Por Santiago Sánchez Kutika
Portada: Francesco Francavilla, Silver Surfer No. 1 (marzo de 2014), Marvel Comics.
Silver Surfer, de Dan Slott, Michael Allred y Laura Allred, comenzó a publicarse en el año 2014, siendo el séptimo volumen publicado del héroe creado por Jack Kirby y Stan Lee. Actualmente, luego de la reestructuración del universo Marvel que tuvo lugar después de Secret Wars (2015-2016), el mismo equipo creativo continúa al mando de la serie, en su volumen 8. Slott, guionista de una profusa carrera en Marvel y escritor, asimismo, de uno de los comics emblema de esta empresa, Spiderman, ofrece en esta historieta una óptica diferente a los acercamientos anteriores al personaje, mientras que ambos Allred, en la faz gráfica y narrativa, logran captar y completar el tono de la serie.
Silver Surfer, que apareciera por primera vez en el número 48 de Fantastic Four (1966), siempre fue un personaje solitario y atormentado. Sus aventuras a través del espacio dan pie a un continuo de reflexiones existenciales acerca de la soledad, la pertenencia y el rechazo, el deber y la libertad, entre muchos otros temas (algunos compartidos con otros personajes de Marvel). Norrin Radd, nombre original de este personaje, oriundo de Zenn-la, eligió sacrificarse y convertirse en el heraldo del destructor de mundos, Galactus, para mantener con vida a su planeta.
De ahí en más, su trabajo consistió en servir de guía con el fin de encontrar nuevos mundos capaces de refrenar el apetito insaciable de Galactus. Al llegar a la Tierra, en el mencionado episodio de Fantastic Four (en la famosa “Trilogía de Galactus”), Silver Surfer consiguió la libertad al rebelarse ante la posible destrucción del planeta a cargo de su amo. El heraldo, influido por la mirada de Alicia Masters (uno de los personajes secundarios de los FF), se enfrentó entonces a su opresor. De esta manera, y luego de una estadía forzada en la Tierra, pudo volver a surfear el espacio.
Aunque pasó mucho tiempo desde sus orígenes, prácticamente en este punto lo encontramos en el séptimo volumen: en libertad e investigando los infinitos rincones del universo. Pero aquí es donde Slott y los Allred comienzan a incursionar por nuevas sendas. En primer lugar, incorporan aspectos de otro género a la trama superheroica: a través de la aparición de Dawn Greenwood, una terrestre norteamericana de una familia de clase media, se implantan una serie de tensiones propias de la comedia romántica.
Dawn es la contraparte de Norrin en muchos aspectos: nunca viajó fuera de su ciudad natal (a diferencia de Eve, su hermana gemela, con quien juega un rol especular), es mucho más efusiva y alegre; además, no cuenta con ninguna habilidad superhumana (lo que, sin embargo, no la convierte en el cliché de la dama en apuros). La unión de estos dos personajes es azarosa, casi como si los autores no le dieran importancia al origen de esta pareja, sino más bien a su desarrollo como tal: Dawn es capturada por el primer villano de la historieta, Incredulous Zed, como un medio de extorsión que obliga a Silver Surfer a pelear contra un mal (en apariencia) mayor.
El problema es que no existe conexión previa entre estos dos personajes: Zed hubiese podido elegir a cualquier otro habitante de la Tierra (o incluso de otro planeta) como medio de chantaje para Norrin. Con este cliffhanger cómico, cierra el primer número de Silver Surfer. El propio título del capítulo juega con un doble sentido: Dawn es la persona más importante del universo para la salvación ante el peligro inminente, dado que empujará a Radd a pelear, pero también se convertirá, con el correr del tiempo, en la persona más importante para el héroe.
Luego de la millonésima salvación del universo en los tres primeros números, los personajes vuelven a la Tierra, pero solo están de paso: por sugerencia de su familia y decisión propia, Dawn acompañará al ex heraldo. De esta manera se forman los inicios de esta (dis)pareja, que se completa con la presencia de la tabla del Surfer, “Toomie”, que se comunica a través de los reflejos en su superficie. La tabla funciona como literal punto de unión de estos dos personajes disímiles, tal como lo muestra el resumen que aparece en los resúmenes de inicio de los números.
Precisamente, es en los dos capítulos que transcurren en la Tierra en los que Slott y los Allred comienzan a plantear su punto de vista acerca del género de superhéroes, el segundo desvío en relación al enfoque clásico del género. Con humor, los miembros de la familia Greenwood exhiben su opinión acerca de la repetición existente en los argumentos de los comics de superhéroes. El mismo personaje de Dawn pone esto en evidencia: “¿Y cuál es el punto de los superhéroes? Todo es lo mismo” (página 15, viñeta 4). Además, agrega: “Y es tan difícil mantenerse actualizado con todo”, como si fuese consciente de la cantidad de eventos y cambios en la continuidad que se suceden hoy en día. Sin embargo, Silver surfer no es una crítica oscura al género. Más bien, hace evidentes las tensiones y limitaciones del mismo, sin dejar de mostrar un evidente cariño.
Lo cotidiano y lo superheroico se mezclan y tensionan, como muestra la última viñeta de la página 15: Silver Surfer, exaltando la relevancia de los superhéroes la hora de salvar el mundo, es interrumpido por el padre de Dawn, que los llama a comer (acto indudablemente cotidiano). Al mismo tiempo, los objetos del living de la casa nos muestran sus dientes (de manera literal), augurando una nueva aventura fantástica. La tensión entre lo cotidiano terrestre y las aventuras superheroicas fantásticas se traslada, luego, al espacio. El número 6 abre con la siguiente página:
En una referencia cómica a su rol como heraldo de Galactus, Silver Surfer es interpelado por Dawn, que, como cualquier humano, tiene ciertas necesidades fisiológicas. El resto del número estará plagado de estas interrupciones (comer, dormir, ir al baño, dolores corporales, etc.), que para el frío Norrin, resultan innecesarias. Al mismo tiempo, Dawn, con su mirada, enseña a su acompañante cosas que éste se hubiese perdido. Así, se termina de instalar una dinámica de pares en el espacio: la relación entre Norrin y Dawn (con sus múltiples diferencias y puntos de encuentro), la comedia romántica y el género de superhéroes y la crítica (o, al menos, conciencia sobre) y el amor al género.
En este sentido, se debe rescatar el trabajo de Michael Allred; su estilo personal, de línea clara y gran manejo de expresiones corporales y faciales, nos permite adentrarnos tanto en los conflictos de la pareja como en la épica espacial con la misma soltura. Deudor de los clásicos, sin embargo, genera un estilo moderno, con referencias a las artes plásticas mediadas por un filtro pop, que evidencia, asimismo, el cariño por el género superheroico. En este sentido, el color empleado por su esposa, Laura Allred, complementa de manera perfecta el trazo del dibujante, con colores estridentes que remiten a una época anterior en la historia de los superhéroes (y hasta un efecto que simula los puntos de una impresión antigua).
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Quizás el punto más alto de la serie sea el número 11, “Never after”, ganador del premio Eisner al mejor comic unitario del 2016. Este episodio lleva a un plano formal algunas temáticas de las analizadas previamente; principalmente, la cuestión de la constante repetición del género. Utilizando el recurso formal de una puesta en página semejante a una cinta de Moebius (visible desde la tapa, y que además funciona como una referencia al ineludible Jean Giraud [Moebius], de paso fugaz por la historia de Silver Surfer), la historia se repite desde distintos puntos de vista, dejando una gran porción (variable) de la página en blanco (un espacio de pura posibilidad, el vacío). Finalmente, luego de una variación (una posibilidad no explorada) dentro de la repetición infinita, la página vuelve a completarse. Aquí volvemos a ser testigos de la conciencia del género y de la imposibilidad de alejarse completamente de él que muestran los autores: la repetición es infinita, pero nos gusta.
Así, Slott y los Allred narran una serie que pone en evidencia las tensiones (entre los personajes, entre los géneros, entre lo cotidiano y lo fantástico, entre la repetición y la variación) y las acepta; deudores de los clásicos, introducen variaciones que muestran los límites del género; sin embargo, la ruptura no es total, ya que el título continúa publicándose en Marvel, empresa dueña de los derechos de los personajes y que impone un ritmo de publicación y modo de producción que inciden y transforman el contenido. Amantes del género, Slott y Allred, se alejan lo suficiente para mostrarnos que las variaciones adecuadas, a veces, hacen que la repetición se sienta (un poco) menos.
Santiago Sánchez Kutika es editor y guionista. Egresado de la Universidad del Cine y estudiante de la carrera de Artes en la UBA. Cofundador de la cooperativa editorial de historietas Hotel de las ideas, ha publicado, luego del casi obligado paso por el fanzine, guiones en revistas como Fierro (donde, además, colabora con el blog de la publicación) o Maten al Mensajero y en libros como Clítoris, Creer o reventar y De Once a Moreno. Ha escrito artículos sobre historieta para Página/12, Radar e Indie Hoy. Actualmente trabaja en el estudio de videojuegos Okam.
Buenísima nota che. No soy asiduo lector de género superheróico, pero me encantó el análisis. Lo único que he leído de este personaje es el álbum de Moebius. Qué bueno que se abra otro canal de difusión de contenido crítico para la historieta.
¡Abrazo desde Mar del Plata!
Muchas gracias Facundo, nos alegra que lo hayas apreciado. De eso se trata: de acercar posibilidades dentro de la historieta a personas que o bien las desconocían, o bien nunca se habían interesado o animado a explorarlas. Saludos desde Kamandi.