persona ganó todos estos premios. Impactante ¿no? Difícil discutir con semejante alud de capital simbólico, hasta que agregamos un dato más. El ganador de todos esos premios fue Nik. Y ahí cambia todo, y emprendemos el recorrido inverso, el de empezar a desconfiar de las entidades que le otorgaron esas distinciones a un artista a la vez privilegiado y maldito.
Privilegiado porque su creación, Gaturro, se convirtió en un ícono definitivo del humor gráfico y de la historieta infantil. Rápidamente trascendió el papel impreso para instalarse en obras de teatro, películas, canciones, juegos de mesa, sitios web, y aplicaciones para todo tipo de dispositivos. Y sin salir del formato libro, Gaturro es hoy la ficción más vendida en Argentina. No la historieta, la ficción. Cualquier libro que no sea de autoayuda, de historia o de investigación periodística, pierde ampliamente en ventas frente al felino creado por Nik. Sin dudas, este dibujante fue tocado con la varita mágica de la popularidad y logró abrir esa cueva de Alí Babá que alguna vez abriera Dante Quinterno, para pasar de humilde obrero del lápiz a poderoso empresario de incalculable facturación.
Pero claro, a Alí Babá lo asociamos enseguida con los ladrones… y a Nik también. Mientras los chicos de hasta 10 u 11 años lo consideran un genio, los grandes, los que tenemos bastante historieta leída y especialmente los dibujantes que hace años batallan en el medio, lo consideramos un plagiador serial, una máquina de repetirse a sí mismo y además de apoderarse de ideas y chistes ya desarrollados por otros autores, haciéndolos pasar por propios.
“¿Cuánto hay de resentimiento en los esmerados colegas de Nik que se desloman trabajando sin poder aspirar jamás al nivel de fama y dinero que maneja este niño mimado del establishment?”
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Ya desde el vamos, Gaturro nace como un desprendimiento de los chistes políticos de Nik de principios de los ´90, en los que dibujaba al por entonces presidente Carlos Menem con un gato enroscado en la cabeza. En algún momento, el gato cobró entidad propia y fue transplantado por Nik de la cabellera de Menem a un hogar de clase media, donde desde entonces transcurren sus historietas. Ya en aquel entonces, se lo criticaba a Nik porque el chiste del gato en la cabeza de Menem no lo había inventado él, sino Andrés Cascioli, el célebre caricaturista que dirigía la revista Hum®. Poco le importó a la joven estrella del humor gráfico que crecía a pasos agigantados en las páginas del diario La Nación.
Más adelante seguirían los chistes que “reversionaban” a otros anteriores de Quino, Fontanarrosa, la dupla Rudy-Daniel Paz y muchos más. Lamentablemente no se pudo hacer mucho contra el plagiador serial, más allá de escracharlo, estigmatizarlo y lograr que todos sus colegas se nieguen a asistir a cualquier evento público al que Nik sea invitado. Este año, la resistencia llegó incluso a Perú: Nik era uno de los invitados principales de la Feria del Libro de la ciudad de Lima, pero los dibujantes peruanos se opusieron categóricamente a su visita, denunciaron sus plagios públicamente y lograron que los organizadores lo bajaran de la Feria.
¿Cuánto hay de resentimiento en los esmerados colegas de Nik que se desloman trabajando sin poder aspirar jamás al nivel de fama y dinero que maneja este niño mimado del establishment? ¿Lo repudian por ganar plata, por militar a favor de los intereses que defiende el diario La Nación, o simplemente porque su talento no es en absoluto proporcional a la repercusión que tiene su obra? Sin dudas hay una mezcla de cosas, una sumatoria que desemboca en una grieta. El mundo, amigos, está partido entre los que consideran a Nik un humorista gráfico de competente para arriba, merecedor del éxito que cosecha a nivel mundial, y los que creen que es un mediocre que apenas sabe robar ideas ajenas y amaestrar a simios (algunos más talentosos que él) para que copien su estilo y así trabajar menos.
Yo conozco a Nik desde 1987, años antes de su primera publicación profesional. No siempre fue lo que es hoy. Alguna vez fue una joven promesa, un muchacho entusiasta que prefería tirarse abajo de un colectivo antes de ser visto con malos ojos por Quino, a quien veneraba con una devoción extrema. Hoy, quien pudo haber sido el legítimo sucesor de Quino es su Judas. Los fans del maestro mendocino festejamos con exabruptos dignos de un barrabrava cada vez que un nene o una nena de 9 o 10 años nos cuenta que “antes leía siempre a Gaturro, pero ahora descubrí a Mafalda y me gusta mucho más”. No pasa muy a menudo, pero pasa.
Mientras tanto, Nik continúa con su cruzada en favor del mínimo denominador común (no está solo, lo acompañan –entre otros- los programas más vistos de la TV) y la expansión de Gaturro por los soportes, formatos y productos más diversos. Nik como un ruiseñor en una jaula de oro: está encerrado en ese mundo idílico en el que él es el más grande, el indiscutido. Un mundo del que no puede salir para no enfrentar a sus colegas, pájaros que no gozan de las comodidades y los lujos del ruiseñor, pero sí de la libertad de desplegar las alas y la capacidad de volar, algo que Nik no hace desde hace muchos, muchos años.
Andrés Accorsi (Buenos Aires, 1968) es licenciado en Ciencia Política y se desempeña en el ámbito de la Historieta desde 1987. En 1994 fundó y dirigió la revista Comiqueando, fue curador del Espacio Historieta del Centro Cultural Recoleta y fue traductor oficial de la DC Comics entre 1990 y 1995. Coordinó numerosos proyectos editoriales, y entre 1997 y 2006 se desempeñó como Coordinador Académico de la Escuela Argentina de Historieta, donde dictó cursos, talleres y seminarios. Actualmente dirige el sitio web Comiqueando Online, escribe el blog 365 Comics por Año, y trabaja en la organización de eventos culturales entre los que se destacan las Jornadas de Historieta de la Universidad de Palermo y el festival internacional de historieta Comicópolis.
El funcional
Por Martín Muntaner
No me parece que Gaturro ni ninguna de las historietas de Nik sean historietas de derecha en su contenido, ni siquiera sus chistes políticos, aclaro esto porque es algo que suelo escuchar bastante seguido pero de verdad que no me parece en lo más mínimo. Cuando le hacen una entrevista, Nik siempre comenta en una postura defensiva que, en verdad, él criticó siempre a todos, que la función del humorista es siempre reírse del poder, que como lo hizo con Néstor y Cristina también lo hizo con Menem y De la Rúa.
Lo dice siempre en un marco del tipo “yo no me meto en política, sólo soy un humorista cumpliendo su función” y si bien yo no creo para nada en esa idea de que se puede hacer humor, historietas, o cualquier cosa, desde una posición apolítica tampoco creo mucho en esa simplificación de que la postura negadora de la posición política sea siempre una manifestación de la derecha.
Si hay algo que creo que no tiene la obra de Nik es mucho contenido más allá de los lugares comunes, la estridencia antiestética y la pura demagogia, pienso que, en este caso particular, la posición política que su autor pueda tener no tiene demasiada influencia, ni siquiera en el mensaje de sus obras. Lo que sí me parece es que Nik es funcional. Por su éxito – en el sentido monetario de la expresión – pero también por el trato de personalidad destacada de la cultura que recibe. Primero es funcional a sí mismo, y además, también es funcional de otras dos formas.
La primera es a la mediocridad misma, en la forma de sus detractores. Cuando pensaba esto me acordé instantáneamente de una cosa: una nota de un programa de CQC donde Guillermo “el pelado” López entrevistaba a la modelo Karina Jelinek con una serie de opciones, una de las cuales era “¿Bioy o Casares?”, a lo que ella respondía “Casares” sin enterarse nunca de la referencia. A partir de ahí no pude dejar de ver al entrevistador como a un pelotudo pero, sorprendentemente para mí, muchas personas festejaban la escena como si se tratara de una muestra de la astucia de López y no de su mediocridad, quiero decir, usar a un ignorante para parecer inteligente no requiere ningún esfuerzo de la inteligencia.
Ricardo Arjona cumple esta función en la música, Paulo Coelho en la literatura, y hay al menos un ejemplo así por cada manifestación cultural. En la historieta pasa con Nik, dado que en el medio hay consenso respecto de su mediocridad y falta de talento, que sumado al desprecio que provoca su prestigio de plagiador, es la vara fácil para medirse. Cualquiera que tenga necesidad de encumbrarse de palabra sólo tiene que apelar a los lugares comunes del caso y así, sin tener que fundamentar nada, ya puede asumirse en un estrato superior
“En la historieta pasa con Nik, dado que en el medio hay consenso respecto de su mediocridad y falta de talento, que sumado al desprecio que provoca su prestigio de plagiador, es la vara fácil para medirse.”
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La segunda forma se relaciona con lo que decía al principio sobre la dimensión política, y es que Nik no me parece sólo funcional a la derecha, al menos de forma tan amplia, o simple, o reducida; me parece funcional a “la grieta”, que es otra cosa. En el momento que estoy escribiendo esto me entero a través de Facebook que el ministro de Educación Esteban Bullrich se reunió con Nik, en reconocimiento por su labor en la educación ya que parece que para el ministro, Gaturro – el gato que salió de la cabeza de Menem y cobró vida propia para dejar de hablar de política y observar el mundo -, es un gran fomento a la lectura o algo así. No me molesté en averiguar porque me interesaba más leer los comentarios del público en la foto.
Como era de esperar, se dividen en dos tipos: los que felicitan a Nik y al ministro por unir fuerzas en pos de la educación y los que explican la vergüenza que supone que se le dé tal entidad a un autor mediocre y plagiador. Ahí hay una de las cosas que más me fascina de personajes como él y es que a la gente que lo adora no le importa en lo más mínimo ni que le expliquen que es mediocre, ni que le cuenten que es un ladrón. Si hay algo que resulta de este estado llamado “la grieta” es que no hace demasiada falta analizar lo que alguien desde la posición contraria sostenga porque, claro, sus motivaciones para decirlo siempre serán algo que – aunque no se haga explícito – cada parte asume como una posición ideológica inseparable de ese discurso.
Una de las defensas que el público de Nik hace cuando se lo critica es la del rencor por el éxito, porque le va bien. Convengamos primero que Nik es popular y como suele pasar con los productos culturales populares o exitosos, por lo general reciben esa mirada de desprecio de cierta intelectualidad, de la gente más formada o enterada. Pasa con Marcelo Tinelli. por ejemplo: alguien que disfruta de su programa escucha a un enterado hablar de mediocridad y difícilmente no sienta que lo llaman mediocre; el resentimiento generado no solo no logra el alejamiento de Tinelli sino más bien lo contrario, porque al sostener esa diferencia se posiciona frente a quien lo desprecia. Pasa lo mismo con Nik y creo que, como ocurre con Tinelli, es una tentación para un demagogo político querer aprovecharlo.
Sobre gustos ajenos y fundamentos de la calidad (o falta de calidad) artística me aburre mucho hablar así que termino acá.
Martín Muntaner (General Pico, La Pampa, 1977) es lector, autor y editor de historietas. Lee historietas desde antes de saber leer. Desde 2001 viene formando parte de diversos colectivos de producción de historieta autogestiva. También publicó trabajos como autor integral o como guionista en medios gráficos y digitales de Argentina, Colombia y Brasil. Desde 2009 dirige el sello editorial La Pinta. Escribe regularmente en su blog Leer Impresiona.
Hace 9 meses que estoy haciendo humor político de forma regular y en el camino se aprenden muchas cosas. A mí, de primeras, lo que me gusta es quejarme pero descubrí que lo más me satisface cuando una bajada te hace sentir incómodo o cuestiona tu pensamiento.
Considero que el humor siempre debe ser contra y no alinearse con ninguna posición. Muchos colegas disienten con mi forma pero lo respeto.
Ya todo sabemos que Nik es un personaje nefasto, pero más allá de eso considero que el chiste de la Unión Bolivariana es bueno. Cumple con la dinámica de la viñeta de humor político y tiene una dosis de humor negro irregular en los humoristas de los medios. Si lo hubiese hecho un anarquista confeso pasaría desapercibido, pero como está hecho por este dibujante funcional en un medio de derechas se le carga de otro significado y se arma la polémica. ¿Pero acaso un humorista del diario que hace chistes inofensivos no es también un poco funcional?
Podemos discernir en esta evaluación pero lo que me sigue resultando fascinante es cuando el humor se burla de tu propia ideología y no tardas en indignarte como musulmán con Charlie Hebdo. La hipocresía de levantar el artículo 13 pero cuando se objeta tu posición, no tarda en salir el fascista interior a querer callar las voces de la disidencia.
Otto, el chiste de la unión bolivariana es malo no porque “asuma una posición poítica” sino porque es malo. Malo, malo, malo. Es un juego de palabras que está en el nivel mínimo de los juegos de palabras (ah, “alto” y “cielo”, ja ja ja); podría tener algún sentido si se tratara de una “frase célebre” de Chávez, requisito que no cumple. Y no asume ninguna posición política porque ni siquiera denigra al power trío, ya que los manda el Cielo. No tiene pies ni cabeza, es el “no-chiste”.
Yo creo que el chiste cae en su propia trampa: si esos son los que están en el cielo, entonces ¿quiénes son los que están en el infierno? A menos que supongamos que Nik se puso crípticamente teológico y apoya la tesis de la inexistencia del Averno, lo cual dudo mucho que suceda o vaya a suceder alguna vez. Sin querer queriendo, le termina dando la razón a los enemigos de los dueños del diario del cual él es empleado modelo.
en todos lados se cuecen habas, en el mundillo artístico ” serio” ( noten las comillas) un caso igual seria milo locket. un tipo que supo vender la bazofia que hace desde muchos lados, hizo su lobby artístico y le funciono. son tipos que se la pasan mas trabajando sus influencias que produciendo obra de valor. y muchos compran contentos. este tipo ademas, representa ese sector limitado (en lo intelectual) que dice ser apolítico pero desde su apatía tiene una muy solida postura política de derecha. por suerte no son mayoria.
Hay que ser de izquierda para leer comics? Volviendo a lo de Nik,mas del 50% de su trabajo esta plagiado,pero no se puede invalidar y sacarle merito a su trabajo(aunque sea una parte).Gaturro es un gato,difícilmente sea un plagio y si lo fuera ,el personaje se distancia bastante y seria solo el concepto inicial lo copiado,al igual que Cazador de Lobo.
Hola, chicos. Quería agradecerles la nota y contarles que a partir del mes que viene Gaturro va a empezar a comer mucha lasagna.
El chiste es bueno, por más que sólo sea un juego de palabras. Muchos de los “plagios” de Nik en realidad son ocurrencias tan simples que ya se le ocurrieron a varios, como los chistes de “Osho / hoyo”. Las caricaturas de Fidel, NK y Chávez están muy bien logradas, y parte de la gracia es que Chávez lo dice sonriendo, cuando en realidad fue quien tuvo una fea agonía, mientras que Fidel se fue apagando y el final de K fue abrupto. Nik suele abusar de los juegos de palabras, la mayor parte básicos y bastante malos, pero aquí toma más sentido, y apela a un sector político. Quizá sea coincidencia, o quizá sea que le costaba más dibujar a Chávez y por eso lo hizo hablando. Pero no es malo sólo por ser simple.