To live in this world
you must be able
to do three things
to love what is mortal;
to hold it
against your bones knowing
your own life depends on it;
and, when the time comes to let it go,
to let it go
Mary Oliver
Bienvenidos a la última actualización de Revista Kamandi. Así, como lo oyen, se termina este proyecto. Not with a bang, but with a whimper, en las inmortales palabras de T.S. Eliot. A Kamandi se le terminó la nafta, y creo que esto se notó en el último tiempo. Desde un principio quienes hicimos esta página fuimos solo dos personas, sin ningún tipo de infraestructura ni división de tareas y, sobre todo, sin dinero. Con el paso del tiempo, y una vez que el entusiasmo inicial de los primeros años se desvaneció, mantener Kamandi se volvió cada vez más un peso y una responsabilidad para Pablo y para mí. El gasto de energía que implica buscar material, contactar autores, editar textos, elegir imágenes, subirlos a la página, postear las actualizaciones en redes sociales, etc., etc., se volvió demasiado grande. Lo que en su momento fue un proyecto hijo de la pasión se convirtió en un sobrino de la obligación. Estos no fueron, además, años precisamente estables para ninguno de los dos en cuanto a nuestro trabajo, y eso también impactó en el tiempo y la energía que podíamos dedicarle al sitio. Tan inestable fue todo que este 2021 nos encuentra a ambos viviendo en el extranjero, distanciados de la escena que nos afanamos en cubrir cuando arrancamos con la revista.
Creo que esto también se refleja en la frecuencia de publicaciones de los últimos dos años, en nuestras constantes lagunas de dos, tres, cuatro meses y nuestros retornos con bastante entusiasmo, pero poca capacidad para generar rebote y discusión. Ningún sitio web que se propone como un lugar de publicación regular puede sostenerse con posteos cada tres o cuatro meses, porque en esta economía de la atención constante y demencial que es la internet del 2021, significa que quedás olvidado, que te barren bajo la alfombra porque siempre hay alguien produciendo más y mejor, o más frecuente, contenido.
Ese es el segundo motivo por el cuál hemos decidido bajar la persiana: tenemos la sensación de que nadie nos lee. A veces, ni siquiera nosotros mismos. Hace unas semanas le dije a Pablo “che, posteá la segunda parte de la entrevista a Un Faulduo” y su respuesta fue “Ya lo hice el lunes”. Creo que esa anécdota ilustra de forma bastante clara lo que nos estuvo pasando.
Por otro lado, desde un principio Kamandi tuvo el afán de ser un sitio de crítica que le escape un poco a la inmediatez, a los listicles, a la noticia de la semana. Nuestro objetivo era mezclar algo de la academia con otras formas más pop de crítica. Tomarnos todo el tiempo y todas las palabras para poder desarrollar nuestras ideas. Si tuvimos éxito corresponde juzgarlo a nuestros lectores, pero quizás este ritmo más pausado y dificultoso que encaramos desde un principio no encaja con el mundo en el que vivimos. Quizás Kamandi sirva más como archivo que como sitio vivo. Porque el archivo va a quedar aquí, pretendemos seguir pagando el servidor para siempre, para que cualquiera que necesite alguna nota o entrevista pueda acceder a ella. Kamandi siempre fue una revista defensora de la cultura libre y de la importancia de la memoria y el archivo. En ese sentido, creo que nuestras entrevistas, sin falsa modestia, constituyen un registro invalorable de un montón de voces que están haciendo a la historieta argentina en el siglo XXI. Y si hay algo de lo que nos arrepentimos es de la cantidad que nos quedaron en el tintero, por falta de tiempo o dificultad para coordinarlas. Para que negarlo, nos quedamos con las ganas de hacer muchas cosas. De publicar a personas con las cuales, por las exigencias del tiempo y de la vida, no llegamos a concretar un texto. De editar una versión en papel de Kamandi. De tener más colaboradores internacionales.
Sin embargo, a lo largo de estos años hemos publicado a una variedad enorme de autores, con perspectivas bien diversas, y esto es parte de lo mejor que hicimos. Llamar la atención sobre artículos puntuales es una práctica un poco ingrata, así que la evitaremos. Baste decir que estamos orgullosos y felices de cada unx de las plumas que pasaron por aquí y que ayudaron a construir la identidad de Kamandi. De cada uno de les criticxs, academicxs, traductorxs, periodistas, editorxs. Y de los dibujantxs que nos brindaron historietas absolutamente gratuitas, entregando su talento y su trabajo solo porque querían y confiaban en nuestro proyecto. A cada une de les que aceptaron participar de Elige Tu Propia Historieta, una de nuestras secciones favoritas, que produjo cosas magníficas.
Y, sobre todo, queremos darles gracias a nuestros lectores. A aquelles que siempre ponían me gusta en Facebook cuando arrancamos, a les que compartían las notas, a les que leyeron algo que les cambió un poco la cabeza en cuanto a su relación con la historieta, a les que nos putearon y nos odian hasta el día de hoy por alguna nota polémica. Todes ustedes contribuyeron a que este sitio exista, a que dure hasta hoy, a que cada vez que pensáramos una nueva nota o proyecto este nos llenase de entusiasmo.
Kamandi, además, fue fruto, fundamentalmente, de la amistad. Una amistad que se expresó en un montón de otros proyectos, como los Talleres de Lectura de Historietas que dimos en Punc con Pablo, que fueron de las mejores experiencias de mi vida (no quiero hablar por él, pero sospecho que opina lo mismo), y que nos dieron una cantidad de amigues e interlocutores maravillosa. O en los artículos académicos que escribimos frecuentemente. O en los seminarios de historieta que dimos en diversas universidades nacionales. Con Pablo vamos a seguir colaborando y craneando cosas, porque es muy difícil encontrar un partenaire creativo con el que uno se sienta realmente cómodo y que sienta que mejora sus ideas, y creo que tanto él como yo lo hemos encontrado en el otro.
Me acuerdo cuando nos juntamos por primera vez en un bar de mala muerte del Once a pensar Kamandi. No teníamos nombre. No teníamos mucha idea de que era lo que iba a contener la revista. Pero teníamos grandes ambiciones. ¡Queríamos sacudir las telarañas del ambiente crítico de comics de la Argentina! ¡Queríamos ser punk y a la vez refinados! (o sea, queríamos ser post punk) ¡Queríamos publicar gente de todos lados! ¡Queríamos tener muchas historietas! ¡Lo queríamos todo! ¡Las perturbadoras altas, las terribles bajas, la gris mediocridad!
Casi cinco años más tarde (que, la verdad, es un tiempo bastante ideal y significativo para un proyecto creativo, equivalente a un período presidencial) lo que Kamandi terminó siendo fue fruto de la voluntad, pero también un poco del azar. De lo que queríamos y de lo que fue posible. La realidad impacta contra cualquier sueño creativo, y le da su propia forma. Aprendimos mucho. Nos desengañamos un poco. Hicimos amigos y también enemigos. ¿Qué más se le puede pedir a una revista de crítica de historietas?
Nosotros nos vamos, pero queda la música.
Un abrazo gigante a todes. Ojalá nos encontremos en el próximo apocalipsis nuclear.
— Amadeo
And in the end
The love you take
Is equal to the love you make
The Beatles, “The End”
El más pródigo amor le fue otorgado,
el amor que no espera ser amado.
J. L. Borges, “Baruch Spinoza”
En Las Ciudades Inivisibles, Italo Calvino concluye con una gran proposición: reconocer en el infierno lo que no es infierno y darle espacio para que respire y crezca. Creo que Kamandi siguió de alguna manera ese principio ético, intentado ocupar un espacio que nos parecía ausente, y del que nos dimos cuenta debíamos hacernos cargo si queríamos que existiera. Habíamos esperado ese espacio demasiado tiempo, y no iba a crearse por sí solo, ex nihilo.
Nos dimos el gusto de escribir nuestro propio manifiesto, que me sigue gustando, aunque como todo manifiesto queda un tanto en el olvido porque siempre es superado por la dinámica de lo real. Sin embargo, creo que en al menos uno de los puntos acertamos: declarar a la historieta como zona liberada. En ese sentido la realidad nos superó ampliamente, en el mejor de los sentidos. Kamandi ha sido superada por la dinámica que ha adquirido la historieta en Argentina y en buena parte de América Latina. Hoy se necesitan nuevos espacios donde la producción encuentre su ágora, su asamblea, su liga anfictiónica para debatir sobre lo que se hace, mientras se lo hace. A esto es fácil decirlo, pero no tan fácil concretarlo. Creo que congresos, coloquios y festivales se han convertido en esos espacios, y habrá que colaborar en lo que se pueda para que crezcan en este infierno que no está encantador, sino cada vez más violento, más injusto, más desigual. Porque, a fin de cuentas, es lo que es.
Comenzamos con Amadeo este proyecto en noviembre de 2016, en el primer año del gobierno macrista que nos hizo mucho daño, nos hastió, nos expulsó y nos expuso a la humillación, la apatía, la insensibilidad y la estupidez de nuestra sociedad en general y de nuestro ámbito académico en particular. Creo que aún no nos hemos recuperado del todo, y al menos personalmente, no sé si lo haré. Hay cosas que a uno lo quiebran, y esos años fueron sin dudas un parteaguas a nivel vital y existencial. Algo de eso explica nuestro entusiasmo inicial y el amesetamiento irregular pero sostenido que vino después.
Suele pasar con los proyectos, pero eso no minimiza que hayamos logrado sostenernos en el peor de los momentos por el simple hecho que nunca estuvimos solos: hay una legión de personas que de una forma u otra han colaborado cada una a su manera, siempre generosamente, sin pedir nada a cambio. Como decía la trágica Blanche DuBois: siempre hemos confiado en la bondad de los desconocidos, y de los conocidos también. Conocidos, conocidas, conocidxs. A todxs ellxs, infinitas gracias por haber hecho esto posible. El hecho que a Amadeo y a mí se nos suela confundir me genera una gran alegría y algo de orgullo: somos Los Kamandi, que siempre me pareció un gran nombre para una banda de cumbia peruana como esas que se promocionan en el Once. No sé si tocamos bien, pero tocamos fuerte.
Queda siempre la idea de volver al proyecto de una manera más profesional, poder pagar las colaboraciones – que son trabajo -, armar números especiales un par de veces al año, tener invitadxs que hagan valer la pena comprar y leer la revista. También es posible que nunca se concrete, pero permítanme tener al menos esa ilusión: un día me di el lujo de tener mi revista imaginaria a la altura de nuestros deseos. Por lo pronto, esta es mi torpe y enroscada manera de despedirme.
Con Amadeo siempre comentamos nuestro temor a terminar como esos críticos que en su momento defienden el vanguardismo (Clement Greenberg, Theodor Adorno) contra el conservadurismo reinante; y luego pasan a convertirse ellos mismos en conservadores y reaccionarios. Greenberg defendió el expresionismo abstracto cuando eso era mala palabra, solo para terminar diciendo que el pop no era arte. Adorno alzó las banderas del dodecafonismo vienés, para terminar diciendo que el jazz no era música y la cultura de masas era lo peor que había engendrado la humanidad. Nosotros, desde la periferia de la periferia, nos aferramos a Masotta que nunca llegó a esas cuotas de pensamiento (o tal vez sí…), pero que estaba listo para dar el salto y dejarte pensando cuatro o cinco décadas después. Como fuera, todo tiene su límite, y éste (por ahora) es el nuestro. Me quedo con la frase del cineasta Jonas Mekas: “Mientras avanzaba azarosamente vi fugaces destellos de belleza”. Tal vez parezca poco, pero les aseguro que no lo es: en el infierno hay que saber captar esos destellos. Y no lo olvidemos, por favor: seguiremos en el infierno, pero dejemos crecer, porque la lucha es cruel y es mucha, pero por algún lado hay que empezar.
— Pablo
Amigues,
Qué gusto enorme leerlos, cuánto respeto y admiración por lo que hicieron con Kamandi!
Un abrazo grande, triste pero con mucha anticipación for what comes next.
Martín
¡Muchas gracias querido! Te mandamos un gran abrazo.
Gracias por todos estos años y pasar por aquí y leer otro tipo de crítica y análisis que sigue haciendo falta por estos rincones.
Asi que me alegra leer ambos textos, como cierre de este proyecto pero en ambos se lee un tufillo de sed de venganza que me gusta, sea en katmandi u otra cosa. A por ello cuando sea, nos seguimos por allí 🙂
Gracias querido Razz por tus palabras. Yo creo que más que tufillo a venganza hay cansancio, pero bueno, uno nunca sabe qué le depara el destino. ¡Abrazo!
Fue un placer. Volví a a leer historieta en serio con la pandemia y este lugar me brindó información de primera. Siempre les estaré agradecido.
Abrazo.
Gracias a vos por leernos y hacernos saber que esto valió la pena. ¡Abrazo!
Felicitaciones amigos por lo hecho, fui lector regular (y recomendador) de Kamandi y siempre había material jugoso y lúcido.Y felicitaciones también por dejarlo, es al pedo seguir con cualquier proyecto si el entusiasmo se convierte en carga, asi que yo me quedaría con lo groso de lo hecho más que con el bajón de dejar de hacerlo.Hasta siempre ,masters!
Totalmente de acuerdo, Gustavo. ¡Y gracias a vos por tanto aguante! Te mandamos un abrazo.
Estaba esperando algún momento donde mi atención se mantuviera para poder leer debidamente los últimos posteos sobre los Unfaulduo. Quizá comentara entonces allí alguna chiquilinada, tanto como para dar a entender que leí la entrevista (y que no entendí mucho de ella), pero enunciar la intención de participar y celebrar estas formas impopulares de la historieta, quizá tangenciales, elusivas de las meras aventuras con principio-desarrollo-desenlace, deus ex machina, personajes de franquicias, cliffhanger, etcétera.
Les deseo lo mejor, disfruté este espacio y agradezco que permanezca.
¡Saludos y gracias!
¡Muchas gracias por tus palabas, Diego! Un abarazo.
Me siento como Josemiel, llego a descubrir esto y justo esta muerta.
Que buen sitio, que buenos textos, cuanto conocimiento tratado con respeto y profundidad. Me quito el sombrero.
El problema estuvo en elegir post punk. Abro paréntesis. Disculpen muchachos pero tengo la suerte de encontrar esto después de una derrota estrepitosa de un Frente en el que nadie creía, así que mi derrota personal, hecho particular y que no viene al caso, se confunde con la derrota como País, hecho general y común a todos. Cierro paréntesis. Porque digo que eligieron mal. Porque en el el post punk hay algo de transa, de consumo irónico, de aceptación de lo establecido, de David Byrne haciendo el ridículo trajeado en talles exageradamente grandes, solo para ocultar su propia farsa, su juventud perdida. Stop Making Sense es una mentira. Nunca hay que dejar de buscar el sentido. Ese fue el error de los ochenta, de eso a el fin de la historia hay un paso y cuando se dieron cuenta ya era tarde: Neoliberalismo para todes. Abro paréntesis. Porque ahora es así, lo refinado se vuelve corrección política, proceso de galvanización de la propia vida camino al cementerio. Cierro paréntesis.
Ahora la pregunta ¿Qué hay que elegir?
Respuesta: Rock and Roll. Abro paréntesis. Lo digo en ingles para que no se confunda con rocanrol, esa versión argentinizada de uno o dos temas de los Stones y que alguna vez supo contener a los pibes, pero que murió cuando el Indio saco la nariz del plato. Cierro paréntesis. Rock and Roll, Chuck Berry pero sobre todo Lou Reed con Velvet o sin él, incluso se puede meter a los Stones de Exile on Main St. Street o el Lennon de Plastic Ono Band. David Bowie fue el primero en entenderlo: sino hay Rock and Roll que no haya nada. Iggy Pop, otro al que Bowie supo apadrinar, odiaba el punk y también lo sumamos a este nuestro lado. El ritmo del cuatro por cuatro cinético. Eterno. Rock and roll can never die, canta Neil Young , tiene razón y sigue. There’s more to the picture/ Than meets the eye, y en ese encuentro entre la imagen y el ojo habitamos, because rust never sleep, nunca.
Saludos y que el futuro nos encuentre lejos de este viejo presente.