Por Amadeo Gandolfo y Pablo Turnes
Chicks on Comics es uno de los colectivos más prolíficos y diversos surgidos en el mundo de la historieta argentina de los últimos tiempos. Formado en 2008 a través del impulso de Joris Bas Backer y Powerpaola, Chicks ha agrupado a artistas de Argentina, Brasil, Alemania, Holanda, Singapur, Inglaterra y Latvia. Inicialmente, el proyecto consistía en una serie de “conversaciones a larga distancia”, dibujadas y subidas a un blog colectivo, en donde las distintas artistas dialogaban sobre un tema en común o continuaban una línea propuesta cada una en su particular estilo.
De allí saltaron a fanzines, muestras (la más importante en febrero del 2017 en Fundación Proa) y, recientemente, a su primera novela gráfica como grupo, “Las Ciudades que Somos”, ganadora de la edición 2018 del Premio Novela Gráfica Ciudades Iberoamericanas, organizada por la Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas (UCCI), el Ayuntamiento de Madrid y la Editorial Sexto Piso.
Nos reunimos en el insigne bar Varela Varelita con el “ala argentina” del colectivo, Delius [María Delia Lozupone], Caro Chinaski y Clara Lagos, para conversar sobre la trayectoria del grupo, su vinculación al feminismo, su aproximación al trabajo en grupo y mucho más.
AG: ¿Cómo surgió el proyecto de Chicks on Comics?
Powerpaola [escribiendo por mail]: Joris (en ese momento Anna Bas Backer) y yo nos conocimos primero virtualmente mientras ella estaba en Medellín haciendo una residencia en Taller 7 donde quería convocar gente que hiciera historietas. Mis amigos nos pusieron en contacto, yo estaba viviendo en Buenos Aires. Coincidimos en Madrid y ahí empezamos hablar de hacer algo juntas. La idea del colectivo se nos ocurrió en París y surgió, en parte, por la falta de colegas mujeres en ese momento, y sobretodo por las ganas de tener un diálogo entre nosotras porque sentíamos que estábamos en un mundo muy masculino. Cada una convocó a las que conocía. Yo convoqué a Caro Chinaski, Delius, Sole Otero y Clara Lagos; y ella convocó a Ulla, Loli y Maartje…
Delius: En 2008 [Power] Paola y Joris [Bas Backer] coincidieron en París por una misma beca que habían ganado. Conversando en un bar, tuvieron la idea de fundar un colectivo con el objetivo de visibilizar la obra de mujeres historietistas, porque les parecía que era algo que hacía falta. Se dividieron la tarea de convocar artistas; Paola lo hizo con la parte hispanoparlante: Sole Otero, Clara Lagos, Caro Chinaski y yo. Joris lo hizo con dos colegas alemanas, Lilli y Ulla Loge; y con Maartje Schalkx, compañera suya de la escuela de artes en Holanda, quien en ese momento estaba en Inglaterra.
Caro Chinaski: En ese momento, Sole, Paola, Clara y yo compartíamos espacio en el blog Historietas Reales.
AG: ¿Y qué fue lo primero que hicieron?
D: Primero hicimos un blog, en septiembre de 2008. Ahí empezaron las conversaciones entre Paola y Joris y se fue dando esa dinámica: responder con un cuadro al cuadro anterior. Dos años después, en 2010, hicimos la primera muestra en la galería LDF, en San Telmo. Se trataba de los primeros cien cuadritos con una traducción al inglés abajo.
AG: ¿A qué se debió elegir ese formato de conversaciones en cuadritos?
Clara Lagos: Lo atractivo desde el principio era ver qué opinaba gente de lugares tan distintos sobre temas en común. Una de nosotras tiraba un tema, y así comenzaban a participar, cada una desde un lado del mundo. Cuando empezamos a invitar gente, el criterio siempre fue que se tratara de alguien de un lugar distinto.
D: Cuando estábamos hablando del aborto, Weng Pixin dijo que allá en Singapur existía el aborto legal.
CL: O en Holanda, donde es legal desde 1986. En otro momento hablamos de la gentrificación. Para las que estaban en Berlín, era una cosa y para nosotras no significaba nada. Había una gran diferencia cultural… yo confieso que en un momento no sabía muy bien qué estaba haciendo en Chicks on Comics porque me costaba mucho explicar cosas complejas en un solo cuadrito.
CC: Igual era medio una excusa para que saliera material publicable. Algo de esos diálogos salió como fanzine.
D: Eso fue un paso natural, del formato digital al papel. También hay que tener en cuenta que lo hacíamos en un blog, lo cual requiere muy poca inversión monetaria. Nos servimos de las redes sociales, y la producción que fue apareciendo ahí naturalmente pasó al papel. Pero fue un tiempo después de haber empezado.
CL: Para mí, el contenido más lindo está en papel. Tal vez es porque nuestra generación es más amiga del papel.
“La idea del colectivo se nos ocurrió en París y surgió, en parte, por la falta de colegas mujeres en ese momento, y sobretodo por las ganas de tener un diálogo entre nosotras porque sentíamos que estábamos en un mundo muy masculino”
AG: Cuando ustedes comenzaron a hacer esto ¿notaron algún tipo de respuesta? ¿Empezaron a hacerse sentir como colectivo?
D: Yo creo que la primera muestra fue muy importante. Hay unos videos donde se ve el público y hay gente que yo en ese momento no conocía y sin embargo fueron a la muestra. En ese momento había muchos blogs, en un momento previo a las redes sociales, los contactos se hacían invitando a las personas que uno seguía en sus blogs. Hicimos una convocatoria en torno al tema del amor, y todas colaboraron. Fue incluida en la muestra como la parte hecha exclusivamente por las invitadas. Habría alrededor de 40 trabajos de distintos países. En retrospectiva, es haber abierto el juego y darnos cuenta de que todas nos estábamos viendo. Desde el primer momento estuvo eso: mostrarnos y mirar. Después vino la muestra de [Fundación] PROA, que fue consagratoria y nos dio mucha visibilidad, cosa que también nos desgastó.
CL: Antes tuvimos otras muestras, como la de 2011 en Colombia, en Manizales. Ahí fue llamativa la diferencia cultural. Colombia es un país re machista y se notaba cuando se nos acercaban chicas para decirnos “¡Yo también voy a dibujar!”. Para nosotras era algo común, ¿por qué no iban a dibujar? Eso fue muy bueno, porque vieron la muestra y nos acercamos a personas que la necesitaban. Con Camila Torre Notari dimos un taller de fanzines y venían chicas no pudiendo creer que podían hacer algo así. Había colegas hombres que a mí no me hablaban, por ejemplo.
En 2013 fuimos a Berlín, gracias a una beca. Y ahí era yo la que preguntaba si tal o cual cosa se podía hacer [risas]. Para hacer un fanzine, ibas a una fotocopiadora que tenía la clase de papel que quisieras, en el color que quisieras. Podías tomar té mientras estabas ahí, laburando. Hacías lo que querías en una computadora y lo mandabas a imprimir ¡Era el paraíso del fanzinero!
D: Acá si le pedís al que te fotocopia si puede mover la hoja para probar algún efecto, o si te puede subir el toner, te dicen que no. Allá podías tocar todo, probar todo.
CL: Claro, las condiciones están dadas para que hagas algo. Mientras que en Manizales las condiciones estaban dadas para que las chicas no pudieran hacer nada. Y nosotras ahí en el medio [risas]
AG: ¿La muestra de Berlín era la misma que la que hicieron en Buenos Aires?
CC: Llevamos lo que habíamos hecho en la revista Vrooom, en torno a los medios de transportes y los géneros de películas.
D: Salió compilado en alemán y en inglés.
CL: En 2014 llevamos eso a una muestra que hicimos en Musaraña, y sacamos un fanzine en español.
“Desde el primer momento estuvo eso: mostrarnos y mirar. Después vino la muestra de [Fundación] PROA, que fue consagratoria y nos dio mucha visibilidad, cosa que también nos desgastó.”
AG: A mí me llama la atención su manera de trabajar como colectivo abierto. Hay miembros regulares pero otros que entran y salen, van cambiando ¿Cómo manejan esas fronteras porosas?
D: No sé si son tan porosas… [risas]. La figura de la autora o del autor invitado siempre estuvo desde el principio, siempre proponiéndoles un tema.
CC: Para que no hagan cualquier cosa [risas].
D: Hay un plantel fijo que es el que mantiene el proyecto, militándolo. Ese grupo sí ha tenido cambio de personas, algo que se dio naturalmente según las circunstancias de cada una. Cuando alguien decía que no quería o no podía seguir, se iba y entonces decidíamos si incorporábamos a alguien.
CL: En Historietas Reales también nos manejábamos así, porque muchas de nosotras veníamos de ahí. Nadie estaba obligado a quedarse, y si se iba siempre tenía abierta la posibilidad de volver. Federico Reggiani decía que era como la mafia: nunca te vas del todo [risas].
CC: Eso depende de hasta dónde puedas comprometerte. A mí me pasó que no podía hacerme cargo de nada, entonces me fui porque no estaba ofreciéndole al grupo lo que el grupo necesitaba de mí.
“Tuvimos muestras, como la de 2011 en Colombia, en Manizales. Ahí fue llamativa la diferencia cultural. Colombia es un país re machista y se notaba cuando se nos acercaban chicas para decirnos “¡Yo también voy a dibujar!”. Para nosotras era algo común, ¿por qué no iban a dibujar?”
PT: Todas esas experiencias se fueron de alguna manera sumando hasta llegar a la muestra de PROA. Lo interesante es que en ese camino recorrido ustedes hicieron un giro, de empezar con diálogos para abrir un espacio hasta terminar historizando su propio lugar, como ese espiral de la historia que dibujaron.
CL: En ese sentido, nuestra experiencia en Historietas Reales fue clave. La diferencia es que somos minas y que supimos llevar adelante el proyecto más allá de los desacuerdos. En Historietas Reales en cuanto hubo problemas personales el proyecto se resquebrajó, algo falló ahí.
D: Yo creo que nosotras, aunque haya algún problema de por medio, jamás destruiríamos el proyecto.
CC: Es que creo que ya pasamos a otra cosa, hay algo de hermandad. Tenemos nuestros roces pero igual estamos todas en lo mismo.
CL: Es que Historietas Reales no se lo bancó. Después de la muestra en el [Centro Cultural] Recoleta hubo un quiebre.
D: También creo que hay una cuestión importante, y es que toda esta lucha feminista nos acompañó y nos fortaleció durante todo nuestro trabajo. Cuando empezamos el blog en 2008 yo sabía lo que era el feminismo, pero no tenía idea de lo que era ser un colectivo feminista. Hace dos semanas, cuando recibí el premio [Novela Gráfica Ciudades Iberoamericanas, en Madrid] agradecí en nombre del colectivo y dije el nombre de cada una de nosotras. Aprendimos a vernos de otra manera y a entender de qué va esta lucha y este trabajo.
CC: Creo que nosotros veníamos haciendo lo mismo pero no lo sabíamos.
AG: Feminismo sin marco teórico.
D: Nos dimos cuenta que nos veían así cuando Cintia Mezza, la curadora de PROA, nos dijo que conocía nuestro trabajo del blog y que había ido a alguna de nuestras muestras. Ella fue la que se acercó al colectivo con la idea de hacer una muestra y la que nos animó a presentarnos al programa de mecenazgo. También nos ayudó cuando tuvimos que llenar los papeles y teníamos dudas. Ahí nos dimos cuenta que lo que estábamos haciendo podía ser visto por personas que trabajaban en los museos, o en centros culturales, y se interesaban. Es como un espiral, como un imán. Con la actividad Fanzine a la carta tuvimos mucho rebote: nos llamaron de una universidad, estuvimos en la Feria del Libro, el MALBA, en un evento al que nos invitó Lunik que no recuerdo si fue un Comicópolis…
“Hay una cuestión importante, y es que toda esta lucha feminista nos acompañó y nos fortaleció durante todo nuestro trabajo. Cuando empezamos el blog en 2008 yo sabía lo que era el feminismo, pero no tenía idea de lo que era ser un colectivo feminista”
PT: ¿Y cómo han sido estos dos años posteriores a la experiencia en PROA?
CC: Hubo una mega-crisis de las Chicks on Comics.
D: No sé si mega, pero sí crisis. Nos dejó muy cansadas. Lo que se pone en juego es el carácter de cada una y cuáles son los deseos que cada una pone en el grupo.
CL: Y la vida de cada una. Después de la muestra, teníamos que pensar muy bien cómo seguir, de qué nos podemos ocupar.
D: Tenés que contestar los correos, hacer las copias para los fanzines, organizar la página web que era una de las condiciones del premio del mecenazgo… toda la producción es muy demandante y tenés que responder porque ya te comprometiste. Paola estaba con la película [de Virus Tropical], Sole estaba con su libro y yo también…Fue muy desgastante.
CC: Somos un colectivo sin dinero, entonces dependemos de lo que hacemos.
D: Creo que fue Paola la que lo dijo, que en algún punto esto tiene que ver con el placer, que se supone es lo más importante. Toda la cuestión de la producción, y de conseguir la plata, no son tan placenteras. Es un trabajo más que nadie quería hacer. Discutimos sobre qué cosas atañían a un grupo y qué cosas no, si las tareas feas tienen que ser encaradas individualmente o si hay que compartirlas…De esa crisis salió lo del concurso [Novela Gráfica Ciudades Iberoamericanas], y estuvo bueno ganarlo, fue un bálsamo.
CC: Y una afirmación: dale, que lo están haciendo bien. Denle para adelante, como sea.
AG: Es que los momentos consagratorios tienen ese doble filo: por un lado te dan un espaldarazo y por otro te dejan muy cansado. Trabajar en este tipo de proyectos, donde todos sabemos que no hay mucha plata, te agota. Hay marejadas, con momentos de mayor actividad y momentos de menor actividad. A mí lo que me sorprende es cómo se manejan como colectivo, por esta fortaleza que ustedes han podido sostener respetando el deseo de las que pertenecen al colectivo, y la vez también producir, ir escalando peldaños, manteniendo esta cuestión colaborativa.
CC: A mí me viene la imagen de estar subiendo por una cuestita no muy empinada, y alguien se para porque le duele la pierna, entonces hay dos o tres más ayudándola a continuar. Es como una cosa viva que va para un lado y cuando alguna se cae porque tiene menos ganas, o menos tiempo, o menos fuerza, todo lo demás te empuja.
D: También hay una cuestión muy amorosa. Las chicas me mandaron un mensaje para que participara en el libro, diciendo que no podía no estar. Y tal vez era lo que necesitaba, que me empujaran un poquito. Las compañeras no están solo para decir “hay que hacer esto, hay que hacer lo otro”, sino para incluirte con afecto. Entre las que estamos más cerca y hay un contacto más fluido, existe una amistad.
AG: ¿Ustedes sienten que el desarrollo de la lucha y los reclamos feministas han modificado los temas que ustedes tratan en el colectivo como artistas? ¿O ustedes se han encontrado ahí naturalmente?
D: Yo creo que es una mezcla de las dos cosas: los han modificado de una manera natural. Pero no solo en Chicks on Comics, sino en todo mi trabajo. Antes de hacer alguna afirmación o algún chiste o algún dibujo – y acá hay que preguntarse si uno no está perdiendo naturalidad en algunas cosas -, pienso en lo que quiero decir, cuál va a ser el contenido, tratando de que no afecte demasiado mi mirada. Al fin y al cabo, si tengo que hablar del amor romántico aunque sea algo pasado de moda, puedo pararme y decir “Yo creo en el amor romántico”. Porque seamos feministas no vamos a decir que ahora eso no existe más. Somos muy libres al hablar y al llevar una conversación, pero ya no podemos desconocer ciertas cosas, no nos vamos a hacer las boludas. Si se vota una ley contra el aborto, vamos a decir algo si sentimos que tenemos algo para decir y queremos hacerlo. Tal vez no seamos como otros colectivos, más combativos, que van más al choque. Nosotras tenemos un costado más arty.
CL: Tal vez eso era lo que no le copaba tanto a Maartje, quien se fue hace poco, porque ellas necesitaba un grupo más de denuncia, más comprometido. Yo tal vez lo haga sin darme cuenta, pero no me lo propongo. Pero esa es mi manera. Tal vez Maartje esperaba que habláramos más sobre el aborto y otras cuestiones.
CC: Yo creo que pasa por la flexibilidad: la que tiene ganas de plantear algo así puede hacerlo y lo hablamos porque tiene su lugar; a la que no le sale hablarlo, no lo habla. Tal vez la necesidad de Maartje en aquel momento era que todas fuésemos para el mismo lugar, y era algo que nunca nos había pasado. Siempre nos acompañábamos, yendo cada una por su propio camino; escuchándonos a ver qué pensaba la otra que no era yo.
“A mí me viene la imagen de estar subiendo por una cuestita no muy empinada, y alguien se para porque le duele la pierna, entonces hay dos o tres más ayudándola a continuar. Es como una cosa viva que va para un lado y cuando alguna se cae porque tiene menos ganas, o menos tiempo, o menos fuerza, todo lo demás te empuja”
D: Parte de la crisis tuvo que ver con el idioma. Desde el principio convenimos que nos comunicábamos en inglés por escrito. En mi caso no tengo un buen inglés, entonces cuando alguien decide irse y da sus razones desde el otro lado del mundo, a veces me cuesta entenderlo. O cuando uno tiene que explicarle algo a la otra.
CL: A mí me pasa que no sé cómo despedirme…quiero ponerle onda y escribo “hugs” [risas]. Entonces no terminás transmitiendo todo lo que querés.
CC: Nos pesó la ida de Maartje. Cada vez que alguien se fue, fue un bajón.
CL: Nos comunicamos por internet porque todas vivimos en lugares distintos, es muy difícil hacerlo si no usás internet. Julia [Homersham] no usaba redes sociales, entonces no respondía los correos, o no tenía conexión porque se iba de campamento al bosque. Necesitábamos una imagen de ella y no sabíamos dónde encontrarla…Pero lo que hacía era hermoso.
CC: A mí me pesó por ese lado, me parecía que era muy enriquecedor su laburo.
AG: ¿Cómo hacen coexistir lo que hacen para el colectivo con lo que hacen individualmente? ¿En qué momento deciden si algo es para ustedes o es para el grupo?
CC: Nunca me pasó.
D: Yo lo siento de las dos maneras. Cuando hago una viñeta para el colectivo, también siento que es mi trabajo individual. El único momento en que tal vez haya dicho “hasta acá llegué” fue uno de crisis, cuando sentía que tenía que usar tiempo haciendo algo para el colectivo cuando podría haber estado haciendo otro trabajo. Ahí sentí que tenía que regularlo. Pero siento que es algo natural, y las dos cosas se retroalimentan. No puedo dividir esas cosas en compartimentos estancos. A veces incluso lo colectivo ayuda a sacar algo que querías hacer y que sola no te habías animado o no te habías propuesto.
CL: Dentro de lo que es Chicks on Comics cada una tiene su individualidad. En Las ciudades que somos, cada historieta está bien definida por cada una. Después todas esas historias juntas hacen a Chicks on Comics.
D: O el libro sobre la música [No puedo vivir sin música] empezó siendo parte de una muestra colectiva pero es parte de mi biografía; se nutren.
CC: No hay una pérdida de individualidad dentro del colectivo; son muchas individualidades yendo juntas para un mismo lado.
PT: Eso se veía en PROA, donde lo que hicieron fue potenciar desde sus diferencias la creatividad colectiva.
D: Pero hay algo de doble filo en eso. Un grupo no necesariamente es una suma de individualidades, sino que tiene una identidad grupal. No somos una banda donde cada una toca su instrumento, sino que todas tenemos nuestros solos.
CL: ¡Somos un festival! [risas]
D: Es como un jam. Creo que el peor momento de nuestra crisis es cuando la balanza se iba más hacia la suma de individualidades que hacia la identidad grupal. Pero bueno, es un momento.
CC: Creo que era una manera de entender de lo que estaba sucediendo, donde todas teníamos una visión diferente de lo que era el grupo.
AG: Por lo que vienen hablando, es como que el grupo tiene una identidad pero ustedes nunca se han parado a decir “Chicks on Comics es ESTO” ¿O sí lo hicieron alguna vez?
D: Tal vez decimos “NO es esto”. Vamos a hablar de lo que se nos cante, de la manera en que se nos cante. Las aptitudes de cada una las vamos asumiendo y descubriendo mientras trabajamos.
PT: ¿Cómo se manejan con las redes sociales? Lo digo pensando en que es una lógica distinta de la del blog, que es donde ustedes desarrollaron su trabajo y sus intercambios. Se me hace que la blogósfera propendía más a una dinámica comunitaria que la de las redes sociales.
D: Había otro tiempo de lectura de los contenidos; ahora hay una lectura muy superficial. Todo es breve, todo es ya, todo es iconos de corazones y chau.
AG: ¿Cómo decidieron qué hacer para Las ciudades que somos?
D: Paola había estado de jurado de un primer premio. Mi impresión es que ella vio la oportunidad de participar en la segunda edición. Ya conocíamos las bases, que son muy abiertas, muy interesantes. No piden gran cantidad de páginas, puede ser de cualquier parte del mundo, no exigen que tengas cuenta bancaria en España. Así que Paola nos animó a que participáramos. Nos dividimos las ciudades y cada una hizo su parte.
CL: Yo primero pensé en Buenos Aires, pero enseguida nos dimos cuenta que íbamos a ser varias hablando de la misma ciudad.
CC: Creo que la primera decisión fue el formato y el color. Apaisado y en amarillo y negro.
D: Nos atrevimos con el amarillo, que es un color medio tremendo en estas épocas. No lo podemos entregar ¿verdad? También está el concepto de viaje, de ticket… Cada historia tiene una portadilla que es el pasaje del viaje.
CC: El pasaje de avión, de tren, pasaje de la memoria. Cada una es la pasajera que entra al lugar.
CL: Eso era lo que a mí más me preocupaba: cómo hacíamos para unir todas las historias, pero al final se unieron.
CC: Ves el libro y todas las historias son muy diferentes.
D: Eso nos jugó en contra a veces. Se filtraron algunos comentarios de miembros del jurado durante las discusiones. Había un miembro a quien le parecía que la diferencia le hacía perder unidad a la obra, entonces no era una novela gráfica.
“No hay una pérdida de individualidad dentro del colectivo; son muchas individualidades yendo juntas para un mismo lado”
AG: Entonces las historias están unidas temáticamente pero no argumentalmente.
D: Argumentalmente, no. Tienen la ciudad como escenario, como cosa en común.
CL: Es el título el que termina de darle sentido.
CC: Cuando lo leés tiene un espíritu de unión que no sé si fue tan buscado.
D: El libro dice que las ciudades pueden ser muy lindas, que tienen sus propias características, que te pueden pasar mil cosas, te pueden dar un montón de sentimientos pero que esas emociones están más bien relacionadas a las personas que viven las ciudades. Cuando nos dieron el premio, pasaron un audio que grabó Maliki [Marcela Trujillo, autora chilena] en el que describía perfectamente cada una de las historias. Y es curioso porque es cierto, que hay una mirada femenina, eso se nota. Son todas mujeres que pasan por situaciones o de estrés, o de miedo, o de recuerdo, o de regocijo; siempre en relación a lo que vivieron en ese lugar.
CC: Más que nada lo que pasa con la gente de otro lugar.
PT: ¿Piensan publicarlo acá?
D: Van a traer 500 ejemplares para la Feria del Libro [de Buenos Aires]
AG: Yo siento que en sus obras hay puntos de vista muy personales. No precisamente autobiográfico, pero siempre es la autora contando ¿Han pensado en usar personajes que ya no sean ustedes, que les permitan contar una historia como colectivo?
D: Creo que tu pregunta tiene que ver con la ficción. En la presentación del libro [Las ciudades que somos] se habló de “bioficción”. Yo nunca había escuchado ese término, lo dijo el editor [de Sexto Piso] Santiago Tobón: “son seis relatos de bioficción”. En mi caso es ficción, porque es una historia algo fantástica, futurista, que no me pasó. La protagonista es una mamá con su hija; la hija que es casi mi hija, Nina, y la mama soy casi yo. Pero hay una ficción. Después de la presentación, charlando con la gente coincidíamos que aunque sea autobiográfico, siempre es ficción. En cuanto vos hacés una historieta con eso, ya no es más la realidad. Se podría articular un relato a través de la ficción, pero nos llevaría un tiempo.
AG: La historieta autobiográfica ya se ha convertido en un género, justamente por eso. No es ya necesariamente la verdad. Uno no puede evitar leerlo muchas veces como si estuviera asomándose a la vida de la persona que lo cuenta, a pesar de que no lo sea.
CC: En mi caso no es autobiográfico. En el de Sole tampoco. Tenemos un montón de laburo que no es autobiográfico.
AG: ¿Les interesaría recopilar sus fanzines?
D: Estaría bueno recopilar lo que no está hecho en papel, lo que está en Tumblr y en blog.
AG: Quisiera terminar preguntándoles sobre su relación con la historia de la historieta ¿Qué efectos tuvo haber hecho esa espiral? ¿Les reconfiguró su relación con la historieta y con su historia buscar y recuperar esa historia sumergida?
CL: Verlo escrito fue shockeante. A medida que íbamos pensando iban apareciendo más nombres.
D: Lo buscamos en internet, y después chequeamos la información. Tuvimos la ayuda de Judith Gociol. En esas conversaciones nos íbamos dando cuenta que había muchas mujeres que habían pasado por lo mismo por lo que estábamos pasando. Tiene que ver con nuestra identidad como mujeres historietistas. Por eso fue muy significativo el acto de escribir sus nombres en la pared, dejar esa marca. Y dejar espacio para que pudieran incluirse los nombres que quedaban afuera. En relación al futuro, las repercusiones son inesperadas, es una puerta que se abrió y por la que pueden pasar todos las que quieran.